Columna del Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti
Todas las realidades de este mundo, incluidas las humanas, oscilan entre dos extremos: son necesarias pero al mismo tiempo implican riesgos. Qué cosa tan necesaria como la libertad humana, pero cuánto riesgo cuando se la usa para asesinar o destruir. Algo semejante podría decirse del fuego, que calienta en invierno y sirve para cocinar, pero cuánta potencialidad destructiva cuando escapa de todo control.
Voy a referirme al agua concretamente, que ha llovido generosamente en estos días. Sin ella la vida se extingue. Daríamos cualquier cosa por un poco de agua si nos encontráramos en un árido desierto.
Sin agua no se darían las condiciones para ningún tipo de vida, ni en la tierra ni en lejanos planetas. Cuánto sueña con un poco de agua el náufrago en una balsa perdida en el océano.
El agua, realidad simple e indispensable, es apta también para referirnos al mundo de los sentimientos, relaciones humanas y hasta de los negocios. ¿Recuerdan el gesto de Pilato que “se lavó las manos” y prefirió la simpatía del César antes que jugarse por la verdad?
Para defender la privacidad del hogar se oye decir que “los trapos sucios se lavan en casa”. O cuando un banco exige la firma cuando un cliente hace un movimiento importante de dinero le exige dejar constancia que esa movida no entra dentro del circuito del “lavado de dinero”.
La lluvia copiosa de estos días que ha obligado a suspender espectáculos de carnaval o que arruina las expectativas de bañarse en la playa, muestra el lado inoportuno del agua.
La Misa que celebró el Papa Juan Pablo II en Montevideo, en su primera visita a nuestro país, coincidió con una noche de fuertes lluvias. Los que se instalaron desde la noche anterior en Tres Cruces agarraron lo peor de chaparrón, tapándose como pudieron para estar lo más cerca posible del Papa. Al comienzo de la Misa el agua se calmó y hasta se vieron brillar los rayos del sol. Al despedirseantes de salir hacia el aeropuerto el Papa hizo los habituales agradecimientos y al decir “gracias al sol” un espontáneo coro de aplausos se sumó felicitando al sol. Pero luego de un breve silencio, continuó Juan Pablo II y añadió: “y gracias también por el agua!” Creo que pocos esperaban la mención al agua inoportuna, que había molestado a los que desde la víspera esperaban estoicamente en las primera filas. El agradecimiento al “agua” arrancó más aplausos todavía. ¡Y qué oportuno que resultó la mención a la fastidiosa pero tan necesaria agua!
Otra cosa son los pronósticos, previsiones y alertas que nos obligan a suspender o trasladar actividades. Cuando era chico mi padre se desempeñaba como director del servicio meteorológico y un día la presidencia pidió un pronóstico para una actividad que se organizaba en los jardines de la residencia presidencial. Mi padre tomó a su cargo el pronóstico y anunció lluvias lo que llevó a la suspensión de la feria. Pero no llovía. Nosotros vivíamos en lo que hoy es el Suárez Chico, salimos en el auto y mi padre detuvo el auto frente a la residencia presidencial, como para verificar “in situ”la lluvia. Pero nada. Y mi padre nos dijo: al primero que vea llover le doy 5 pesos!! Por lo que recuerdo, la lluvia no llegó, aunque el cielo estaba gris y no se veían las estrellas.
Hoy con tanto equipo satelital el oficio de hacer pronósticos meteorológicos se ha facilitado. Pero de todas formas siempre hay márgenes de error. Quizás nos hemos vuelto demasiado exigentes, al pretender que la naturaleza se adapte a nuestros carnavales, viajes o vacaciones. Y lo que no se adapta a estos cálculos lo llamamos, como días atrás se decía en California, fenómeno “caprichoso”.
“Alabado seas mi Señor por la hermana Agua, la cual es muy útil, humilde, preciosa y casta”, cantaba San Francisco de Asís. Mirar la naturaleza no como dominio de nuestra voluntad de poder sino como “hermana”, requiere recuperar la disposición contemplativa en nuestra agitado estilo de vida, hoy quizás bastante ausente en nuestras experiencias humanas, marcadas por el dominio y la transformación.
Columna publicada en el Diario «Cambio», el viernes 7 de febrero de 2014