DIARIO CAMBIO, 26 de octubre de 2012 |
“Mamá ¿creés en las brujas? ¡No!” respondió ella a su hija de apenas 6 años, etapa donde fantasías y razonamientos empiezan a diferenciarse. “¿Y en Peter Pan? Sí, claro!” le concedió la madre para no desilusionarla, o quizás para darse un respiro y preparar una mejor respuesta. Pero apenas encontró al papá la niña volvió a la carga: “Papá, creés en las brujas?” “Nooo, pero que las hay, las hay!” Menos mal, Halloween no se suspende, pensó seguramente su hija pequeña.
Las creencias populares, mezcladas con supersticiones, abundan y conviven en las sociedades más desarrolladas. Por un lado se asiste a la hazaña tecnológica del robot Curiosity que se posó el pasado 6 /VIII en Marte, después de recorrer 570 millones de kilómetros en 8 meses y medio de vuelo. Por otro lado muchos padecen agobios porque alguien les hizo un “trabajo”. Y en un parque de una ciudad de Estados Unidos o de Europa cualquiera puede tropezar con alguien que tira las cartas.
En nuestro país y en Argentina se habla de la “luz mala”. Consiste en la aparición nocturna de una luz brillante que flota a poca altura del suelo. Puede permanecer inmóvil, desplazarse, o en algunos relatos, perseguir a gran velocidad al aterrorizado observador. Comúnmente se identifica a la “luz mala” como un “alma en pena”.
También circula la leyenda del lobizón. Se teme a los “gualichos” o embrujos. Muchas personas se convencen que les han hecho alguna brujería.
Los libros de Harry Potter han puesto de moda la brujería, con algunas consecuencias ambiguas, ya que el mundo de los humanos es denigrado mientras el de las brujas y hechiceros exaltado, como si el mal fuese bueno, tal es lo que afirma un crítico de prestigio.
La Iglesia Católica sostiene que tanto la magia como la hechicería son prácticas condenables, aún cuando sea para procurar, por ejemplo, la salud. Mediante esta práctica se pretende manipular potencias ocultas para ponerlas a propio servicio. Todo lo contrario a una actitud confiada en Dios Padre que no olvida ni siquiera al gorrión más pequeño que se posó esta mañana en mi ventana.
El próximo del 31 de octubre, víspera de la fiesta cristiana de todos los santos, según tradiciones célticas, era la noche de Halloween! Tales tradiciones se ha popularizado en Estados Unidos y aterrizó en nuestro país, especialmente entre los niños. Estos, disfrazados de fantasmas y brujas, van de puerta en puerta pidiendo golosinas, diciendo “trick or treat” (truco o regalo); quien se niega a darles lo que piden es objeto de alguna “diablura”.
Shakespeare abre la tragedia del general Macbeth, con una representación, equivalente a un sueño, que en lugar de prevenirlo sobre sus fantasías de grandeza, ocasionarán su ruina. Tres brujas le dicen que será rey. La película de R. Polanski (1971) da rostro a estas horrendas figuras femeninas. Erich Fromm tiene un libro sobre el lenguaje olvidado de los sueños al que, lamentablemente, no se presta la debida atención.
María L. von Franz, discípula de Jung, señala que una de las formas en que se representan en el hombre sus sentimientos ocultos es a través de figuras de mujer, entre ellas por ejemplo, señala las figuras frías y atrevidas. Añade que esto, culturalmente se ha expresado, muchas veces, por medio de la creencia en las brujas.
Transcribe una fábula sobre este lado desconocido que resulta ilustrativa. Un hombre captura un gorila hembra y lo lleva a su campamento. Pronto advierte que al regresar a su casucha todo está en orden. Curioso, un día se esconde y observa. Ve a una bellísima dama que sale de la piel de gorila y ordena el lugar. El hombre toma esa piel, la quema y pide a la joven que se quede con él. Ella acepta con la condición de que el hombre nunca mencione su anterior condición. Pero un día, alterado, le grita “gorila”. La joven vuelve a su aspecto animal y escapa llevándose al niño que habían tenido. El hombre, furioso, incendia la casa.
Hay que tratar bien a nuestro lado oculto.
Columna publicada en el Diario “Cambio”, del 26 de octubre de 2012