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Jubileo de la Familia en Montevideo dio inicio a un mes de celebraciones

By 07/10/2016No Comments

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La Misa del Jubileo abrió el mes dedicado a la Familia

El pasado domingo 2 de octubre, en la Catedral Metropolitana, se celebró el Jubileo de la Familia. La Misa fue presidida por el Cardenal Daniel Sturla y lo acompañaron más de 300 personas. Esta celebración es el primer mojón de este Mes de la Familia, que incluye el Rosario peregrino el próximo sábado 8 y el Congreso Nacional de la Familia el próximo 29 de octubre. Compartimos con ustedes las palabras del Cardenal Daniel Sturla durante la homilía.

“La familia es la base de la sociedad, el Estado velará por estabilidad moral y material para la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad.” Esto no es una encíclica papal, sino que es nada menos que la Constitución de la República que afirma esto en el artículo 40. La familia es la base de la sociedad, y el Estado tiene este deber de propender a la mejor formación de la familia ayudándola a lograr sus objetivos. Nosotros damos gracias a Dios en esta Misa, Jubileo de la Familia, por la realidad de la familia cristiana. Y al mismo tiempo queremos decir: sociedad uruguaya, Estado uruguayo, atentos. Atentos, porque cuando la familia no es defendida, y cuando por el contrario es atacada, estamos minando, así lo han dicho los constituyentes, la base misma de la sociedad. Y de esto en el Uruguay los sabemos de sobra, y por eso el testimonio de la familia cristiana, y el ideal de la familia cristiana, coincide con el ideal al que todo ser humano aspira.

Más allá de la realidad compleja de la propia vida, de la propia historia. La familia, fundamentada sobre el amor del hombre y la mujer, está abierta a la realidad de la vida y permanece unida. Pero esto no se construye si no es con un esfuerzo cotidiano. Y ahí la Palabra de Dios de hoy nos puede decir mucho.

Perdón en la familia

El primer tema del que nos habla el Evangelio es el del perdón. Decía el Señor a sus discípulos: si tu hermano peca repréndelo, si se arrepiente perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tanta vuelve a ti diciendo me arrepiento, perdónalo”. Sabemos que en el ámbito de la familia muchas veces sucede que esto de pedir y dar perdón se da por supuesto, y la realidad es que no. Obviamente  habrá a veces la necesidad de palabra y otras veces a través de un gesto, un relato, un decir “arriba los corazones”, “salgamos adelante”. Hace muchos años aquella película famosa de los setenta Love Story decía: amar es nunca tener que pedir perdón. Y esa es la mentira más grande que podría decirse: amar, entre seres humanos, es muchas veces pedir perdón y dar el perdón. Y eso lo sabemos de sobra, sobre todo en la convivencia, es difícil. Cuántas veces necesitamos pedir perdón y ser perdonados. Y de las cosas más hermosas de la familia es cuando en esta existe el perdón. Como sacerdote, de las cosas más hermosas que he podido acompañar son los momentos de reconciliación entre esposos cuando hubo momentos de dificultad, de pelea, de bronca. Y lo que significa ese perdón. Así que le decimos al Señor gracias por el perdón del que nos hablas en este Evangelio.

Confiar, creer, buscar y apostar por Jesús

El segundo elemento central del Evangelio de hoy está dado por el ruego de los discípulos a Jesús. Auméntanos la fe. ¿Qué es la fe? El catecismo de la Iglesia Católica nos dice que es la adhesión personal del hombre entero a Dios que se revela. Adhesión personal quiere decir que no se trata de algo sólo de la cabeza, o del corazón, sino que es toda nuestra vida que se adhiere al Señor y que le dice confío en Ti, creo en Ti, te busco a Ti, apuesto por Ti. Todo esto entra en la dimensión de la fe. Creo que todo lo que se me dice a través de la Palabra de Dios, de la enseñanza de la Iglesia, es verdad. Confío en Ti, sabiendo que Tú me amas y que nadie me ama más que Tú. Confío en tu Amor, en tu Providencia y es una confianza que no se deja disuadir. Porque vaya que nos pasan cosas y cosas que nos duelen, pero ahí, cuando vemos que nuestra fe está siendo puesta a prueba, nosotros estamos llamados a vencer el desaliento con la confianza. Te busco a Ti, Señor. No me escondas tu Rostro, como dicen los Salmos.

A veces el Señor nos desconcierta. Yo recuerdo después de un gran dolor en mi vida, haber llegado a ese salmo que dice “confiaba en ti Señor, pero apartaste tu rostro y quedé desconcertado”. A veces el Señor nos desconcierta, porque nos pasan cosas que no podemos comprender. Te busco a Ti, Señor, en medio de la oscuridad, de la complejidad de la vida. Y apuesto por Ti, cuando experimento una duda, las cosas no las veo del todo claras y me viene la duda de Tu existencia, de tu Bondad o de tu Amor, yo pongo de mi voluntad y apuesto por Ti, me pongo de tu lado. Creer es todo esto. Es poner la cabeza, confiar con todo el corazón, es buscar con toda el alma y apostar por el Señor.

Auméntanos la fe, y el Señor va a decir “si tuvieran la fe de un granito de mostaza…”. La semilla de la mostaza dicen que es la más pequeña, y Veda el Venerable, un gran Padre de la Iglesia dice: que la semilla es la más pequeña y nos llama a ser humildes, pero también es ardiente. Nunca mastiqué una semilla de mostaza, pero supongo que si tiene que ver con el sabor del condimento es bastante ardiente. Por tanto ser humildes y ardientes. Miren, esta tarde con la caída del sol, y surgiendo la primera estrella, el Pueblo de Israel comienza a celebrar el Año Nuevo judío, el año 5777. Si tenemos amigos judíos, que bueno que los saludemos con su saludo de Año Nuevo: Shaná Tová, que no quiere decir “Feliz Año”, sino el “Buen Año”. Que este año sea bueno para ti. Y todavía, a veces, le agregan la palabra “Umetuká”: que sea bueno y dulce. Y celebrando por anticipado el viernes con un amigo judío, que tiene dos hijos chicos, y que me trajo una preciosa torta de miel (que la tengo guardada para esta noche), hablábamos de la importancia que tiene para él la transmisión de la fe. Unida para un judío creyente a la pertenencia a su Pueblo. Y me decía como se toma muy en serio la iniciación judía de sus hijos. Y cómo el ha pensado hacerlo de acuerdo a su ser judío y uruguayo.

Entonces acá viene con este ruego que hacemos al Señor para que aumente nuestra fe. Si nosotros cristianos y familias cristianas, realmente tenemos la transmisión de la fe a nuestros hijos como algo que llevamos en nuestro corazón o bueno, cuando sean grandes que vean. Pero no existe eso. Por supuesto que cada chico, en su libertad, cuando sea grande tomará la decisión que corresponda, pero ¿si no hemos dado los elementos?… Entonces ahí, ¿qué es lo primero que nos preocupa? La salud, que tengan la mejor atención que le podemos dar. Después nos interesa, a algunos padres muy futboleros, hacerlos socios del club tal y cual. Por ahí está, hoy que los padres tienen que pensar mucho en la educación, a qué colegio lo vamos a mandar. Y los chiquitos agarran la escuela ahora a los dos años. Y yo me acuerdo que pisé la escuela por primera vez con cinco años y medio, un desastre para el día de hoy, pero ahora empiezan con inicial dos, tres cuatro años. Pensamos entonces en la salud, en el club deportivo, en el colegio, pero ¿pensamos en la transmisión de la fe?

Y no se trata de un reproche, porque además acá hay gente grande que puede decir “yo ya no lo hice, que macana”. En algunos países del este europeo, que fueron comunistas, la fe la transmitían las abuelas, fundamentalmente eran las que bautizaban en secreto a sus nietos y que después los chicos se enteraban de a poco, a medida que iban creciendo. Nadie puede sentir que el hecho de transmitir la fe sea algo que no le competa. Es transmitir, entregar la posta a las próximas generaciones, que vivan la experiencia hermosa de la vida de fe.

Cumplir con el deber

El Evangelio terminaba con otro tema. El tema de sentirse no que Dios está en deuda con nosotros por hacer las cosas bien, sino que no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber. “Cuando hayan hecho todo lo que se les manda digan: somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”, dice Jesús. No será cosa de creernos unos crack, sino de decir al Señor “somos simples servidores haciendo tu voluntad”. Miren, en el propio Evangelio de Lucas nos dice que cuando cumplamos nuestro deber, el señor se cernirá y nos servirá en su propia mesa. Cuando hacemos las cosas buscando que nos agradezcan, nunca nos alcanza el gesto de agradecimiento del otro. Siempre nos parece que pudieran haber sido más agradecidos, esto nos puede pasar también con Dios. En cambio, cuando hacemos las cosas con sentido del deber, sin esperar recompensa, sin duda esta llegará.

Que bueno entonces, vivir esta experiencia de domingo, en este marco del Día del Patrimonio, nuestra fe que queremos transmitir en nuestras familias. Agradecer a la comisión de Pastoral Familiar, que encabezan Gustavo (Rodríguez) y Mónica (Suárez), con Pbro. Eric (Juárez) que la integra. Y que todas las comunidades cristianas de la Arquidiócesis podamos vivir el gozo de la familia unida, que reza junta y se preocupa de transmitir la fe. Y al mismo tiempo tengamos un sentido plural, abierto, amplio para todas las situaciones difíciles que tal vez alguno de nosotros vivimos en nuestras propias familias por divisiones o ausencias. Que podamos experimentar en todas las familias, aunque no sean la familia tipo de vida cristiana, está el Señor allí donde hay amor. Que así sea.

Fuente: www.icm.org.uy