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Messi, el desafío del fracaso: Reflexión de Mons. Pablo Galimberti

By 01/07/2016No Comments

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“Acepar el límite resulta saludable”, plantea el Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, en su columna semanal publicada en el Diario “Cambio” en la que analiza “el desafío del fracaso”.

Al abordar los motivos del fracaso, el Obispo advierte que “no es huyendo que arreglamos los platos rotos, los partidos perdidos o la violencia en la familia o en una comunidad”, sino que “el camino de la verdad empieza mordiendo el polvo”. “Pero no queda en el suelo”, aclara. “Como dice el Génesis, somos polvo. pero si damos la cara, un soplo divino nos devuelve la dignidad, para renacer luego de cada acto fallido, mentira o fracaso”, subraya.

MESSI

El desafío del fracaso

Hay momentos en la vida de una persona en que con el cuerpo se cumple el ritual de los caballeros medievales de “morder el polvo”, reconociendo una derrota. Con una postura semejante vimos a Lionel Messi después de la derrota.

Las palabras explicitaron el gesto: “Ya está. Se terminó para mí la selección. No es para mí.” ¿No es para mí o hay que aprender a empezar de nuevo?

Nadie se salva de algún infortunio: enfermedades en el cuerpo, golpes por familiares que fallecen o la proximidad de nuestro propio final.

Otras veces se experimenta el dolor por una amistad traicionada o no correspondida. O cuando no agradecemos con generosidad tantos bienes y logros alcanzados con el apoyo desinteresado de familiares, amistades, docentes o guías espirituales.

El fracaso se reitera también en las injusticias sociales, causa de marginación, abandono de estudios, imposibilidad de acceder a un trabajo digno, tener un techo o un plato de comida caliente.

Todos los días podemos ver, tocar y palpar el fracaso en sus variadas formas y colores. En nuestra propia vida, a nuestro alrededor, en lo que acontece aquí o lejos.

El fracaso en tiempos no muy lejanos lo hemos vivido en nuestro país cuando se cancelaron o recortaron derechos humanos fundamentales. Lo vemos en los atentados en Orlando (USA) o en Turquía. El siglo XX ha sido testigo de terribles campos de concentración.

En otras latitudes la obra “El Archipiélago Gulag” del escritor ruso Aleksander Solzhenitsyn describe la suerte de millones de personas víctimas de una forma moderna de esclavitud en campos de concentración, prisión, trabajo y «reeducación» (gulag). Pero el hecho de que la tenacidad de este autor haya podido reunir relatos de tantas víctimas es ya un triunfo de la libertad en medio de una terrible opresión.

La historia de la iglesia mantiene viva la memoria de innumerables hombres y mujeres víctimas del martirio. Allí se vuelve a comprobar la fecundidad del aparente fracaso. “La sangre de los mártires es semilla de cristianos” se repite ante este escenario violento y a la vez fecundo. Cada día hacemos memoria de la cruz de Cristo que nos purifica y reconcilia.

Según el historiador Toynbee las civilizaciones fracasan a causa de la soberbia del poder, que las impulsa a expandirse más allá de sus posibilidades humanas.

Zorrilla de San Martín cuenta que un hombre se detuvo a saludarlo en la puerta de su casa. Se construía la rambla de Punta Carretas. ¡Cómo se  va a valorizar su casa! le dice el vecino. Y solo, Zorrilla reflexiona en silencio: este espíritu exorbitado, fáustico o prometeico que no acepta los límites, es la causa de la guerra que está destruyendo Europa (se refería a la 1ª. Guerra mundial).

Acepar el límite resulta saludable. ¿Por qué hemos fracasado? No es huyendo que arreglamos los platos rotos, los partidos perdidos o la violencia en la familia o en una comunidad. El camino de la verdad empieza mordiendo el polvo. Pero no queda en el suelo. Como dice el Génesis, somos polvo pero si damos la cara un soplo divino nos devuelve la dignidad, para renacer luego de cada acto fallido, mentira o fracaso.

Desde la Cruz Cristo arregla y recompone todos los platos rotos causados por nuestros caprichos o miserias.

Una vez le dijeron a un sacerdote: te hiciste cura porque te dejó tu novia. La respuesta fue: bendita humillación que me ayudó a encontrar un rumbo que no había soñado en mi vida!

Columna publicada en el Diario «Cambio» del 1 de julio de 2016