Los obispos del Uruguay elaboraron un documento sobre la fragmentación social que fue difundido en los medios de comunicación en conferencia de prensa ofrecida el miércoles 18 de abril, por el Presidente de la Conferencia Episcopal del Uruguay, Mons. Carlos Collazzi; el Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla, y el Obispo Auxiliar de Montevideo y Secretario General de la CEU, Mons. Milton Tróccoli.
El documento “Construyamos puentes de fraternidad en una sociedad fragmentada” es una palabra de los obispos del Uruguay sobre la cuestión de la fragmentación social, dirigido en primer lugar a los católicos pero también a todos los uruguayos de buena voluntad, como un aporte de la Iglesia, en el marco de nuestra sociedad plural, al imprescindible diálogo sobre el tema.
Este se estructura en tres grandes secciones: la mirada sobre la realidad, el discernimiento a la luz de la fe y las propuestas de algunos caminos para recorrer.
En la primera sección, los obispos plantean un acercamiento a la problemática de la fragmentación en nuestra sociedad desde una mirada pastoral: con una mirada creyente, tomando elementos que surgen de las distintas ciencias sociales, y desde la perspectiva que ofrece el contacto directo con nuestra gente. Con esta mirada se van planteando distintos aspectos de la realidad: el trabajo, la familia, el desbalance generacional, la relación entre el campo y la ciudad, la cuestión del territorio, de la educación y de la convivencia ciudadana.
“FISURAS” QUE NOS SEPARAN
Aludiendo a las “fisuras” que “poco a poco nos han ido separando” los obispos plantean que “a pesar de las mejoras de los últimos años en los indicadores económicos y del impulso dado a políticas redistributivas, que crearon las condiciones para disminuir el número de familias en situación de pobreza, aún subsisten sectores que no han podido acceder a niveles de vida digna”. En este sentido, explican su inquietud de que “los más afectados continúan siendo los niños” y “que siga habiendo personas que viven en las calles”.
“También nos cuestiona como país percibir muchos signos de deterioro del relacionamiento social, como el aumento de la violencia en diversos ámbitos: la familia, la educación, las calles, los espectáculos públicos”, señalan.
Se indica que “la situación que hoy vivimos es fruto de procesos que desde hace ya décadas han venido transformando los principales ámbitos de generación de identidad e inserción social de las personas: el trabajo, las familias, los barrios, los centros educativos”. “Estos procesos se interrelacionan y se potencian entre sí y afectan de manera desigual a los sectores más vulnerables de la población. Inciden en las oportunidades de generar proyectos de vida sostenibles para todos y en la convivencia, generando distancias, brechas”. aseveran.
Sin pretensiones de exhaustividad los pastores repasan, en el documento, algunos ámbitos en los que esta fragmentación se hace más evidente, repercutiendo de manera significativa en este fenómeno a nivel social.
EL TRABAJO
Expresan su especial preocupación por la problemática laboral de “quienes han estado en centros de reclusión, los trabajadores rurales, las personas en situación de calle”. También “la realidad de muchos hermanos venidos de otras tierras y que llegan a Uruguay con la esperanza de encontrar aquí nuevas oportunidades”.
LA FAMILIA
“Es en el ámbito familiar donde naturalmente se aprende desde el inicio de la vida a relacionarse con otros a través del respeto, de un amor gratuito e incondicional, a encontrar sentido, a asumir responsabilidades por el bien de otros. Sin embargo, no todas las familias logran cumplir cabalmente su misión, inmersas en las transformaciones e incertidumbres del mundo de hoy”, plantean.
“Para las familias que viven situaciones de exclusión social aumenta la fragilidad, y sus posibilidades de cumplir estas funciones sin contar con los apoyos necesarios se debilita, enfatizan.
“Nos duele y nos preocupa, particularmente, que en el ámbito familiar se vivan situaciones de violencia y abuso, del que sus víctimas principales y directas son mujeres y niños, pero que nos afecta, y nos interpela, a toda la sociedad”, subrayan los obispos en su documento.
DESBALANCE GENERACIONAL
Otro aspecto que abordan es el desbalance generacional existente en nuestra sociedad. En este sentido refieren al “dato evidente, y sostenido hace muchos años” según el cual “el mayor número de nacimientos se da en nuestro país en las familias con menores recursos” mientras que “los jóvenes con mayores oportunidades educativas y laborales tienden a postergar la edad de procreación y a tener menos hijos”. “Este es un problema que creemos que tiene hondas raíces espirituales, y junto con otros indicadores (abortos, suicidios, etc.) nos llama la atención sobre la importancia de seguir destacando y promoviendo el valor de vivir una vida con sentido, anunciando la bendición que significa la vida de cada persona para toda nuestra sociedad”, destacan.
EL CAMPO Y LA CIUDAD
Una reflexión sobre “el campo y la ciudad”, estos dos polos “desde los que nuestra Patria se formó y creció”, está también presente en el documento de los obispos. Opinan que “no es constructivo un espíritu de división que estigmatiza a quien está ‘del otro lado´, a través de prejuicios o simplificaciones que engañan”. “Apostamos firmemente a que con la buena voluntad de todos se encontrarán los caminos y las medidas concretas que nos ayuden a construir, cada uno desde su lugar, el Uruguay que queremos”, destacan al respecto los pastores.
EL TERRITORIO
En cuanto al territorio manifiestan que: “Las personas con vínculos más débiles con el mercado de trabajo, las familias con mayores dificultades para asumir sus funciones y los hogares con mayor número de niños, se han ido concentrando en barrios donde se multiplican las carencias. Se va generando así un progresivo y complejo aislamiento, pues a la situación de pobreza se suma una creciente exclusión”.
LA EDUCACIÓN
“En la educación, a las dificultades que genera trabajar con una población que mayoritariamente sufre carencias de diverso tipo, se suma la lentitud de gran parte de nuestro sistema para hacer reformas necesarias. No se acompañan así los acelerados cambios del mundo actual, y la educación en competencias hoy requeridas a las nuevas generaciones”.
LA CONVIVENCIA CIUDADANA
También señalan que “al fragmentarse el tejido social y comunitario, las redes humanas se debilitan. Quienes tendrían mayores posibilidades de brindar sostén, aportar recursos, y habilitar caminos de salida, no tienen contacto con aquellos que más necesitan recobrar la esperanza de mejorar su situación”.
En la segunda sección se afronta, desde una mirada bíblica y con el aporte de la enseñanza social de la Iglesia, algunos enfoques que permiten discernir esta realidad: la opción por los pobres, el llamado a la comunión y el principio de la igualdad, que brotan de considerar la dignidad de cada ser humano como creación de Dios.
En este sentido recuerdan que “en las primeras comunidades cristianas, el mensaje de Jesús fue traducido en el deseo de un modo de vida que reflejara este llamado a eliminar todas las divisiones entre las personas. Por eso se decía de ellos que “tenían todo en común” (Hch 2,44) y que no había en la comunidad ningún necesitado (Hch 4,34)”.
CAMINOS A TRANSITAR
Por último, se proponen algunos caminos para transitar: responsabilidades que tenemos que afrontar como sociedad, algunos procesos que son responsabilidad del Estado, y también algunos caminos a ser transitados por la misma Iglesia, para dar testimonio veraz de coherencia con lo que se propone a los demás.
En el documento se señala que, como Iglesia, “mantenemos una mirada positiva: apostamos a las potencialidades de nuestra sociedad y al bien que está en el corazón de todos los que, con buena voluntad, buscamos un Uruguay mejor. Creemos que el Espíritu de Jesús resucitado despierta lo mejor de cada uno, transforma nuestro interior y suscita gestos de perdón que alientan nuestra esperanza”.
También que “como sociedad necesitamos superar la indiferencia, el temor, la percepción de que es un problema de otros, para abrir caminos y espacios de encuentro que ayuden a superar distintas formas de aislamiento. Apostamos por construir vínculos personalizados, relaciones de cercanía y respuestas comunitarias. Esto devolverá a todos las oportunidades de encarar por sí mismos un proyecto de vida y sostenerlo, potenciando sus capacidades, creciendo en autonomía y, a la vez, en solidaridad y apoyo mutuo”.
El documento plantea que “no se trata solo de `dar´ o de`trabajar para´ sino de ´trabajar con´, y `trabajar entre´, abriendo cauces para encontrar sentido, recuperar la autoestima, la confianza en la posibilidad de construir con esfuerzo propio y apoyo de otros un destino distinto que haga posible una vida digna para todos”.
Se hace una valoración del Estado haciendo presente que: “Valoramos el esfuerzo que ha realizado el Estado en sus diversos niveles de gobierno, junto con la sociedad civil organizada, para recuperar espacios públicos significativos. Estamos convencidos que nuestras ciudades, plazas, parques, ramblas y otros ámbitos, transformados y pensados como lugares de encuentro, ayudan a forjar una ciudadanía respetuosa y solidaria”.
Los obispos explican su deseo de que “a partir de los gestos que realizamos y de las estructuras que generamos, ser signos creíbles del Reino que anunciamos”.
En las conclusiones se hace referencia a una significativa cita del Papa Francisco: «Ustedes, los uruguayos, […] con el termo y el mate en la mano, adelante y en salida. Porque ustedes son gente de cercanías, ustedes en seguida resuelven las distancias, lo llevan en el corazón. Son un pueblo que ama la libertad y, sobre todo, que buscan la justicia y la igualdad de oportunidades».
Es desde este esta perspectiva positiva, realista y propositiva que este documento quiere aportar a que se haga realidad el deseo de nuestro prócer José Artigas, con la que concluye el texto: “Que en lo sucesivo, solo se vea entre nosotros una gran familia de hermanos”.