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Palabras para el recibimiento al Cardenal Daniel Sturla del joven Felipe Paullier Olivera

By 20/03/2015marzo 27th, 2015No Comments

Felipe Paullier

Muy buenas tardes a todos y un saludo especial a las autoridades presentes. Hoy estamos aquí celebrando, dándole una cálida y simbólica bienvenida al nuevo Cardenal de la Iglesia Católica Mons Daniel Sturla. Hoy no solo es un día de fiesta para los católicos, lo es para todos los uruguayos. Tener otra vez un Cardenal es, además de un hecho histórico, un enorme reconocimiento que el Papa Francisco hace a nuestra Iglesia Uruguaya.

Con mucha alegría me toca hacer uso de la palabra hoy e intentar darle al cardenal un mensaje que ojalá logre representar a jóvenes y adultos que como yo vivimos nuestra fe en lo cotidiano del mundo. Que sintiéndonos afortunados de tener la gracia de la fe católica, sentimos la vocación de involucrarnos en los asuntos de nuestra Sociedad.

Pensando qué decir hoy, recordé el primer día que conocí al Cardenal Daniel. Fue cuando entré al Juan XXIII y al llegar a las ocho menos cuarto me lo topé en la puerta del liceo y me llevé la sorpresa de que me saludara con mi nombre. Ese gesto, tal vez simple, me demostró un cariño enorme. Cuando escribía estas líneas, también me acordé del Padre Daniel que, mate de por medio, me incentivó a comprometerme con la política, y ver a la misma con vocación cristiana de querer cambiar la realidad del País. Me acordé del Padre Daniel que como Obispo y Cardenal nunca dejó de tratarnos a todos los que de alguna forma u otra lo conocimos, como amigos.

Querido Cardenal, todo lo que hoy quiero decirte se resume en algo bien simple: que te necesitamos.

Necesitamos seguir sintiéndote cerca, porque de esa manera también sentimos a la Iglesia cerca. Los jóvenes en especial, necesitamos una Iglesia que nos recuerde que contamos con ella.

Los católicos tenemos un enorme desafío, el de volver a conquistar el corazón de muchos que se ven a diario desilusionados por un mundo que no logra llenar su alma. Para ello te necesitamos.

Pero no solo te necesitamos los católicos, te necesita el Uruguay entero.

Nuestro país, desde hace más de 100 años, sufre un proceso de laicismo radical que no sólo pretendió excluir a la Iglesia de la sociedad sino a cualquier manifestación espiritual. Las consecuencias de tanto tiempo de cercenamiento de este aspecto fundamental del ser humano, sea o no creyente, ha sido la degradación en los valores personales y colectivos que todos reconocemos en una sociedad más violenta e injusta, en particular con los más débiles.

No se trata de criticar la laicidad, se trata de exigir una verdadera laicidad. Se trata de reclamar por una sociedad en la que todos podamos opinar sobre todos los temas, en la que reconozcamos al ser humano en su integralidad, en la que todos podamos aportar para construir una sociedad mejor.

Querido Cardenal, te necesitamos levantando bien alto la voz de la Iglesia para la construcción de una sociedad plural.

Daniel, tu voz, que es nuestra voz, es indispensable para un país que necesita no sólo hablar de valores sino recuperarlos. Por eso, también te quiero pedir hoy, y creo es el pedido de todos los católicos y de todos los uruguayos que queremos una sociedad polifónica, que sigas conduciendo con valentía a una Iglesia que, como dijo el Papa Francisco, ojalá esté más accidentada por salir a la calle que enferma por encerrarse.

Así como hace casi 2 años el Papa Francisco nos lo pidió a millones de jóvenes que tuvimos la gracia de estar en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, hoy te lo pedimos a ti: ¡HACÉ LÍO! El Uruguay necesita una Iglesia que haga lío.

Pero, no todos son pedidos. Hoy mas que nunca, quiero decirte que cuentes con nosotros. Que cuentes con miles de jóvenes católicos que queremos llevar el mensaje de Jesús a todos los ámbitos. A las Parroquias, a las escuelas y liceos, a ONGs, al trabajo, a la política, a los sindicatos. Allí, donde nos toca estar, vamos a ser Iglesia, allí va a estar la Iglesia.

Contá con nosotros Cardenal para poder, con el cariño, el consejo y el abrazo de tantos curas, religiosas y laicos comprometidos con sus comunidades, llevar el mensaje de Jesús a nuestros ámbitos contagiando y viviendo, con nuestras miserias y errores, la alegría de ser cristianos.

Querido Daniel, que Dios te bendiga y te ilumine, para bien de nuestro país y de nuestra Iglesia, para que sigamos sintiéndonos orgullosos de tu palabra y de tu ejemplo.

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