COLUMNA publicada en diario «Cambio» del 11 de abril de 2014
Empecemos hablando de “historia”. Lo común a los diversos enfoques es el intento de buscar, averiguar u observar. En pequeña escala todos lo hacemos. Para conocer un incidente que conmueve al barrio, país o al mundo. Para escuchar las noticias policiales, políticas, religiosas, culturales o los avisos mortuorios. Los programas deportivos, no los partidos,me están cansando, ahora con informaciones sobre la pelota oficial de fútbol del mundial de Brasil.
La historia en cuanto experiencia humana, no como ciencia, no la entiendo como páginas que arrancamos al calendario y dejamos a nuestras espaldas.Los antiguos decían que la historia es “maestra de la vida”. En algunas familias la generación joven de mujeres habla de “las recetas de la abuela”, que al parecer tenían sabores que hoy escasean.
Son parte de la propia identidad algunas vivencias afectivas que dejaron huellas; pienso en el vínculo con una madre o un padre, esposa o esposo. Difícilmente se podrá decir, aunque los hayamos acompañado hasta su última morada en la tierra, que “ya fueron” y sus recuerdos se borraron. Sus rostros, palabras y gestos, como “ángeles” protectores siguen trabajando. Como me dice un hermano “haciendo horas extras”.
Los hilos de la memoria nos ayudan a tejer y dar significados al momento presente, a la página en blanco en la que hoy escribimos nuestra propia historia.
Emociona pisar la tierra que pisó Jesús de Nazaret y mirar el cielo estrellado, el mismo que contemplaban sus ojos. Para mí no fue una gira turística ni arqueológica. Y hasta me molestaban las cámaras de algunos turistas.
Los acontecimientos que recordamos en Semana Santa estánenclavados en una trama con espesor histórico. Acontecieron en un lugar geográfico, Palestina, y en un tiempodeterminado, “bajo Poncio Pilato”, procurador romano de Judea desde el año 26 al 36, según disposiciones del César romano.
Hay semejanzas y enormes diferencias con las fechas patrias que festejamos.Después del himno se hace una evocación de la fecha y se termina con ofrendas florales a los pies de monumento al Prócer.
Cuando los cristianos celebramos, abrimos las ventanas del presente y dejamos que la Palabra de Dios, proclamada, despierte nuestras fibras dormidas y que la ráfaga del Espíritu que sopló el mismo Cristo Resucitado continúe lavando culpas, sanando heridas y abriendo caminos.
No dudamos que la promesa de Jesús de estar con sus discípulos todos los días hasta el fin de los tiempos, tiene la misma realidadque la noticia que escuchamos porla mañana informando sobre un terremoto o fallecimiento. Además esa palabra tiene la garantía de ser la más fidedigna jamás pronunciada en el universo. Porque sin dejar de ser palabra de escritores humanos, es palabra inspirada, con garantía de veracidad.
Los días de la Semana Santa evocan los pasos de Jesús desde su entrada a Jerusalén, el Domingo de Ramos, hasta el gozoso Aleluya del sábado santo, en la noche de Pascua, cuando abrimos el corazón para que la luz de Jesucristo nos purifique y nos regale alas para levantar nuestra condición humana tantas veces cansada por las responsabilidades de la vida o por nuestros errores y miserias.
El futuro ya está aquí. Vean, toquen, confíen, abran el corazón y reciban el Soplo de mi Cuerpo Resucitado, que saliendo del sepulcro, es capaz de dar vida nueva a todos los sepulcros y absurdos de la humanidad.
¿Será posible que un hecho del pasado produzca efectos en el presente? ¿O tendrá sólo un efecto psicológico, estilo Maracaná?
La “realidad” de la Semana Santa y de la Resurrección de Jesucristo no la medimos con el termómetro de nuestras fluctuantes emociones.Esa realidad se nos impone como un torrente que no podemoscontener en nuestras pequeñas manos. Pero estamos seguros que lo que “creemos”, “comemos” y “bebemos” es el mismísimo Cuerpo Glorioso del Hijo de Dios.El protagonista de la Semana Santa, Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, que asumió realmente nuestra condición humana. “El que me ve a mí, ve al Padre” le respondió Jesús al discípulo Felipe. Preparémonos con los ojos de la Fe para “ver” grandes cosas.