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«Un niño nos ha nacido en una familia»: Mensaje de Navidad de Mons. Alberto Sanguinetti

By 23/12/2018No Comments

Mons. Alberto Sanguinetti Obispo de Canelones

 

En su mensaje para la Navidad, el Obispo de Canelones, Mons. Alberto Sanguinetti, invita a mirar lo bueno y lo bello que hay en la existencia de cada uno al tiempo que reivindica el valor de la familia.

“La creación entera se regocija con la presencia de un Niño que nos ha nacido, un niño que nos ha sido dado. Entonces todos, admiremos y agradezcamos la maravilla de la existencia que recomienza con cada niño, desde que es concebido, que se manifiesta cuando sale del vientre materno, cuando va creciendo. Todo es gracia. Agradeciendo lo bueno nos hacemos más buenos”, expresa el Obispo. .

El Obispo destaca que “la Navidad corrobora el plan de Dios maravilloso en que la vida cada ser humano, creado por Dios, es procreado en la unión de varón y mujer y de que el nuevo hombrecillo necesite la familia del padre y de la madre en unión y diferencia recíproca”. En este sentido, puntualiza que “la Navidad es un llamado a la humildad y sensatez” y explica: “Todos los estudios y la observación cotidiana nos dicen que el niño, sea varón sea mujer, necesita de padre y madre para ser engendrado, para el desarrollo de su afectividad, de su mente, de su personalidad”. “Todos están de acuerdo que la familia basada en un matrimonio estable y comprometido, es no sólo la base de la sociedad, sino del desarrollo sano de la persona humana”, subraya.

Mons. Sanguinetti señala la necesidad de emprender “un gran esfuerzo en educar, formar para que las futuras generaciones pudieran crear matrimonios estables, procrear con generosidad y educar con sabiduría y amor en una complementariedad sana de padre y madre. Capaces de establecer alianzas matrimoniales y familias sana”. “Esa sería la mejor tarea preventiva, educativa, asevera. “Es claro esto supone educar en una sexualidad madura y responsable, no sólo como una fuente de placer. Educar en deberes conyugales, en fidelidad, en castidad y continencia. Hay que apuntar a ayudar a formar familias más sanas, hombres y mujeres con mayor capacidad de amar, de respetar, de ser fieles, de hacerse responsables de sí, de los demás, de sus hijos. No sin problemas, sino capaces de amar, ser fieles y superarse”, sostiene.

“Miremos en la Navidad nuestra vocación más alta: la de hijos de Dios. Estamos llamados a la vida eterna y a ya desde ahora vivir la vida de Dios”, insta el Pastor. “La Navidad es un llamado a valorar y vivir el regalo de la vida de bautizados, hijos de Dios. Vivamos una vida nueva”, concluye.


Texto completo del Mensaje de Navidad de Mons. Alberto Sanguinetti, Obispo de Canelones

MENSAJE DE NAVIDAD 2018  – 

Mons. Alberto Sanguinetti Montero,  de Canelones

UN NIÑO NOS HA NACIDO EN UNA FAMILIA

En primer lugar quiero desear a cada uno y a cada familia que en esta Navidad traten de mirar lo bueno y lo bello que hay en su existencia. Atendamos cada realidad hermosa, aunque sea pequeña. Reconozcamos la verdadera belleza y la verdadera alegría y cuidemos la capacidad de alegrarnos con lo verdaderamente bueno.

 La creación entera se regocija con la presencia de  un Niño que nos ha nacido, un niño que nos ha sido dado. Entonces todos, admiremos y agradezcamos la maravilla de la existencia que recomienza con cada niño, desde que es concebido, que se manifiesta cuando sale del vientre materno, cuando va creciendo. Todo es gracia. Agradeciendo lo bueno nos hacemos más buenos.

Dentro de esta admiración quisiera llamar la atención en el valor de la familia. La Navidad corrobora el plan de Dios maravilloso en que la vida cada ser humano, creado por Dios, es procreado en la unión de varón y mujer y de que el nuevo hombrecillo necesite la familia del padre y de la madre en unión y diferencia recíproca.

La Navidad es un llamado a la humildad y sensatez. Todos los estudios y la observación cotidiana nos dicen que el niño, sea varón sea mujer, necesita de padre y madre para ser engendrado, para el desarrollo de su afectividad, de su mente, de su personalidad.

Todos están de acuerdo que la familia basada en un matrimonio estable y comprometido, es no sólo la base de la sociedad, sino del desarrollo sano de la persona humana.

Entonces una realidad tan obvia pide que, ante la cantidad de problemas que nos rodean, junto con otros auxilios, se haga un gran esfuerzo en educar, formar para que las futuras generaciones pudieran crear matrimonios estables, procrear con generosidad y educar con sabiduría y amor en una complementariedad sana de padre y madre. Capaces de establecer alianzas matrimoniales y familias sanas.

Esa sería la mejor tarea preventiva, educativa. Es claro esto supone educar en una sexualidad madura y responsable, no sólo como una fuente de placer. Educar en deberes conyugales, en fidelidad, en castidad y continencia. Hay que apuntar a ayudar a formar familias más sanas, hombres y mujeres con mayor capacidad de amar, de respetar, de ser fieles, de hacerse responsables de sí, de los demás, de sus hijos. No sin problemas, sino capaces de amar, ser fieles y superarse.

Ayudemos a los niños y jóvenes a descubrir el matrimonio y la familia como una forma maravillosa de vivir, como una vocación de realización plena. Para ello eduquemos a la persona en las virtudes que hacen posible una familia sana.

Una educación es verdadera y buena si educa para llegar a ser maduros y capaces de un matrimonio estable y una familia duradera.

En tercer lugar, los invito a mirar y admirar a este Niño, a Jesús, hijo de María Virgen e Hijo de Dios. Allí se nos da todo el misterio del hombre y todo el misterio de Dios.

¿A qué vino Jesús al mundo? Por un lado Él nos viene a salvar del mal más profundo de nuestras vidas: el pecado. Con humildad estamos llamados a reconocer nuestro pecado, a ser humildes y aceptar que nosotros solos no podemos enderezar nuestras vidas, para así abrirnos al único que puede rescatarnos de nuestra condición de pecadores.

Al mismo tiempo la miramos a Jesús que viene a hacernos hijos de Dios por adopción.

Miremos en la Navidad nuestra vocación más alta: la de hijos de Dios. Estamos llamados a la vida eterna y a ya desde ahora vivir la vida de Dios.

  Esta vida nueva que trae Jesús en la  Navidad los cristianos creemos que se nos da en el bautismo y la confirmación. Entonces la Navidad  es un llamado a valorar y vivir el regalo de la vida de bautizados, hijos de Dios. Vivamos una vida nueva.

Que a todos y a cada uno la Navidad los ilumine, los  llame al perdón y la paz, los atraiga a ser mejores, les recuerde el amor de Dios y su llamado a una vida de gracia y santidad.

Los bendigo a todos. Que tengan una feliz y santa Navidad.