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Solemnidad de San Pedro y San Pablo Apóstoles

By 12/07/2012No Comments

Solemnidad de San Pedro y San Pablo Apóstoles

Mons. Nicolás Cotugno: “¡Feliz de ti, Simón!”

El Arzobispo de Montevideo, Mons. Nicolás Cotugno, presidió la misa solemne en la Catedral Metropolitana celebrada el viernes 29 de junio, al caer la noche ya. En su homilía, Mons. Cotugno predicó acerca de la bienaventuranza del Señor a Pedro, la cual se extiende a toda la Iglesia y particularmente al Papa: una felicidad que conoce el sufrimiento y la persecución.

Animado por el evangelio que presenta la íntima escena de Cesarea de Filipo (Mt 16, 13-19) en que Simón profesa la fe en Jesús como Hijo de Dios, y recibe por su parte las palabras “Feliz de ti, Simón”, el Arzobispo parafraseó: “puesto que el Padre te ha regalado esta felicidad de darte a conocer que yo soy el Mesías, el Hijo de Dios vivo, yo te digo ´tú eres Pedro´. […] ´y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia´.” Por lo cual, prosiguió, “Cristo edifica no la Iglesia de Pedro, no la Iglesia de Pablo, sino su Iglesia”. Esta construcción recordó al obispo esa otra casa, de la que habla Jesús, construida sobre roca, y sobre la cual se abaten lluvias, torrentes y vientos: “y cuando un edificio está edificado sobre la piedra… permanecerá firme, pues está sobre piedra y no sobre arena”.

Mons. Cotugno reparó luego en el hondo alcance de esta bienaventuranza: “todos nosotros somos, a través de Pedro y de los Doce, esa Iglesia que Cristo ha edificado sobre Pedro y los demás apóstoles. Nosotros somos los destinatarios de esa felicidad que hemos creído, que hemos descubierto por gracia del Padre que puso en nosotros este don, que nos regaló el poder percibir que realmente Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Avanzando aun más sobre el misterio de la Iglesia, continuó: “todos somos partícipes de esta maravillosa realidad que está por encima de todo y de todos”, que “nos hace sentir realmente que somos ese cuerpo de Cristo, ese pueblo de Dios, del que Jesús, el Señor Resucitado, es la cabeza. Todos somos la Iglesia apostólica: una, santa, católica y apostólica, edificada sobre el cimiento de los apóstoles.” Con tono emocionado, el Arzobispo exclamó a los presentes: “¡Felices!”

Seguidamente, el Pastor advirtió cómo en los Hechos de los Apóstoles se señala que éstos, después de haber sido azotados por orden del Sanedrín, salieron “dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús” (Hch 5, 41), y que, a pesar de la prohibición que les había impuesto el Sanedrín, “no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús” (Hch 5, 42): “ellos prefirieron obedecer a Dios antes que a los hombres” –señaló monseñor Nicolás- subrayando el hecho de que se retiraron “¡felices y contentos!,  ¿por qué?, porque habían sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús”. Y añadió: “Estamos hablando de la felicidad de los apóstoles, de la felicidad de la Iglesia”.

La predicación de la Palabra condujo al Arzobispo a reflexionar acerca de la presente realidad: “¿Y nosotros? Pregunto simplemente. ¿Tienen ustedes, padres, como pide la constitución, la libertad de educar a sus hijos en la fe que han recibido, sin tener que pagar dos veces la educación que quieren darles, en una institución que responda a sus valores? ¿Tenemos nosotros, como ciudadanos uruguayos, el derecho a la libertad de conciencia, no sólo individual, sino como corresponde, también institucional, frente a normativas gubernamentales, que contradicen los valores más profundos que albergan en nuestra propia conciencia, en el campo de la salud, y en el sagrado ámbito de la transmisión de la vida? ¿Y por qué en un Estado, orgullosamente democrático, y legítimamente laico, no tienen el derecho de celebrar el sacramento del matrimonio, sin tener que pasar necesariamente por los registros civiles?”

Continuando con su reflexión, Mons. Cotugno agregó: “En comunión con nuestra Conferencia Episcopal, que en la Carta del Bicentenario subraya nuestro compromiso pastoral en el campo de la familia y la educación, no puede haber oposición o persecución que valga, que nos separe de estos valores absolutos, que el Señor nos hace descubrir desde la razón y desde la fe, en el ámbito de la familia. Nadie está por encima de la familia, excepto otra familia, la familia trinitaria. Y en el campo de la educación, nadie les puede arrebatar el sacrosanto derecho y deber de la educación de sus hijos.” Y se preguntó: “¿Y cómo no tomar iniciativas para que estos derechos en el ámbito humano, en el ámbito social, en el ámbito político, en el ámbito educativo evidentemente, este derecho sea respetado por todo el pueblo de Dios?”

Finalmente, el Pastor animó con palabras del apóstol Pablo: “estén siempre alegres, se los repito, estén alegres, el Señor está cerca”, y pidió a María que hiciera experimentar a todos, “como lo experimentó Pedro, Pablo y los apóstoles, esa felicidad de ser Iglesia, discípulos del Señor”.

Crónica tomada del Quincenario “Entre Todos”, N° 282