Primera Santa del Uruguay (Fiesta 9 de AGOSTO)
Av. Carlos Ma Ramírez, 56 – Belvedere
Montevideo.- Teléfono 2309 39 83
Sitio WEB oficial: https://www.scmrubatto.org/
Biografía
Ana María Rubatto nació en Carmagnola, Provincia del Piamonte, (Italia) el 14 de febrero de 1844. Cuando tenía cuatro años, quedó huérfana de padre. A los diecinueve años perdió a su madre, tras lo cual fue a vivir a Turín. Cultivó desde pequeña una profunda espiritualidad, fruto del amor a Dios que fue incorporando en la vida cotidiana de su familia. En la capital piamontesa entró al servicio de la noble Mariana Scoffone, de la que fue dama de compañía y colaboradora en la administración de su ingente patrimonio desde 1864 hasta 1882. Durante esos años Ana María se dedicó a las obras de caridad, a la enseñanza del catecismo a los niños, a la visita a los enfermos del Cottolengo y a los abandonados. En el verano de 1883 se trasladó a Loano.
Un día, al salir de la iglesia, oyó lamentos y llanto: una piedra se había caído de una construcción y había herido en la cabeza a un joven peón. Ana María socorrió al muchacho, lavó y curó la herida y después de darle el equivalente a dos días de trabajo, lo envió a la casa para que se recuperara. La construcción debía albergar a una comunidad femenina, para la cual se estaba buscando una directora: el padre capuchino Angélico de Sestri Ponente, que apoyaba esta iniciativa, pensó que Ana María Rubatto podía ocupar el cargo de directora.
Ana María recibió la invitación con bastante sorpresa pues ya contaba con 40 años y tenía la vida bastante resuelta. Discernió la propuesta con su director espiritual y con Don Bosco con quien trabajaba en los oratorios. Después de mucho rezar y pedir luces a sus consejeros, decide ser parte de esta nueva familia religiosa. La Congregación nació el 23 de enero de 1885 donde y otras cinco jóvenes comienzan esta aventura de fe y coraje. Cambió su nombre por el de Hermana María Francisca de Jesús. Se convirtió, por mandato del obispo diocesano, en superiora, pero sobre todo en madre y formadora. Fue éste el inicio del «Instituto de las Hermanas Capuchinas de la Madre Rubatto». Tres años después, el instituto comenzó a dilatarse: Génova-Voltri, San Remo… En 1892 cruzó el océano con otras hermanas y fundó casas en Montevideo. Siguió la misión en Uruguay, Argentina y Brasil. Siete veces atravesó la fundadora el océano para estar al lado de las hermanas en los dos continentes. Abrió dieciocho casas en los veinte años de su gobierno. Durante los ocho años que duró en total su estancia en América, fueron incontables los viajes de Uruguay a Argentina y de una casa a otra. Fundó también en Alto Alegre (Brasil) en 1899, pero 18 meses más tarde las religiosas fueron asesinadas con los misioneros capuchinos y muchos fieles.
Como Superiora General del nuevo Instituto, se preocupó de organizar las casas de Italia, dejando a la Madre Angélica como su vicaria en el viejo continente. Viajó a América para lo que iba a ser una visita pastoral de pocas semanas, pero que en realidad se prolongó por más de un año. Allí, en Montevideo, la sorprendió la muerte el 6 de agosto de 1904, dejando un claro testimonio de entrega a Dios y a los hermanos más necesitados. Su ejemplo de vida es luz y aliento para sus hijas y tantos hermanos que se sienten estimulados con su vida de santidad. Juan Pablo II la beatificó el 10 de octubre de 1993.
Hija del fuerte Piamonte
Carmagnola es un floreciente centro agrícolo-comercial poco distante de Turín. Tierra de fe robusta y de intensa práctica religiosa. En esa región de sanas tradiciones y de fuerte celo pastoral, nació en el seno de una familia de fe simple y genuina, Anna Maria Rubatto, el 14 de febrero de 1844. Su futuro director espiritual, refiriéndose a este período, dirá de Anna María: “se ofreció a Dios desde la infancia con voto de virginidad, rechazando una posición acomodada con un escribano de Carmagnola, quien, la esperó en vano durante muchos años para convertirla en su esposa.”
Vicisitudes familiares, entre ellas la muerte de hermanos más pequeños, a causa de la difundida mortalidad infantil, así como también la pérdida de sus padres, determinaron su traslado a Turín a la edad de 19 años.
En Turín la recibe la ilustre Señora Marianna Costa Scoffone. Anna Maria fue para ella colaboradora, dama de compañía y consejera en la administración de su grande patrimonio, el que, a su muerte, y de acuerdo al testamento, pasaría al Cottolengo de Turín. Comienzan así a revelarse las primeras expresiones de caridad unidas a una inteligente capacidad de organizarla; más tarde, tales dotes darán origen a una empresa de relevancia no poco común.
La Casa de la Divina Providencia
Los años de permanencia en Turín fueron para Anna María un período de intenso compromiso espiritual y caritativo. Tuvo óptimos directores espirituales, como por ejemplo el Padre Felice Carpignano y el Canónico Bartolomeo Giuganino. Pero la medida del nivel espiritual de un alma está siempre dada por la vivencia de la caridad.
Turín, ciudad de Santos
En ese momento florecía en Turín toda una constelación de Santos dedicados a fomentar obras de caridad. Entre ellos se pueden mencionar a San Leonardo Murialdo quien daba vida a establecimientos destinados a la preparación profesional de los adolescentes para diversos trabajos; a Don Bosco, con la fundación de los oratorios, quien salvaba a los niños de los peligros de la calle, encaminándolos hacia una vida honesta.
En medio de estas obras, transcurría su vida, también inserta en la pequeña casa de la Divina Providencia fundada por Cottolengo. Para Anna Maria Rubatto esta casa representó el inicio de su camino hacia la caridad: aquí Dios iba infundiendo en ella el amor y el servicio a los más pobres.
Los testimonios en los procesos de su beatificación, presentan un abanico muy amplio de obras de caridad con las cuales la joven Rubatto se comprometía: “asistía a muchas Parroquias de la ciudad con el fin de enseñar el catecismo a los niños”; “visita a los enfermos del hospital del Cottolengo”. Además, “se dedicaba a pedir limosna para los pobres y llegaba hasta los suburbios de Turín para socorrer a los abandonados”.
Retoños de caridad y de servicio los que, a la hora del llamado de Dios, irán asumiendo formas propias en una congregación que florecerá desde el interior de su corazón. A través de circunstancias aparentemente fortuitas, Dios va siempre preparando a aquellos a quienes destina para grandes empresas.
En Liguria de Poniente
Establecida en Loano, sobre la costa lígure del Poniente, en el verano de 1883, para aprovechar los baños de mar junto con su hermana Magdalena, Anna Maria empezó a asistir a la iglesia de los Capuchinos. Cerca de la iglesia había un edificio en construcción. Una mañana de agosto, saliendo de ella, se encontró con una escena dolorosa. Una piedra que había caído de los andamios de la obra había herido a un adolescente albañil en la cabeza de la que emanaba abundante sangre.
Anna María socorrió al joven, lavó y curó la herida; y, otorgándole un salario equivalente a dos días de trabajo, lo mandó a su casa para que pudiera descansar. La obra en construcción estaba destinada a albergar a una naciente comunidad religiosa femenina. Como resultado de su comportamiento con el obrero, Anna María fue invitada a formar parte de dicha comunidad. La promotora de la iniciativa fue la Señorita María Elice, ayudada por el Padre Angélico, capuchino. Se trataba de un pequeño núcleo de jóvenes que iniciaban una vida comunitaria inspirándose en el ideal de San Francisco como Terciarias Capuchinas.
Refugiada en la oración, en la reflexión y en los consejos, Anna María comenzó el noviciado el 23 de enero de 1885, adoptando el nombre de Sor María Francisca de Jesús. Paralelamente al enfoque del noviciado como escuela de vida religiosa auténticamente franciscana prontamente demostró su formidable capacidad organizativa en obras de beneficencia. Se perfilaba desde ya como la futura misionera serenamente libre, porque estaba entregada por entero a Dios, deseosa sólo de la salvación de las almas, sin preocupación por los prejuicios y los condicionamientos puramente humanos. Tuvo como claro objetivo desde sus comienzos la inclinación para evangelizar a los más pobres mediante obras de caridad. Niños y adultos encontraban en ella un recibimiento amoroso: los buscaba y los ayudaba a resolver situaciones difíciles. Se acercaba a los pescadores y los instruía en la doctrina cristiana hasta que hubiesen recibido los Sacramentos.
El noviciado de Loano, bajo su conducción, continuaba mientras tanto su camino, con austeridad y fortaleza. Sus características eran la oración, la penitencia y la pobreza. No faltaron las duras pruebas. La pobreza, en los primeros años, no fue menos heroica de aquella vivida en San Damián en los tiempos de Clara de Asís.
El Obispo de Albenga, monseñor Felipe Allegro, no dejaba de interesarse y de ofrecer su bondad paterna. El Señor, siempre pródigo de luz con sus pastores, les hacía ya entrever proféticamente el futuro desarrollo de la naciente Congregación y sus preciosos servicios a la Iglesia. En el Obispo, las primeras Capuchinas de Madre Rubatto encontraron la ocasión de experimentar la paternidad y la maternidad de la Iglesia.
Los Padres Capuchinos no dejaban de ofrecer al pequeño grupo de seguidoras de San Francisco los estímulos oportunos para que pudieran dar los primeros pasos en la dirección correcta, es decir, en un camino de estilo y de espiritualidad auténticamente seráfico-capuchino.
La primera profesión de Madre Francisca y de sus primeras compañeras tuvo lugar el 17 de septiembre de 1886, fiesta de los estigmas de San Francisco. «La nueva Comunidad, que encarna en femenino el espíritu franciscano-capuchino de vida contemplativa y de acción apostólica, es acogida
por Mons. Filippo Allegro, Obispo de Albenga.” (Const. 2003 – 11)
Durante los veinte años de dirección de la Madre se abrieron veinte casas, y, en cada fundación, todo debía prepararse y ordenarse con cuidado. Italia y América Latina fueron los escenarios de sus fatigas y de su celo por la extensión del Reino de Dios.
Alto Alegre: un nombre glorioso para la Congregación, constituyó una de las etapas más sufridas y queridas de su vida. Su corazón latía ya con intensísimo amor por aquellos pobres indios y por esas regiones signadas por la extrema pobreza, las que se habían transformado en ‘su patria’.
La muerte la sorprendió allí, en las nuevas fundaciones de frontera, el 6 de agosto de 1904. Desde ese día sus restos descansan en Montevideo, tal como lo solicitara en su testamento, en la primera casa abierta en el nuevo continente.
La glorificación otorgada por la Iglesia, la muestra oficialmente a sus hijas como verdadera maestra de vida espiritual.
Domingo 15 de mayo de 2022 (V Domingo de Pascua)
Santa Misa y Canonización