Post del 24 de junio de 2012. www.desdelverdun.org
De polvos y lodos (1)
El presidente de la República ha convocado a toda la sociedad a hacer un Retiro Ignaciano en toda regla: el Retiro Ignaciano (desde sus orígenes dura 30 días) es un tiempo fuerte de encuentro con Dios y con nosotros mismos para revisar cómo está nuestra vida y plantearnos algunas preguntas fundamentales: ¿para qué vivo?, ¿qué sentido tiene mi vida?, ¿qué quiero?,¿hacia dónde voy? (Del sitio web de la Universidad de Córdoba).
En su discurso del 19 de junio, el presidente se dirigió a toda la sociedad, las organizaciones sociales, instituciones deportivas, a las empresas, sindicatos, a los distintos estamentos del Estado, desde las oficinas hasta las empresas públicas, desde los distintos escalones de la enseñanza, desde allí donde se sientan los niños, que dedique un mes entero a esta reflexión, que se coloque el tema de cuidar la vida como primer tema cotidiano a considerar, a darle valor en todas sus formas y variantes.
Arrancamos mal. ¿Cómo es posible que en la invitación al retiro haya ignorado olímpicamente a la Iglesia Católica, a todas las Iglesias y a todas las Confesiones religiosas? Si de algún tema podemos opinar con conocimiento es, precisamente, del que le preocupa al presidente de la república. ¿Hasta cuándo los creyentes cristianos uruguayos -la inmensa mayoría de la población- vamos a padecer esta discriminación? No obstante, sigamos.
¿Qué nos está pasando?, se preguntaba en su discurso. ¿Por qué tanta violencia? ¿Por qué tanta dificultad para lo elemental: aprender a convivir? Como hipótesis de respuestas planteó las siguientes: tal vez estamos pagando el precio de alguna vieja fractura en nuestra sociedad; tal vez no pudimos aprehender problemas que estaban en la base de la sociedad; tal vez no hemos sido lo suficientemente solidarios; o tal vez las preocupaciones cotidianas no nos dejan pensar en las fundamentales.
Me detengo en las dos primeras hipótesis, que en mi opinión van juntas. La fractura de nuestra sociedad, en efecto, es vieja, se remonta hasta fines del siglo XIX y principios del XX. Se produjo cuando los gobernantes de turno, sabiendo que la sociedad uruguaya estaba enraizada en la fe en Jesucristo y en la Iglesia Católica (no era un «problema», sino una convicción religiosa que sustentaba a nuestra sociedad) decidieron rechazarla y prohibirla en la formación de nuestros niños y jóvenes. Es más, quisieron erradicarla y convirtieron su celebración anual más relevante, por una semana de vacaciones movible (único país en el mundo) dedicada al turismo. E ainda mais. Optaron también, hace más de un siglo, por incorporar a nuestro ordenamiento jurídico el “avance social» del divorcio: desde la sola voluntad de la mujer hasta las 11 causales por las que hoy se puede romper el matrimonio.
Tiene razón, pues, el presidente, cuando piensa en la fractura que sufrió nuestra sociedad: la institución familiar y la educación religiosa de los hijos, que son los pilares de una sociedad armónica, no sólo no han sido fomentadas desde el estado, sino que este mismo estado que hoy se pregunta por boca de su presidente ¿qué nos está pasando?, las ha combatido con saña. Con razón dice el refrán: Aquellos polvos traen estos lodos. ¿No habrá llegado el momento de plantearse honradamente estas cosas?
A medida que continúe mi retiro espiritual, compartiré mis reflexiones. Y espero las de ustedes.