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Se inauguró la primera Fazenda masculina en Montevideo

By 14/08/2020No Comments

Foto de Federico Gutiérrez para ICM

Una nueva casa de la Esperanza

La historia comienza una nueva página en el barrio Punta de Rieles de Montevideo, con la inauguración de la Fazenda de la Esperanza número 147. Esta casa, que funciona en un antiguo convento carmelita, albergará ahora a muchachos que buscan superar las adicciones, guiados por un carisma que surgió en los años 80 en Brasil.

El sábado 8 de agosto tuvo lugar la Misa y ceremonia de inauguración. Aunque la concurrencia era limitada por causa de las medidas sanitarias, entre los presentes había gran variedad. Estaban los chicos que comenzaron a vivir en ese local hace unos días, estaban los promotores de la obra, los que lideraron el proyecto y la búsqueda de dinero, así como los que al terminar la ceremonia recibirían un diploma -y un aplauso interminable- por haber completado su año de recuperación. Por parte del gobierno se encontraban el ministro de Desarrollo, Pablo Bartol, y el presidente de la Junta Nacional de Drogas, Daniel Radío.

En el presbiterio estaban el nuncio apostólico, Mons. Martin Krebs, y los tres obispos de Montevideo (Card. Daniel Sturla, Mons. Pablo Jourdan, Mons. Luis Eduardo González), así como Mons. Heriberto Bodeant, titular de Melo, donde hay una fazenda masculina y otra femenina. Además, había ocho sacerdotes concelebrantes.

La celebración fue para dar gracias a Dios y para dedicar la Iglesia y la obra. Al comienzo, el guía explicó que la vida en la Fazenda se basa en tres pilares: convivencia, trabajo y espiritualidad. También Nicolás Parreira, uno de los referentes de la nueva casa en Montevideo, leyó un afectuoso mensaje enviado por los fundadores, Fray Hans y Nelson.

El Cardenal Sturla quiso agradecer particularmente a todos los que hicieron posible este nuevo comienzo: desde las monjas carmelitas que donaron el monasterio hasta los voluntarios que trabajaron y consiguieron dinero, pasando por Mons. Pablo Jourdan, quien lideró el proyecto desde la Arquidiócesis. Comentó, asimismo, que el presidente Luis Lacalle Pou le respondió un mensaje y felicitó por la obra que se instala.

Mons. Pablo Jourdan | Foto de Federico Gutiérrez para ICM

Jesús nos rescata
La homilía fue breve, y en ella el Cardenal vinculó la fazenda con el Evangelio leído antes. Los discípulos que estaban en oración -uno de los pilares de la obra- y que eran pescadores -el trabajo, otro pilar-. Formaban una comunidad, igual que la que nace ahora en Punta de Rieles.

La primera lectura mencionaba una brisa, en el Evangelio vino una tormenta. Y así es la vida, comentó el Arzobispo, “a veces tenemos una suave brisa y a veces tenemos tormentas, viento en contra”. Los jóvenes que se acercan a esta obra han tenido fuerte viento en contra y tal vez la misma experiencia de Pedro, que caminó sobre las aguas pero se distrajo, no vio a Jesús y comenzó a hundirse. “Pero está la mano de Jesús, poderosa, tendida, que nos levanta. Es Jesús y es la Iglesia, que a través de distintas obras rescata, hace que llegue la palabra de Jesús, la salvación. Todos ncesitamos de Jesús, tenemos que fijar los ojos en Él, todos necesitamos que Jesús nos agarre y nos rescate”, aseguró.

La oración de los fieles incluyó peticiones por los que vivirán en esa casa, así como por todos los allegados a la obra y sus familiares. Igualmente se pidió por los carismas donde surgió la Fazenda -focolares y franciscanos- y por el final de la pandemia, entre otros.

En el ofertorio también hubo un momento particular pues, además del pan y el vino, los jóvenes acercaron al altar otros tres elementos significativos fabricados por ellos mismos: un rosario con el que invocan la protección de la Virgen, una lapicera artesanal que simboliza la oportunidad de escribir una nueva página de su historia y un pan, símbolo de la comida cotidiana.

Diego, Ismael y Lucas
Después de la comunión se anunció la entrega de diplomas a tres chicos que concluyeron su año de recuperación en otra fazenda. Diego, Ismael y Lucas pasaron al frente y los aplausos fueron muy sonoros. No terminaban. En ocasiones, eran hechos entre lágrimas. La emoción embargó la capilla entera.

Hubo tiempo para breves testimonios, que confirmaron que la esperanza es una realidad; Ismael dio cuenta de su cambio, lo mismo que la madre de Lucas. Pero más allá de las palabras, lo que realmente “habló” fueron los gestos: los abrazos entre cada uno de esos chicos y sus familiares más cercanos.

A la salida fue momento de más saludos, felicitaciones, fotos y sonrisas.

Luego, en el jardín, se vivió otro momento entrañable con la bendición y entronización de una imagen de la Virgen. El Cardenal contó que la habían encontrado en el patio y que estaba bastante destrozada. La persona a la que se la confiaron dijo que no podría repararla, pero después aceptó el desafío. Si Dios puede recomponer a los chicos, cómo yo no voy a poder restaurar una estatua, pensó. Y allí quedó María, en una gruta de piedra iluminada y con flores, con unos bancos para poder conversar con ella sin prisa.

Cardenal Daniel Sturla bendiciendo la pequeña gruta con la imagen de la Virgen | Foto de Federico Gutiérrez para ICM