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Mons. Cotugno: “No hay santidad sin unión con Dios, y no hay unión con Dios sin contemplación”

By 09/11/2012noviembre 15th, 2012No Comments

El 1 de noviembre, Solemnidad de todos los Santos, el Arzobispo de Montevideo, Mons. Nicolás Cotugno, en la Catedral Metropolitana ordenó un sacerdote y 5 Diáconos.

En su homilía el Pastor llamó a la santidad, al tiempo que destacó que “la primera expresión de la vida de fe está constituida por el don y la experiencia de la contemplación”. “Todos somos llamados a ser discípulos misioneros, todos somos llamados a ser santos. Y no hay santidad sin unión con Dios, y no hay unión con Dios sin contemplación”, puntualizó el Arzobispo.

Refiriéndose a la reciente inauguración de obras de ampliación del Liceo Jubilar, Mons. Cotugno enfatizó que “a los pobres hay que amarlos concretamente con nuestras obras. Y el dar de comer a los hambrientos significa no sólo compartir la mesa, sino también compartir el pan de la cultura a través de la educación, promover a la persona para que se valga por sí misma”.


Compartimos el texto de la homilía de Mons. Nicolás Cotugno:


FIESTA EN EL CIELO Y EN LA TIERRA

Gran fiesta en el cielo y gran fiesta en la tierra. Santos en el cielo, glorificados junto a Cristo Jesús, el Resucitado; santos en la tierra, porque santificados por el bautismo que nos ha incorporado a Cristo el santo, de quien recibidos el Espíritu Santo, para vivir santamente.

Estamos realizando la misión continental a nivel latinoamericano y a nivel arquidiocesano, en este contexto ubicamos el año de la fe al que nos ha convocado nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, conmemorando los 50 años del Concilio Ecuménico Vaticano II y los 20 años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Y acaba de terminar el Sínodo para la Nueva Evangelización, a partir del cual el Papa nos entregará una exhortación apostólica.

Todas estas razones para dar gracias a Dios.

Y recibimos a Mons. Milton Tróccoli, quien estuvo presente en el Sínodo como delegado de la Iglesia que peregrina en el Uruguay. Enriqueciéndose y enriqueciendo a la Asamblea Sinodal, por los dones que el Espíritu Santo, como alma de la Iglesia, sigue entregando a todo el pueblo de Dios, y de una manera particular a aquellos que por ser sucesores de los apóstoles tienen una responsabilidad particular de animación, de discernimiento y de guía para la Iglesia en el mundo de hoy, asumiendo  todos los desafíos que se nos presentan.

Y en este contexto también ubicamos la ordenación sacerdotal de Mauro y la ordenación diaconal de Álvaro, Daniel, Ricardo, José y Silverio.

También es un día de fiesta, porque todos los primeros de noviembre, Solemnidad de todos los santos, no pocos han recibido la ordenación diaconal y sacerdotal. Yo quiero felicitar a estos hermanos que he tenido la dicha de poder ordenar como sacerdotes a lo largo de estos años.

Desde el 2000 hasta hoy. Quiero que reciban un abrazo todos ellos. podemos hoy recordar en el2000 aMarcelo Arcos, en el2002 aEric Juárez, en el 2003 Adrián Pérez, en el 2005 Juan González, el párroco de esta hermosa Catedral. En el2007 aMiguel Pastorinoy Fernando García, en el 2008 Abelino Genaro que está en el cielo, y en el mismo año aPablo Coimbray Robert Silva, y el año pasado a Emanuel Baigorria, José Manuel Villanueva y Alejandro Molina. Para todos ellos felicidades, augurios, y que podamos seguir celebrando a aquél que es el principio y fin de todo, Jesucristo sumo y eterno sacerdote.

LA UNICA META: LA SANTIDAD

Jesús acaba de hablarnos, en persona, a través de quienes han proclamado la Palabra de Dios. Quisiera destacar del libro del Apocalipsis esta cifra simbólica de los 144.000, que nos revela que toda la humanidad como nuevo Israel, está llamado a la meta de la salvación que es el encuentro con Dios. La meta es estar delante del trono, junto al Cordero, alabando y bendiciendo a Dios, para siempre.

En este día en que celebramos la solemnidad de los santos, recordamos que ellos son los testigos cualificados del sentido de la vida, de cómo se puede y se debe vivir esta vocación universal a la santidad, a la que todos estamos llamados. ¡Bendito Concilio Ecuménico Vaticano II! Porque en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, en el capítulo V, nos propone y nos entusiasma con esa vocación universal a la santidad. Y si antes era un poco atrevido decirlo, hoy en día ya nadie duda que siendo Iglesia, todos y cada uno estamos llamados a la santidad. Todos llamados a la plenitud de la vida, en Cristo Jesús hacia el Padre, por el Espíritu Santo, en el amor. Hoy los santos nos invitan a no perder nunca de vista la meta.

¿En qué consiste este estar junto a Dios en su casa, en la eternidad?  Recordemos lo que escuchamos de la primera carta de San Juan: «Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en Él, se purifica así como él es puro».

Somos hijos de Dios. El Padre nos ha creado para que seamos hijos suyos,  para siempre. Y esta filiación ya empezó aquí, pero todavía estamos de camino, y por eso somos invitados no perder de vista la meta. «Seremos semejantes a él». Nos viene a la mente las palabras del libro del Génesis: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». Esto es demasiado grande, y dice más todavía: «lo veremos tal cual es». «El que me ve a mí, ve al Padre, el que está unido a mí, está unido con el Padre», dice Jesús. Y el «ver» en la Biblia es entrar en una relación de amor con él. Esta es la realidad que le da sentido a toda nuestra vida.

Ahora bien, ¿cómo llegar a esta meta? ¿cómo descubrir el camino? Las bienaventuranzas son el camino concreto para llegar a esta meta. Todos estamos llamados a la felicidad, y hemos escuchado: «felices…, felices…, felices…», y si Dios es un ser que es feliz, que es la plenitud del amor y la felicidad, si nos unimos a él, participamos de esta felicidad.

SIN CONTEMPLACIÓN, NO HAY EVANGELIZACIÓN

Quisiera retomar del Mensaje de los Padres Sinodales, el número 12 que se titula: «Contemplando el misterio y cercanos a los pobres». Y afirman: «Son dos expresiones de la vida de la fe que nos parecen de especial relevancia, para incluirlos en la nueva evangelización». Todos estamos llamados a la nueva evangelización, que es la de siempre entendida en lo esencial, pero acorde a los desafíos de los tiempos. ¡Hoy querido Mauro el Señor te hace presbítero para la nueva evangelización! Y ustedes diáconos, manifiestan la actitud de servicio que tuvo Cristo, que no vino a ser servido sino a servir. Y ¿cuál es el servicio de la Iglesia? La primera expresión de la vida de fe está constituida por el don y la experiencia de la contemplación. «Sólo desde una mirada adorante al misterio de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sólo desde la profundidad de un silencio que se pone como seno que acoge la única Palabra que salva, puede desarrollarse un testimonio creíble para el mundo».

Estas palabras me recuerdan aquella expresión de Juan Pablo II, en la Redemptoris Missio (91): «Solo el contemplativo se vuelve creíble para la evangelización».

Y continúa el mensaje: «Sólo este silencio orante puede impedir que la palabra de la salvación se confunda en el mundo con los ruidos que lo invaden. Vuelve de nuevo a nuestros labios la palabra de agradecimiento, ahora dirigida a cuantos, hombres y mujeres, dedican su vida, en los monasterios y conventos, a la oración contemplativa. Necesitamos que momentos de contemplación se entrecrucen con la vida ordinaria de la gente».

En otras palabras, permitiendo la exageración: Sacar la contemplación de los claustros y ponerla a disposición de todos los discípulos del Señor.

Porque todos somos llamados a ser discípulos misioneros, todos somos llamados a ser santos. Y no hay santidad sin unión con Dios, y no hay unión con Dios sin contemplación.

Y sigue el mensaje: » Lugares del espíritu y del territorio que son una llamada hacia Dios; santuarios interiores y templos de piedra que son cruce obligado por el flujo de experiencias que en ellos se suceden y en los cuales todos podemos sentirnos acogidos, incluso aquellos que no saben todavía lo que buscan».

EN EL ROSTRO DEL POBRE RESPLANDECE EL ROSTRO DE CRISTO

«El otro símbolo de autenticidad de la nueva evangelización tiene el rostro del pobre. Estar cercano a quien está al borde del camino de la vida no es sólo ejercicio de solidaridad, sino ante todo un hecho espiritual. Porque en el rostro del pobre resplandece el mismo rostro de Cristo: “Todo aquello que habéis hecho por uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40). A los pobres les reconocemos un lugar privilegiado en nuestras comunidades, un puesto que no excluye a nadie, pero que quiere ser un reflejo de como Jesús se ha unido a ellos. La presencia de los pobres en nuestras comunidades es misteriosamente potente: cambia a las personas más que un discurso, enseña fidelidad, hace entender la fragilidad de la vida, exige oración; en definitiva, conduce a Cristo».

Qué alegría haber podido estar en la inauguración de la ampliación del Liceo Jubilar, esas tres aulas nuevas y ese salón que servirá de lugar para más de 300 personas a quienes se dará de comer. A los pobres hay que amarlos concretamente con nuestras obras. Y el dar de comer a los hambrientos significa no solo compartir la mesa, sino también compartir el pan de la cultura a través de la educación, promover a la persona para que se valga por sí misma y pueda salir de esa situación de miseria infrahumana.

«El gesto de la caridad, al mismo tiempo, debe ser acompañado por el compromiso con la justicia, con una llamada que se realiza a todos, ricos y pobres. Por eso es necesaria la introducción de la doctrina social de la Iglesia en los itinerarios de la nueva evangelización y cuidar la formación de los cristianos que trabajan al servicio de la convivencia humana desde la vida social y política».

MARÍA NOS ORIENTA EN EL CAMINO

Y concluimos, como no puede ser de otra manera, elevando nuestra mirada a María la estrella de la evangelización, y lo hago leyendo lo que dicen los Padres Sinodales al final de su mensaje:

«La figura de María nos orienta en el camino». Querido Mauro, María te orienta en todo tu camino de vida y ministerio sacerdotal, y ni que hablar a ustedes queridos diáconos, que la tienen que mirar a ella, para ver como ella sirvió a Jesús y a José, y a través de ellos a toda la humanidad. Tenemos que asumir sus actitudes de servicio en Nazareth y durante toda la vida pública de Jesús, para poder dar testimonio que todos en la Iglesia estamos para servir y no para ser servidos. Y esta realidad tenemos que tenerla presente, cuando por las necesidades diocesanas, el Obispo tiene que echar manos de los hermanos que tiene, para servir concretamente desde las comunidades, a toda la comunidad arquidiocesana. Y les puedo asegurar que en todos estos años, siempre me he dejado llevar por el deseo de que la Iglesia particular en la que el Señor nos ha llamado a vivir, pueda prestar este servicio. De aquí que los cambios, los traslados de una parroquia a otra, siempre tienen esta finalidad: la fidelidad a Cristo servidor. Y esto vale para todos.

Entonces, «La figura de María nos orienta en el camino. Este camino, como nos ha dicho Benedicto XVI, podrá parecer una ruta en el desierto; sabemos que tenemos que recorrerlo llevando con nosotros lo esencial: el don del Espíritu Santo, la cercanía de Jesús, la verdad de su Palabra, el pan eucarístico que nos alimenta, la fraternidad de la comunión eclesial y el impulso de la caridad.»

Qué lindo ver a María salir de su casa en Nazareth, llena del Espíritu Santo, embarazada, que hace más de100 kilómetros, para ayudar a su prima Isabel que estaba ya en su sexto mes. ¡Tanto más somos de Dios, tanto más somos servidores!

«Es el agua del pozo la que hace florecer el desierto y como en la noche en el desierto las estrellas se hacen más brillantes, así en el cielo de nuestro camino resplandece con vigor la luz de María, la Estrella de la nueva evangelización a quien, confiados, nos encomendamos».

Y nos encomendaremos a ella de modo especial, en la Solemnidad de la Virgen de los 33 en Florida, donde todas las Iglesias del Uruguay están llamadas a hacerse presente.

Te adoramos Dios admirable, fuente única de santidad, e imploramos tu misericordia para que santificados por tu amor pasemos de esta mesa de los peregrinos al banquete eterno de tu Reino. Amén.