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Homilía de Mons. Luis Eduardo González, en el inicio de su
ministerio pastoral como Obispo de la Diócesis de Mercedes

Domingo 26 de noviembre de 2023

Catedral Nuestra Señora de las Mercedes (Mercedes, Soriano)

Queridos hermanos, -y también me animo a decirles, aunque hace pocos días que estoy entre ustedes- querida comunidad diocesana: en esta Solemnidad donde proclamamos como Iglesia, a Cristo, Rey del Universo, estamos viviendo una nueva etapa en la vida de la Diócesis. Yo estoy viviendo este momento con alegría y entusiasmo, con serenidad y paz interior. Y agradezco a Dios, iniciar mi ministerio episcopal como obispo de la diócesis de Mercedes junto a todos ustedes. Sin duda, cada vez que nos encontramos en la Santa Misa es en acción de Gracias a Dios. Y hay muchos motivos en el día de hoy. De mi corazón quiero expresar la GRATITUD a DIOS por la presencia de ustedes, y en ustedes reconozco que en el camino de la vida, Dios se manifiesta en cada persona, como un Don a recibir. Agradezco al Papa Francisco que ha confiado en mi persona para este ministerio pastoral que hoy inicio entre ustedes y con ustedes. A los obispos presentes, el Card. Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, donde compartí mis primeros cinco años como obispo auxiliar; al Nuncio apostólico Gianfranco Gallone, y al secretario de nunciatura el Pbro. Stephen. A los obispos integrantes de la CEU hoy presentes (en la persona de Mons. Arturo Fajardo, presidente de la CEU) y a quiénes están acompañando espiritualmente este momento, de manera especial, mi recuerdo y gratitud a Mons. Rodolfo Wirz, quién me ordenó sacerdote en la Diócesis de Maldonado y hoy se encuentra en el Hogar sacerdotal. Saludo y agradezco la presencia y cercanía del obispo argentino y hermano, Mons. Héctor Zordán, obispo de Gualeguaychú. Y quiero mencionar, de manera particular, a Mons. Carlos Collazzi, ahora obispo emérito de Mercedes, hermano mayor, que ha estado en todos los detalles desde el día de mi nombramiento, que me está acompañando como un Padre y Pastor que ha entregado su vida como obispo de esta Diócesis durante 28 años. El pueblo de Dios te aprecia, te quiere y te agradece toda tu entrega por ellos. Mons. Carlos, en estos meses, ha tenido la oportunidad de recorrer toda las comunidades parroquiales de la diócesis recibiendo el cariño y la gratitud de todos. Quiero agradecer de corazón al Presbiterio de la Diócesis de Mercedes, que me recibió desde el primer momento con mucha fraternidad y cercanía, a los diáconos permanentes, a los religiosos y religiosas, y los laicos de las diferentes comunidades parroquiales que me han hecho llegar su saludo de bienvenida. A todos los sacerdotes, diáconos permanentes y vida consagrada de otras diócesis que han podido venir, en especial de la Diócesis de Maldonado, y de mi comunidad de origen, la Parroquia Sagrada Familia del pueblo Gregorio Aznárez. A quienes han venido de la Arquidiócesis de Montevideo, y de manera particular, a quiénes han podido venir de la comunidad de la Parroquia de la Asunción y San Carlos Borromeo, donde compartimos algunos meses del año y tengo un recuerdo especial.  Al Seminario Interdiocesano Cristo Rey, al rector, formadores y seminaristas, y las personas cercanas a la casa de formación. Al Seminario Redentoris Mater. También, a tantos amigos y amigas de la vida, hermanos en la fe, que el Señor me ha permitido conocer y compartir parte del camino de la vida. Quiero mencionar con gratitud a la comunidad de la Catedral, al P. Germán y el P. Federico que junto a la comunidad han preparado con mucho cariño y disponibilidad esta celebración. SIN DUDA, COMO SIEMPRE QUE TENGO POSIBILIDAD LO HAGO, GRACIAS A MI QUERIDA MADRE, MARÍA TERESITA, A MIS FAMILIARES, AQUÍ PRESENTES, LO QUE LLEVO EN EL ALMA DE ESTA VOCACIÓN QUE NACIÓ EN MI FAMILIA Y CON LA AYUDA DE MUCHOS OTROS FUERON Y SON INSTRUMENTOS DEL SEÑOR. También agradezco, a las autoridades civiles presentes. Al Sr. intendente de Soriano: Guillermo Bezzosi y el Sr. intendente de Colonia: Carlos Moreira, a los diputados nacionales, a la Sra. Jefa de la  Junta Departamental de Soriano y a los ediles presentes de ambos departamentos. A los Jefes de Policía de Soriano y de Colonia respectivamente, al Jefe de Brigada de Colonia y a quienes representación de distintos organismos e instituciones.

Vinimos de distintos lugares (yo vengo del este del país, pasando por el sur, y ahora en el oeste) por iniciativa del Señor. Y todos tenemos historias y caminos diferentes, y aquí estamos proclamando como Iglesia, a Cristo, Rey del universo, reinando en el mundo y en el corazón de quién lo recibe como el Camino, la Verdad y la Vida. Es el Señor quién nos une en su Espíritu. Cada año, escribimos algo de nuestra historia personal, eclesial, social y universal en dialogo con Dios, que camina a nuestro lado.  Podemos pensar por un momento: ¿Dónde reina Dios, si en el mundo hay guerras, destrucción, atentados contra la vida, miseria, hambre, enfermedades, odio, y tantas situaciones humanas tristes?. ¿Por qué decir que Cristo Reina si no cambia esta realidad mundial, social y personal?. Podemos pensarlo, decirlo y hasta creerlo. Pero, también podemos abrir el corazón a Dios, y tratar de conocer a este Rey y cómo es su reinado en el mundo de hoy. Es un Rey que reina de manera especial, no es como muchas veces lo pensamos o lo esperamos. Es tan distinto a los reinados que propone el ser humano y sobre todo, cuando se quiere reinar con decisiones que deshumanizan y se alejan del bien de la persona. Nuestro Rey reina conforme a su corazón de Buen Pastor, es un reinado pacífico, lleno de compasión y misericordia, es manso y humilde y gobierna siendo el servidor de todos, no de algunos. Así, lo experimentamos tantas veces en la vida, así creemos por la fe que su reinado no tiene fin y nadie lo puede destruir. No lo decimos por soberbia y fanatismo, lo decimos desde la certeza que nos da la fe. Creemos verdaderamente lo que anunciamos: NUESTRO DIOS, TIENE  como poder supremo EL AMOR QUE NOS TIENE. Y ESE AMOR ES CAPAZ DE TRANSFORMAR HASTA UN CORAZÓN QUE EN SU LIBERTAD LO RECHAZA. Hacer experiencia interior de que es así realmente, es lo que queremos anunciar con humildad y sencillez, con ternura y compasión, con respeto y diálogo, para que otros crean en Jesucristo.

Esta celebración de Cristo Rey tiene un mensaje profundo para nosotros y para la humanidad. En la vida siempre habrán tensiones entre vivir en paz, amar, dialogar, hacerse cercano a los demás, servir con generosidad o la posibilidad de vivir para nosotros mismos y elaborar el camino que  se prefiera. Se trata de elegir cómo vivir el camino de la vida y si libremente quiero que Dios sea el fundamento de todo lo que hago o no. En esa situación estamos todos. No es fácil para nadie descubrir los caminos de Dios. Pero, si escuchamos con fe su Palabra, se iluminará la mente y el corazón.

En la primera lectura, el profeta Ezequiel nos dice, con la imagen del pastor y su rebaño, que Dios es nuestro pastor, que se ocupa de su rebaño. Está cerca, lo conoce, sabe lo que les pasa en todo momento. Y esta afirmación la dice en un contexto difícil para todo el pueblo de Dios, vienen del destierro de Babilonia. El contexto es fundamental para comprender lo que sucede. El contexto no es de una situación donde está TODO BIEN. El profeta habla de confiar y tener  esperanza porque Dios es el Buen Pastor que se hace cargo de su rebaño. El obrar de Dios siempre será para el bien de su rebaño. El amor de Dios se manifiesta plenamente en Jesús, verdadero Dios hecho hombre, que nos revela que Dios Padre quiere que todo el rebaño se salve y llegue al conocimiento de la verdad. En el Evangelio, Jesús utiliza la misma imagen del Pastor, y se identifica con Dios, que es el Buen Pastor y también se identifica con las ovejas del rebaño, en especial, las que pasan necesidades y necesitan la ayuda de los demás: las más vulnerables, las que piden pan y agua, ropa o piden ser recibidos, las que esperan que los visiten, las personas privadas de libertad, pero podemos agregar las que hoy piden paz, las que piden atención y un poco de amor, las que están perdidas, las que sufren, las que están solas, las que necesitan amor y ternura, las que quieren encontrar el sentido de su vida y una razón para vivir, las que están cansadas y agobiadas. Y podemos decirle a Jesús, ¿cuándo te vimos así?. Pensemos bien, y nos daremos cuenta que Jesús, Buen Pastor, está muy cerca de nosotros, sobre todo, en el contexto de dificultades. Y el Rey del Evangelio hoy nos vuelve a decir que Él está presente en aquellas personas que nos piden ayuda, que están necesitadas de atención. También Jesús nos recordará que hay ovejas que no están en el rebaño y también se les acerca y las busca.

Hoy, ese rebaño, somos todos nosotros, hijos de Dios, y el mismo DIOS, SE HACE CARGO DE NUESTRA VIDA Y NOS CUIDA CON AMOR. Sentimos la cercanía y el CONSUELO que proceden de Dios en momentos de la vida que son difíciles de vivir.  El Buen Pastor quiere que actuemos y tratemos a los demás como somos tratados nosotros por Él. Hacerse cercano a los demás, buenos samaritanos, salir a buscar, dar oportunidades, perdonar para seguir amando, curar heridas, cargar con la vida de otros, y tantas actitudes que Jesús tiene con nosotros.  Por eso, hoy podemos cantar con el salmista que estando cerca de Dios, NADA NOS FALTA.

Ese Dios, Buen Pastor también es Juez de cada persona. Pero, no es un juez que infunde miedo y terror, que aleja a los hombres de su corazón y los expulsa a la oscuridad y la muerte. Jesús, Buen Pastor, nos dice que Dios es juez desde el amor que nos tiene, es bondadoso y compasivo, es paciente y manso en el actuar. Es Todopoderoso porque ama. Desde el amor verdadero de Dios, vamos comprendiendo que significa amar a Dios y a los demás. Y ese amor de Dios en el corazón de cada persona, se transforma en la  fuerza vital en toda momento de la vida. HABRÁ UN MOMENTO DECISIVO AL FINAL DE LA VIDA Y DEL MUNDO, pero el más importante es lo que vamos viviendo CADA DÍA, la vida cotidiana. EL FINAL de la vida lo vamos escribiendo con las actitudes de cada día.

HOY,  ESTOY ENTRE USTEDES ENVIADO POR EL SEÑOR COMO OBISPO, quisiera caminar junto con TODA la comunidad diocesana y con todas las personas de buen corazón que quieren servir y defender la vida y la dignidad de cada persona. Entiendo que ser obispo es buscar la comunión con Dios y con su pueblo santo. Ser una Iglesia samaritana, cercana y abierta, que escucha de la Palabra de Dios para aprender a escucharnos unos a otros. Que en las dificultades que nos tocarán vivir, estemos unidos como Iglesia, para vivirlas confiando en Dios.  Que no tengamos miedo de entregar la vida y arriesgar en las decisiones que sean fruto de la oración creyente. EN LA VIDA SE APRENDE SIEMPRE Y HASTA EL FINAL. Quiero aprender a vivir en estas tierras de Soriano y Colonia, en este lugar fértil, no solo en los campos sino en el campo interior de cada uno. Allí donde se juega lo maś importante de todo. Dios ha hecho tanto bien en esta diócesis. La siembra que otros han realizado, se transformó en crecimiento y cosecha para otros. Aquí hay entre nosotros, testigos del obrar de Dios. Obispos, sacerdotes, diáconos permanentes, religiosos y religiosas, laicos comprometidos en las comunidades que son de esta tierra fecunda, de esta Iglesia que visitó Jacinto Vera, trayendo el Evangelio con su vida. Aquí, hay diferentes vocaciones que Dios ha enviado, y hoy continúa llamando a los jóvenes a ser parte del Reino de Dios, a soñar un mundo diferente, donde el Rey sea Jesús, Buen Pastor.

Queridos hermanos, con el agradecimiento a Dios, también le pido, que lo que Él quiere de mí, se haga realidad, y poder ser un obispo según su corazón. Me encomiendo al corazón de María, Nuestra Señora de las Mercedes, Madre de Dios y Madre de la Iglesia, que ha cuidado a esta diócesis desde su nacimiento, y camina a nuestro lado. Que María nos enseñe a partir sin demora en el servicio a los demás. En el himno a la Virgen de las Mercedes, cantaremos que María es esperanza de los pobres, alivio de los que sufren, liberación de los cautivos, bendición de los que se aman. Me ha llamado la atención que cada día a la mañana, se escucha desde esta Catedral, el Ave María. Me ha llenado de emoción sentir la cercanía de María, nuestra Madre, a la que reconozco desde mi infancia, muy cerca y presente. Que las huellas del beato Jacinto Vera, y la de todo el pueblo santo de Dios, sean para mí una señal que me indica por dónde viene el camino y descubrir que caminos recorrer en adelante.  Que tu Reino, Señor se manifieste en mi vida y en la diócesis, y en comunidad podamos escuchar de ti: «Vengan benditos de mi Padre y reciban la herencia del Reino”.  Que todo sea POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL para Gloria de Dios.