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Retiro de Pequeñas Comunidades y CEBs de la Diócesis de Melo: «Una Iglesia pobre y para los Pobres»

By 12/06/2013junio 14th, 2013No Comments

El sábado 8 de junio se realizó un retiro de Pequeñas Comunidades y CEBs de la Diócesis de Melo, en la Casa de Retiros. Cerca de 70 integrantes de comunidades de distintos lugares estuvieron presentes desde Melo, Treinta y Tres, Noblía y Fraile Muerto.

El retiro, preparado por un equipo de laicos, comenzó con una breve exposición del Obispo Diocesano, Mons. Heriberto Bodeant y se fue desarrollando con la metodología del Ver-Juzgar-Actuar, alternando momentos de reflexión y oración personal, en grupos o en plenario.

El texto bíblico que ayudó en la iluminación fue Marcos 3, 13-19 (la institución de los Doce por parte de Jesús, «para que estuviesen con él y enviarlos a predicar». Ese texto también motivo la oración y compromiso final, renovando en cada uno y cada una el llamado de Jesús a seguirlo como discípulos-misioneros.

Compartimos lo medular de la reflexión efectuada por Mons. Heriberto Bodeant:

Una Iglesia pobre y para los Pobres

El Papa Francisco fue elegido el 13 de marzo y asumió su servicio en la Sede de Pedro en la Solemnidad de San José, esposo de María, el 19 de marzo.
Tres días después de su elección, el 16, reunido con los periodistas, les explicó por qué había elegido el nombre de Francisco.

Todavía no había terminado el escrutinio, pero ya los votos habían llegado a los dos tercios necesarios para que fuera elegido. Entonces, el Cardenal Claudio Hummes, arzobispo emérito de San Pablo, lo abrazó y le dijo “¡No te olvides de los pobres!”.
El Papa cuenta: “esa palabra entró aquí” -señalándose la cabeza- “los pobres, los pobres. Luego, inmediatamente, en relación con los pobres pensé en Francisco de Asís. Después pensé en las guerras, mientras que el escrutinio continuaba, hasta llegar a todos los votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así nació el nombre en mi corazón: Francisco de Asís. Es para mí el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, un hombre que ama y cuida la creación; en este tiempo no tenemos una relación tan buena con la creación, ¿verdad? Es el hombre que nos da este espíritu de paz, el hombre pobre… ¡Ah, cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”.
¿Qué quiere decir el Papa con esto? Él no lo aclara mucho, pero se puede entender mirando su manera de actuar y escuchando sus mensajes.

“Una Iglesia pobre”

Para tratar de entender qué quiere decir para él una Iglesia pobre, miremos su vida marcada por la humildad, austeridad y sencillez: sus zapatos y su ropa gastada, su uso del subte y del colectivo para desplazarse, su atención directa a la gente, los ornamentos litúrgicos discretos, su elección de una habitación más pequeña y no tan aislada como el apartamento pontificio, su esfuerzo por simplificar el protocolo cortesano que aún rodea al Papa…

Todo esto nos remite al Evangelio, a Jesús que “no tiene donde reclinar su cabeza” (Lc 9,58), que envía a sus discípulos misioneros diciéndoles: “No lleven bolsa, ni alforja, ni sandalias” (Lc 10,4). Son actitudes de desprendimiento para una mayor disponibilidad y que hacen necesaria una gran confianza en la Providencia. Una Iglesia pobre es una comunidad que “sale de sí misma”, se hace totalmente disponible para la misión y que se pone en las manos del Padre con la misma confianza con que lo hizo Jesús. “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás les será dado por añadidura” (Mt 6,33).

Por otra parte, es una Iglesia donde tienen valor los “cinco panes de cebada y dos peces” (Juan 6,9) que ofrece un muchacho, o las dos moneditas que deposita la viuda pobres en la alcancía del templo (Lc 21,1-4).

“Para los pobres”

En las reuniones de cardenales antes del cónclave en el que fue elegido Papa, el Cardenal Bergoglio dijo que “la Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria”.

La periferia es lo que está en el borde, lejos del centro. Es el lugar donde Jesús fue crucificado: el Calvario o Gólgota, está fuera de Jerusalén, lejos del templo. Es en las periferias donde encontramos a los pobres, los marginados, los excluidos; pero también, nos dice Francisco, hay periferias que no sólo son geográficas, son periferias de la existencia: el pecado, el dolor, la injusticia… toda miseria humana. Allí donde hay una persona crucificada o un grupo de personas crucificadas, allí está la “periferia” donde tenemos que ir.

Si volvemos al Evangelio, Jesús proclama que su misión es “anunciar la Buena Noticia a los pobres” (Lc 4,18). La Buena Noticia es el anuncio de la salvación, por la Misericordia de Dios. Se ha dicho que Lucas –el Evangelio que leemos en los domingos de este año– es el Evangelio de la Misericordia.
Los cánticos de María (Lc 1,46-55) y de Zacarías (Lc 1,68-79) evocan repetidamente la Misericordia de Dios. En la palabras de la Virgen, la Misericordia del Poderoso alcanza de generación en generación a los que le temen (1,50) y Él se acuerda de su Misericordia (1,54). Zacarías canta el cumplimiento de las promesas de Dios, “haciendo misericordia a nuestros padres y recordando su santa Alianza” (1,72) y saluda al hijo suyo que espera Isabel, el futuro Juan el Bautista: “Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos y dar a su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de sus pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de lo alto, a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz (1,76-79)

Agreguemos a esto dos parábolas que sólo Lucas nos transmite: Una es la que se suele llamar “el hijo pródigo”, pero que es más bien la parábola de “los dos hijos” o mejor aún, del “padre misericordioso” (15,11-32). Este padre no deja su casa, pero no vive encerrado en ella: sale todos los días al camino, esperando el regreso del hijo que se ha marchado, y sale de nuevo para ir a buscar al hijo mayor que no quiere entrar.

La otra es la del Buen Samaritano (10,25-37) quien, asistiendo al herido del camino, es “el que practicó con él la misericordia”. El sacerdote y el levita que siguen de largo están en lo suyo. Tienen que cumplir sus funciones en el templo. Son reflejo de una Iglesia totalmente autorreferencial, sobre la que nos advierte el Papa Francisco. El costado del camino, donde yace el herido, es la periferia del dolor, de la injusticia…

Jesús concluye su diálogo sobre esta parábola diciendo “Vete y haz tú lo mismo”. La Misericordia no es un mero sentimiento. La misericordia se practica.

Dice el Papa Francisco “al escuchar misericordia, esta palabra cambia todo. Es lo mejor que podemos escuchar: cambia el mundo. Un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo. Necesitamos comprender bien esta misericordia de Dios, este Padre misericordioso que tiene tanta paciencia… aprendamos también nosotros a ser misericordiosos con todos.”

Tomado de http://dar-y-comunicar.blogspot.com/