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Walter Elías Chango Rondeau

Joven, laico  y uruguayo. La vida no se mide por los años ni la santidad por cuanto has hecho se puede vivir mucho y vivir mal y hacer obras muy grandes sin amor.

El 1 de noviembre de 1921, en la ciudad de Montevideo, nació Walter Elías Chango Rondeau.

Sus padres fueron Pedro Chango y Teresa Rondeau. Creció en un hogar cristiano dignificado por el trabajo y la honradez.

Fue bautizado en la parroquia Ntra. Sra. de la Paz (Canelones), el día 6 de enero de 1922.

Celebró su primera Comunión el 8 de noviembre de 1931, en la Iglesia de la Inmaculada Concepción (vascos) en Montevideo.

Ingresó al Colegio de la Sagrada Familia, dirigido por los Hermanos del Instituto del mismo nombre, el 6 de marzo de 1933.

“Un apóstol de la Eucaristía”

Desde niño se distinguió por su amor a la Eucaristía. Walter que tanto amaba a Jesús, no se contentaba con manifestarle su amor, sino que conducía a otros al encuentro con Cristo. En una ocasión un compañero de su colegio, hacía alarde de que ya llevaba bastante tiempo sin confesarse y sin comulgar. Walter por su parte encendido de fervor comenzó a hablarle de la importancia de recibir los sacramentos y de la presencia de Jesús en ellos, que su compañero no tardó demasiado en retomar la práctica sacramental.

La comunión es la vida del alma.

Lejos de ella nuestra alma languidece y muere, incapaz de esfuerzo ni de mejoramiento”. (miércoles 17 de agosto, 1938).

“Incompresible grandeza de la Eucaristía!

El Dios eterno, infinito en toda perfección, oculta su grandeza bajo el velo aparente de una blanca hostia, para darse en alimento al hombre infinitamente indigno de recibir la suprema grandeza”. (jueves 18).

“Si el hombre no tuviera más pruebas de la Presencia Real que los efectos de una comunión bien hecha, con esa sola le bastaría”. (jueves 18).

“El hombre tan presto en agradecer los mezquinos favores de las criaturas, cuan insensatamente ingrato se muestra para con Cristo que en un acto de generosidad infinita le da su propia carne en alimento”. (viernes 19).

“Dios se dio a sí mismo”…

Durante la preparación al Congreso eucarístico de 1938 que se realizó en Montevideo, trabajó incansablemente. Había reproducido con sus propias manos el logotipo del congreso y lo repartía entre sus vecinos para que estos lo colocasen en sus puertas, creando de este modo ambiente para la celebración de dicho congreso. Pero Walter no solamente se quedaba en una mera propaganda sino que vivía ese momento como un apostolado, una ocasión para encontrarse con otros y compartir la fe. Durante el proceso diocesano uno de los testigos declaró que Walter le hablaba a la gente con tanta elocuencia que bien parecía un sacerdote. Sin embargo Walter sentía profundamente su vocación laical y la vivía con radicalidad y entrega.

«La misa es una acción, un acontecimiento visible, una relidad exterior, en la que debemos tomar parte y colaborar. La misa no es una representación o recuerdo, es una realidad presente.»

«La misa del domingo debe influir, debe modificar toda nuestra vida durante la semana entera. Toda la semana debe estar centralizada, regida por la misa, que debe ser algo así  como el sol que ilumine, que transforme toda aquella semana.»

Su devoción por María

Diariamente rezaba el rosario, pero en sus últimos días cuando ya no era capaz de concentrarse en la oración repetía jaculatorias marianas mientras pasaba las cuentas.

Su amor por los pobres y los enfermos

Solía repetir: “lo que doy a los pobres a Cristo se lo doy”, y tenía la capacidad de ver en el prójimo al propio Jesucristo “que fácil nos sería un pequeño sacrificio de un gusto para poder darle a Cristo en sus pobres”.

Cada vez que podía iba al mercado a buscar frutas y verduras que le daban y que luego repartía entre los más carenciados. En los ratos libres fabricaba juguetes para los niños más pobres de su barrio. Visitaba a los enfermos infundiéndoles ánimo y serenidad.

Catequista a tiempo completo

Su primo y ahijado Enrique Rondeau afirma haber tenido el honor y privilegio de que el mismo Walter fue quien lo preparó para hacer la primera comunión. Y así lo dijo: “Era un catequista a tiempo completo, no solamente cuando nos encontrábamos para el momento específico de recibir el catecismo, sino que en todo momento y con naturalidad me trasmitía valores cristianos y me hablaba de Cristo”.

Amaba su parroquia y su colegio

Su vida parroquial estaba marcada especialmente por dos actividades: la Acción católica y la congregación laical a la cual pertenecía dedicada a la Inmaculada Concepción y a San Estanislao de Kostka. En la parroquia – Basílica de Ntra. Del Carmen de la Aguada, se dirigía espiritualmente con el padre Atilio Nicoli quien posteriormente se convirtió en un propagador entusiasta de la conocida fama de santidad del Siervo de Dios.

En el colegio Sagrada Familia, Walter era el encargado de juntar la limosna para las misiones, y mostraba mucha alegría y entusiasmo cuando la misma era abundante. El por su parte no escatimaba en generosidad.

Estudiante y oficinista ejemplar

Como estudiante Walter era el mejor alumno de su clase, pero no competía para alcanzar o mantener este puesto buscando premios o aplausos. Humildemente y hasta con cierta timidez se acercaba a recibir los numerosos premios que le eran concedidos. Llegó incluso a ganar la medalla de oro que en aquellos años concedía el colegio de la Sagrada Familia a los mejores estudiantes. Sus compañeros le recordaron siempre con simpatía y aprecio porque no veían en el a un estudiante soberbio que hiciera alarde de sus conocimientos sino que por el contrario a un compañero ejemplar, siempre dispuesto a dar una mano a quien se le acercaba pidiendo ayuda.

Walter sabía aprovechar bien el tiempo y estudiaba con gran esmero. Al acercarse el período de exámenes intensificaba las horas de estudio. Valoró el tiempo según sus propias palabras, “como precio de la eternidad” y trató de no perderlo.

Al finalizar sus estudios consiguió un empleo donde trabajo como oficinista. Si bien trabajo poco tiempo porque comenzaron pronto los síntomas de su enfermedad, dejó huellas imborrables por su compañerismo.

Algunas de sus frases

“No tenemos derecho a ser mediocres.”

“Deseo conquistar la santidad.”

“No basta que yo sea bueno, es necesario que trabaje para que sean buenos mis compañeros, no basta que yo sea honrado, también debo anhelar que sean honrados mis compañeros. El apostolado exige el sacrificio, nada grande, nada bueno se hace sin ningún sacrificio, el que es cristiano y oriental debe saber que no debe amar las vulgaridades sino lo que es bueno, excelente aunque deba sacrificarse hasta lo último.”

Siguió a Cristo por el camino de la Cruz

Al sentir cercana su muerte pidió la Santa Unción y luego de recibirla besó sus manos ungidas con extraordinario fervor.

Pidió a sus padres la bendición y luego tomando su crucifijo los bendijo a ellos. La enfermedad avanzaba. Llamaba la atención su serenidad, su cristiana entereza frente al sufrimiento, su profunda paz interior, su fe inmensa y su alegría durante la enfermedad.

Con total abandono a la voluntad de Dios decía:

“Estoy en manos de Dios. Sea lo que Él quiera.”

Siguió a Cristo por la vía del dolor, valientemente, sin mirar atrás. Un día estaba muy abatido porque a causa de sus frecuentes vómitos no podía comulgar.

El padre Atilio Nicoli, su confesor y director espiritual, le habló del abandono de Jesús en la Cruz. Esta reflexión lo tranquilizó y tomando en sus manos un crucifijo se puso a contemplarlo profundamente. Poco después apretándolo entre sus manos exclamó: “Muero tranquilo”. Estas fueron sus últimas palabras.

Walter que amaba a Cristo irradiaba a Cristo tanto en su vida como en el instante de su muerte.

“No somos de este mundo, somos de Dios y vamos a Dios.”

A las 19.00 horas del día 18 de noviembre de 1939 entregó su alma a Dios.

Fue enterrado en el cementerio de la Teja. Sesenta años después, el 18 de noviembre de 1999 sus restos fueron trasladados a su Parroquia, la Basílica de Nuestra Señora del Carmen de la Aguada.

Es visitado con respeto y devoción por muchos fieles, especialmente los días 18 de cada mes en que se celebra la Eucaristía por su eterno descanso.

El padre Nicoli dejó escrito que aquellos que lo conocieron dijeron: “Ha muerto un santo”.

“Y florecieron los rosales”

Cuando Walter enfermó de tuberculosis, sus padres se trasladaron con el desde el centro de la  ciudad a un lugar más alejado, tranquilo y lleno de árboles, con la esperanza de que el cambio de ambiente le haría bien a su salud. En la nueva casa había un jardín con una fuente. Allí, Walter cuando se sentía mejor y no estaba en cama, recorría el jardín o se sentaba bajo la sombra de un magnolio. Un día mientras estaba en el jardín con su madre, le dijo: “Mamá cuando yo muera me has de cubrir con esas rosas”. Dijo eso señalando los rosales que rodeaban la vieja fuente. Cuando Walter murió, su madre recordó el pedido de las rosas y fue al jardín esperando encontrar al menos una, pero desafortunadamente no encontró ninguna. Más tarde, gente que estaba en el velatorio comentó acerca de la agradable fragancia que se sentía. De inmediato corrió la noticia entre los presentes, el magnolio y los rosales están cubiertos de flores. Cortaron las rosas para colocarlas en el féretro y nuevamente volvieron a florecer. El portento se repitió tres veces hasta cubrir por completo el cuerpo del Siervo de Dios. El hecho fue presenciado por diversas autoridades eclesiásticas entre las cuales se encontraba el Obispo coadjutor de Montevideo, Mons. Barbieri, quien posteriormente se convirtió en Cardenal de dicha sede.

Entre los laicos presentes se hallaba también un compañero de trabajo de Pedro Chango, padre del Siervo de Dios, quien siendo testigo de los milagros acaecidos comenzó en ese momento un proceso de conversión cristiana.

Rosales que siguen floreciendo

Si bien es bastante común encontrar rosas sobre la tumba de Walter, que con devoción depositan los peregrinos en recuerdo de aquellas que florecieron en su muerte; otros son los rosales que siguen floreciendo. Pues la caridad del Siervo de Dios se continúa en tantas personas que acercan alimentos, ropa, juguetes y útiles escolares u ofrecen desinteresadamente parte de su tiempo para dedicarlo a Cristo y así poder decir con Walter: “lo que doy a los pobres a Cristo se lo doy”.

Otras obras que llevan su nombre son el Instituto Walter Chango y el Museo parroquial, este último fue inaugurado durante el jubileo del año 2000. El Instituto brinda a los estudiantes un sin fin de posibilidades para aprender manualidades, idiomas, pintura al óleo, dibujo, fotografía, cocina, repujado en cobre, computación, etc. Y el museo además ofrece a los visitantes la ocasión de poder apreciar ornamentos antiguos, objetos sagrados y algunas pertenencias del Siervo de Dios como por ejemplo libros que utilizó, documentación propia y fotos. El museo Walter Chango, si bien es pequeño deja en los visitantes un rico sabor a historia y es al mismo tiempo un estímulo para valorar nuestro patrimonio y poder así compartirlo con otros.

Nota: Esta biografía del presbítero Raúl Díaz Corbo, está basada en los testimonios y documentos recogidos en las actas del proceso de canonización del Siervo de Dios, durante la fase diocesana.

Roma, 21 de marzo de 2004

Oración

Padre de Bondad y de Gracia, principio y fuente de toda santidad,
que miraste a tu hijo Walter Elías y enriqueciste su corazón con un amor inmenso a Jesús Eucaristía y a los pobres, concédenos por su intercesión la gracia que necesitamos.

(indíquese aquí la gracia deseada).

Te rogamos, conforme a tu Voluntad, podamos pronto venerarlo en la gloria de los altares como modelo y guía de tu pueblo en camino. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén

(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)

Páginas web que se pueden visitar en relación a Walter Chango: