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«Un tiempo para cada cosa»: Reflexión de Mons. Pablo Galimberti

By 14/02/2018No Comments

MonsGalimberti

En su primera columna de este año, en el Diario “Cambio” de Salto, el Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, anima a reconocer y desarrollar «tanto las ciencias exactas como las ciencias del alma, del sentir y percibir la riqueza de lo real».

Recomienda, asimismo, a los adultos no imponer sino “abrir ventanas” para que su propuesta “resulte amable y adecuada al grado de las preguntas que despiertan en cada etapa del crecimiento” en los más jóvenes.

“¡Pobre vida humana si le amputamos la dimensión intuitiva, espiritual, capaz de atravesar el espesor de la condición humana!”, concluye el Obispo.

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“Un tiempo para cada cosa”

Mons. Pablo Galimberti

Ayer recibí el siguiente mensaje: “Hola, me veo en la obligación de decirte que sé poquito de fútbol. No me hagas caso. Mejor me dedico a la química”.

Quien redactó el mensaje entiende mucho de fútbol. Además del título de entrenador, dedica algunas horas a la semana animando una escuelita de fútbol. Pero su principal actividad es la docencia de química.

 Habíamos conversado sobre asuntos relativos a su vida, su fe y algunas opciones que está encarando. Al despedirse, me adelantó un pronóstico muy negro para Nacional que esa noche enfrentaría en Brasil al Chapecoense.

Pero, para alegría de los dos, su pronóstico esta vez no se cumplió. Pero en señal de que sabe reconocer sus errores, se sintió obligado a enviarme un mensaje, reflejo de esa virtud que es saber reírnos de nosotros mismos. Decía Santo Tomás Moro: “Felices los que saben reírse de sí mismos, porque nunca terminarán de divertirse”.

Desde otra perspectiva yo le respondí que no tenía por qué dejar el deporte y el juego para dedicarse a una ciencia exacta. La teoría de las inteligencias múltiples invita a reconocer que poseemos una riquísima diversidad de enfoques, capacidades o percepciones. Y una vida plena requiere desarrollar tanto las ciencias exactas como las ciencias del alma, del sentir y percibir la riqueza de lo real. Que no es sólo tocar con la mano ni una fórmula química.

Respondí a mi amigo parafraseando la conocida página del capítulo tres del Eclesiastés: hay un tiempo para cada cosa: “Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de hacer duelo y tiempo de bailar…”.

Una vida plena necesita desarrollar las ciencias exactas y las disciplinas más creativas como la pintura, danza o las artes visuales, que también requieren disciplinamiento. Muchos descubrimientos se originaron en una idea loca; algo extraño rompía la monotonía. Así sucedió con la famosa ley de la gravitación universal. A Isaac Newton debajo de un árbol le cayó una manzana en la cabeza. Millones de personas habían visto cosas semejantes. Pero hubo que esperar hasta 1685 para formular la ley.

Gran reto para los educadores, empezando por las propias familias. Es una pena cuando un educador en lugar de ayudar a “abrir cabezas” se limita a respuestas prefabricadas. Cuando era chico una de las colecciones que había en mi casa familiar era el Tesoro de la Juventud y una sección era “el libro de los por qué”. No imponer sino abrir ventanas. Para que la propuesta de los mayores resulte amable y adecuada al grado de las preguntas que despiertan en cada etapa.

Antonio Machado tiene unos pensamientos luminosos al respecto: “¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela”. Al Papa Francisco, primer jesuita elegido para esta misión, se le atribuyen características propias en su método de proponer enseñanzas a partir de preguntas o interrogantes. No es que oculte una verdad, como un padre o madre que no “esconden” a un hijo la verdad. Pero tratan de dosificarla, para que resulte como resultado de un camino. Quizás nos parezca fatigosa la tarea, pero vale la pena intentarlo.

Con esto redondeo la respuesta que di a mi amigo a partir de un pronóstico fallido sobre el resultado de un partido de fútbol. ¡Pobre vida humana si le amputamos la dimensión intuitiva, espiritual, capaz de atravesar el espesor de la condición humana!