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Un nuevo sacerdote en la Arquidiócesis de Montevideo

By 22/04/2016abril 23rd, 2016No Comments

Marcelo

Publicado en Quincenario «Entre Todos» |

Sacerdote en tiempos de tormentas

En la lluviosa tarde del domingo 17 de abril, día del buen Pastor, en la Catedral metropolitana, el arzobispo de Montevideo, Card. Daniel Sturla ordenó sacerdote al Diác. Mauricio Daniel Cabral Burgueño. Llegue a Mauricio un cordial saludo desde este quincenario. Presentamos algunos párrafos de la homilía que el Arzobispo pronunció en dicha celebración.

En su homilía el Cardenal Sturla ambientó el momento de la ordenación en el marco de acontecimientos desconcertantes. Comenzó haciendo memoria de un “agitado Via Crucis en Jerusalén”. “Es el dar testimonio en un mundo indiferente u hostil”. Recordó el tornado que azotó al pueblo de Dolores, la tormenta política de Brasil, el terremoto que golpeó a Ecuador como también el granizo que se cernió sobre la Iglesia uruguaya cuando algunos medios de comunicación exhibieron las zonas turbias del clero, “pecados que avergüenzan a la Iglesia”. Leyó todo esto “como un signo del llamado que invita a Mauricio a ser un valiente soldado como lo fue el mártir san Mauricio, que perseveró hasta la muerte en la confesión de la fe”.

Cuando Dios llama

«Mauricio, hombre de Dios, –continuó diciendo– soldado de Cristo, de esta arquidiócesis de Montevideo, hoy acompañado de tus padres y hermanos. Has hecho un proceso en tu vida, donde el Señor te ha esperado para hacer patente su llamado. Estudiaste, trabajaste, te ganaste el pan, pusiste el hombro en tu casa y finalmente se sintió arder en tu corazón el llamado vocacional. En un momento te dijiste a ti mismo: es esto, pero tenías resistencias. Cuando finalmente dijiste sí, todo encajó –me decías–. Es la voluntad de Dios que se realiza.

»Es en el llamado de Dios donde vas a encontrar tu máxima realización personal en Cristo. Es querer anunciar lo esencial: el amor de Dios. Poder llevar a tantos esta certeza: Dios te ama. Dios está con nosotros. Sí, Él está siempre con nosotros.

»Mauricio, llamado a mantenerte firme en el seguimiento de Cristo. Un sacerdote está llamado a una particular configuración con Cristo, buen pastor. Como Cristo buen pastor estás invitado a conocer a tus ovejas una por una, a transmitirles la certeza que dice hoy Jesús en el evangelio: nadie las podrá arrebatar de mis manos. Nadie las podrá arrebatar del amor del Padre. Estás llamado como el buen pastor, a imagen de él, a dar la vida eterna, es decir, vida plena que comienza en el bautismo y que se desarrolla en el corazón de toda persona abierta a la gracia de Dios. Estás llamado así a transmitir el abrazo de la compasión, a tocar, como dice el papa Francisco, la carne de Cristo en los pobres y afligidos. Un abrazo que lo es desde un corazón unificado en Cristo, libre de todo apego o afecto desordenado, capaz de una amistad franca, leal y transparente, que rehúsa toda intimidad humana, porque esta lo vive el sacerdote solo frente al sagrario. El celibato que prometiste el día de tu ordenación diaconal, es señal de un amor sin reserva, estímulo de una caridad abierta a todos. El sacerdote se configura más perfectamente a Cristo también en el amor. En ese amor con que el Eterno Sacerdote ha amado a su cuerpo, la Iglesia, ofreciéndose a sí mismo por ella, para hacer de la Iglesia una esposa gloriosa, santa e inmaculada”.

El rebaño es del Señor

»Amando mucho sabrás de penas y de alegrías. Las penas y alegrías de la gente serán también tuyas. ¿Podrás llevar esa carga? Ciertamente que no si crees que eres tú el que la lleva. Ciertamente que sí en la medida que humildemente sepas y vivas que es rebaño es del Señor. Decía el salmo 99: ‘somos suyos y a Él pertenecemos’. Tu sacerdocio, tu pastoreo, no es tuyo. Estás llamado a ser reflejo del único sacerdocio, el de Cristo buen pastor. Podrás llevar así una vida auténticamente humana y sacerdotal, y por eso buscarás ya aquí de esa vida plena de la que eres portador, hasta que te encuentres cara a cara con el Señor que te dirá: ‘ven, servidor bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor’.

»María santísima, madre de los sacerdotes, te proteja y te bendiga. No descuides nunca tu relación con ella, la madre, la que fue confiada por Jesús a un sacerdote recién ordenado, el discípulo que Él amaba».-