(Padre Horacio Bojorge )
I
Un pampero de Dios te agita el manto
y es como el ceñidor de tu vestido.
En el abrazo de ese Viento santo
tu cuerpo es levantado y sostenido.
II
Amaste siempre a Dios y a Dios primero
y esperaste con fe lo que El promete.
Por eso está a tus pies el mundo entero
y, en ese amor, todo se te somete.
III
Te quedas quieta y dejas que te mueva
la voluntad de Dios. Y El te levanta
para mostrarnos a los hijos de Eva
una madre mejor: dócil y santa.
IV
Tú exultas y te gozas y complaces
– olvidada de ti – en el plan divino.
Secundas al Señor en lo que El hace
desde el principio al fin de Sus caminos.
V
Acatas al que humilla y enaltece,
y abate al poderoso de su trono;
al que se fija en los que no parecen:
en Santa Teresita y en San Cono.
VI
Eres la humilde entre las más humildes.
Eres chiquita para los pequeños.
Para verte de cerca y accesible
labró un humilde este modesto leño.