Un amigo me escribió para sacarse la duda respecto a una información que escuchó o leyó en la prensa.
Una senadora, según la noticia, afirmó que la decisión del Diputado Andrés Lima, contraria al proyecto de legalización del aborto, se debía a que este legislador es juez canónico. O sea, colabora en el tribunal eclesiástico de la Diócesis de Salto.
Sorprendente. Al igual que ella, mucha gente piensa que algunas decisiones importantes, como estar a favor o en contra de una ley que autoriza el homicidio, para decirlo bien claro y sin vueltas, depende de circunstancias externas, como colaborar en un tribunal de la iglesia y por tanto, estar vinculado a lealtades institucionales.
¿Estará la conciencia ética tan adormecida como para recurrir a una autoridad externa que diga que matar a un bebe en gestación es un crimen? La senadora no ignora la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la vida, la libertad y a la seguridad de su persona”( art. 3), ni desconoce las razones, no religiosas, del Dr. Vázquez cuando vetó la ley.
Cuando una sociedad pierde la sensibilidad hacia los valores éticos fundamentales de una persona y sociedad, los discursos son retórica vacía. Los derechos van y vienen, hoy te los dan, mañana te los quitan. Como una vulgar lotería. Te toca o no te toca, según el momento político o los grupos de presión.
Sorprende la facilidad con la cual algunos niegan un dato obvio, verificado en las primeras semanas de una mujer embarazada. La ecografía muestra los movimientos de una vida humana, con su ADN que lo acompañará hasta el fin de la vida.
Sería penoso y preocupante que una encuesta o una mayoría circunstancial obligaran a un legislador a dar su voto a una ley inmoral, que autoriza a matar al ser humano más indefenso. Es la nueva dictadura del relativismo y del darwinismo social, donde todo puede justificarse según la ocasión y donde el pez grande se come al chico.
Escuchar y obedecer la voz de la conciencia no es vivir con piloto automático sino aspirar a una mayor coherencia día tras día. Se nos cruzan fáciles excusas, criterios pragmáticos o imposiciones del grupo, que hacen tambalear las convicciones y lealtades fundamentales.
La historia muestra lealtades heroicas. Como la de Tomás Moro, declarado patrono de los políticos por Juan Pablo II. Nacido en Londres en 1477, Moro llegó a ser el humanista más grande de su tiempo, miembro del parlamento, luego canciller de Enrique VIII hasta que se negó a reconocer la supremacía espiritual del rey, exigida mediante juramento. Tras la prisión en la Torre de Londres, fue decapitado a los 57 años. Esa lealtad dolorosa fue llevada al cine en la película “Un hombre para todas las estaciones”, vencedora de seis Oscar.
La obligación interior se expresa bajo forma de una necesidad: ¡debo actuar así! Es algo que va más allá de las presiones sociales, los tabú, las normas del grupo o partido. Son leyes convenientes a la persona en cuanto persona. Son leyes “no escritas” que Sófocles (cinco siglos antes de Cristo) celebró por boca de Antígona. “¿De manera que has osado ir más allá de mi ley? le dice Creonte, cuestionándola por haber dado sepultura a su hermano. Antígona responde que existen leyes no escritas de los dioses. “¿Podía por tanto, por temor de quien sea, exponerme a su venganza?” (Sófocles, Antígona, 449-460). La recta conciencia no es el eco de la voz del mandamás ni del partido de turno.
La idea de la conciencia como guía y juez no es tan extraña. Conocemos expresiones: mi conciencia me manda, me prohíbe, me reprocha; la voz o el ojo de la conciencia. “El ojo estaba en la tumba y miraba a Caín” escribe Víctor Hugo.
Las intuiciones éticas hay que educarlas para que se asimilen al comportamiento habitual. Así, un hijo respetará a su madre porque algo dentro se lo impide.
Con respecto a la pregunta de mi amigo, le respondí que Andrés Lima no necesitaba preguntarle al obispo en el caso del aborto. El ya había hecho públicas sus razones contrarias al proyecto. Y le cité unas palabras del Cardenal inglés Newman: “¡brindo por el Papa, pero antes brindo por mi conciencia!”
>> Columna publicada en el Diario “Cambio” del 31 de agosto de 2012