En esta Navidad el Obispo de Canelones, Mons. Alberto Sanguinetti, invita a “dejarse querer, dejarse amar, dejarse perdonar por Dios” y al mismo tiempo “perdonar, a ser pacientes, a ser buenos los unos con los otros, en primer lugar con el más próximo, siguiendo con el más necesitado, extendiendo el amor hasta el perdón de los propios enemigos”. El Obispo reivindica en su Mensaje el respeto “por todos” a la ley natural que defiende “la vida del ser humano en toda su existencia” y “apoya la familia basada en el matrimonio estable de varón y mujer, como el ámbito privilegiado para la procreación y educación de los hijos”.
Mons. Sanguinetti insta, asimismo, a abrir “nuestro corazón al débil para acogerlo en su dignidad, al poderoso para recordarle que es digno de ser respetado, no por su poder, sino simplemente por ser un ser humano”.
“Mirar a Jesús en Navidad es también recibir su luz en medio de la noche, la noche de tanta miseria, dolor, injusticia, pecado, muerte. Él, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre”, subraya.
“Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, es la luz que nos revela todo el sentido de la existencia, para que no vivamos solo algunos aspectos, como retazos – aunque sean buenos – sino la totalidad de nuestra vocación humana”, resalta y puntualiza que “ante las ideologías que luchan por imponerse con un aspecto de la realidad y caen en la negación de toda la verdad, el que nace pequeño en Belén y reina en el cielo se presenta como camino, verdad y vida, que incluye el perdón de los pecados, la conversión a Dios, la santidad, y, sobre todo, la esperanza de vida eterna con Dios, en la comunión de los santos”.
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Mons. Alberto Sanguinetti Montero, Obispo de Canelones
MENSAJE DE NAVIDAD – 2017
Mis amigos: al conversar con ustedes en Navidad, antes que nada, quiero anunciarles lo más evidente –como dicen hoy en día los muchachos: obvio -. Recordamos el nacimiento de Jesús. La Navidad, la Natividad, significa nacimiento, hoy el de Jesús.
Miremos a este hombre llamado Jesús que se presenta ante nuestros ojos, desde la pequeñez de un recién nacido, recostado en un pesebre, un comedero de animales.
Antes que nada, Jesús nos proclama el valor único, sin límites, de cada niño, de cada ser humano, en toda su existencia: el valor de la persona humana desde su concepción hasta su muerte, pobre o rico, sano o enfermo, varón o mujer.
Por eso, hoy abrimos nuestro corazón al débil para acogerlo en su dignidad, al poderoso para recordarle que es digno de ser respetado, no por su poder, sino simplemente por ser un ser humano. Más aún, dentro de esa igualdad fundamental, en Belén, se nos manifiesta la predilección de Dios por lo que no aparenta ante el mundo.Jesús en su palabra y en su vida, en su muerte y resurrección, nos anuncia el amor sin medida de Dios para con nosotros: el creador que nos ha hecho, el redentor que nos ha salvado, el Padre que nos hace participar de la adopción de hijos.-
Por eso, los invito a dejarse querer, dejarse amar, dejarse perdonar por Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Hagamos silencio a tantas ofertas baratas, cerremos los ojos a las chispas de colores y busquemos a Dios porque se le puede encontrar. O, más bien, dejémonos encontrar por Dios, porque Él en el tiempo de Navidad nos invita a la comunión con Él, al diálogo, a recibir su ternura y compasión, y a amarlo y adorarlo con todo el ser.Si Jesús nos ofrece el perdón, la paciencia, la bondad de Dios, también nos guía a perdonar, a ser pacientes, a ser buenos los unos con los otros, en primer lugar con el más próximo, siguiendo con el más necesitado, extendiendo el amor hasta el perdón de los propios enemigos.
Jesús, el que nace entre nosotros, es un ser único. Con una humildad y vaciamiento hasta el fin, al mismo tiempo, se presenta como Hijo eterno de Dios. Misericordioso con el pecador, hasta dar la vida llevando el peso de nuestras culpas, y Él mismo santo, sin pecado, que nos llama a la santidad, para participar de la santidad del Padre. Recibe a los que son rechazados por todos por las conductas públicamente reprobadas y, a su vez, es juez que pone ante nuestros ojos la dignidad del hombre, en una moral exigente, con un llamado a la responsabilidad, con una apelación a la conciencia en su respuesta a Dios.
No tiene falsa humildad, para parecer humilde, sino que es el Señor y Dios, que se abaja, se humilla, para levantarnos a nosotros hasta el trono de Dios.Mirar a Jesús en Navidad es también recibir su luz en medio de la noche, la noche de tanta miseria, dolor, injusticia, pecado, muerte. Él, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre.
Él es la luz que nos ilumina con la verdad sobre el hombre, que se funda en el plan de Dios, creador y redentor. Esa verdad en parte la podemos descubrir por la razón, como ley natural, es decir la ley de la naturaleza creada por Dios. Esa ley natural debe ser respetada, por todos, en especial por los que tienen distintas formas de poder. Esa ley natural – fundada en la creación – defiende el respeto a la vida del ser humano en toda su existencia; esa ley natural apoya la familia basada en el matrimonio estable de varón y mujer, como el ámbito privilegiado para la procreación y educación de los hijos.Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, es la luz que nos revela todo el sentido de la existencia, para que no vivamos sólo algunos aspectos, como retazos – aunque sean buenos – sino la totalidad de nuestra vocación humana. Ante las ideologías que luchan por imponerse con un aspecto de la realidad y caen en la negación de toda la verdad, el que nace pequeño en Belén y reina en el cielo se presenta como camino, verdad y vida, que incluye el perdón de los pecados, la conversión a Dios, la santidad, y, sobre todo, la esperanza de vida eterna con Dios, en la comunión de los santos.
Que todos y cada uno, que cada familia, que el Pueblo Oriental entero, en esta Navidad, tenga una la alegría de recibir a Jesús, Hijo de María e Hijo de Dios. Que cada uno sea más bueno, más justo, más recto. Que nos abramos a los demás y tengamos una convivencia justa y buena.
Reciban mi bendición junto con el deseo de una santa y feliz Navidad.
+ Alberto Sanguinetti, obispo de Canelones