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RENOVACIÓN DE LA CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN DE LOS TREINTA Y TRES (Oración de San Juan Pablo II)

By 09/11/2019No Comments

ORACIÓN DE SAN JUAN PABLO II
(Con adaptaciones)

1. ¡Feliz porque has creído, Madre del Redentor!
Ante tu imagen sagrada, oh Virgen de los Treinta y Tres,
el Pueblo de Dios que peregrina en Uruguay,
reconociéndote como Madre y Patrona,
se confía a nuestra voz para ensalzarte:
“¡Feliz porque has creído!”,
y con inefable gratitud te aclama Maestra de su fe.
Tu mirada bondadosa acompaña los caminos de evangelización
y sostiene con amor solícito
la peregrinación de fe y de esperanza
de todo el Pueblo de Dios en esta tierra,
que en ti pone su confianza y a ti encomienda sus aspiraciones
de vivir cada día en creciente fidelidad a Cristo.

2. ¡Bendita entre las mujeres! ¡Bendito el fruto de tu vientre!
Ponemos bajo tu amparo nuestra Patria,
su futuro de paz y de progreso;
a cada uno de nuestros hermanos de la ciudad y del campo,
obreros y empresarios, trabajadores y estudiantes,
gobernantes y ciudadanos,
hombres y mujeres,
ancianos, jóvenes y niños,
para que todos vivamos en armonía y concordia.
Madre del Verbo de la vida, Virgen de Nazaret,
te encomendamos encarecidamente en este día
todas las familias del Uruguay.

Que sean felices afianzando más y más
el vínculo indisoluble y sagrado del matrimonio;
que sean benditas porque respetan la vida que nace,
como don que viene de Dios,
desde el mismo seno materno.
Haz que cada familia sea de veras una iglesia doméstica,
–a imagen de tu hogar de Nazaret–,
donde Dios esté presente
para hacer llevadero el yugo suave de su ley que es siempre amor,
y donde los hijos puedan crecer en sabiduría y gracia,
sin que les falte el alimento, la educación, el trabajo.
Que el amor de los uruguayos hacia ti,
se traduzca en respeto y promoción de la mujer,
ya que eres espejo de su vocación y dignidad,
en la Iglesia y en la sociedad.

3. ¡Virgen del Magnificat, fiel a Dios y a la humanidad!
Te ofrecemos y ponemos bajo tu protección,
la Iglesia entera del Uruguay,
los obispos y los sacerdotes, los diáconos permanentes,
los religiosos y religiosas,
los seminaristas y novicios
y cuantos están dedicados
al servicio de la evangelización
y del progreso de este pueblo:
los misioneros, los catequistas,
los laicos comprometidos, los jóvenes.

Tú que eres la imagen perfecta y viva de la libertad,
de la unión indisoluble entre el amor de Dios
y el servicio a los hermanos,
entre la evangelización y la promoción humana,
enséñanos a poner en práctica
el amor preferencial de Dios por los pobres y humildes.
Que toda la Iglesia del Uruguay,
bajo tu mirada, con tu ayuda y siguiendo tu ejemplo,
trabaje sin descanso por implantar
el Evangelio de las bienaventuranzas,
garantía de libertad, de progreso, de paz;
y promueva la solidaridad con las demás naciones hermanas.

Somos, por la gracia, hijos de Dios y hermanos en Cristo,
sellados por el mismo Espíritu,
miembros de la misma Iglesia
e hijos tuyos, Madre del Redentor.
Que podamos dar testimonio de nuestra fe con audacia
y, por la acción del Espíritu Santo,
nuestro Uruguay sea fiel a su historia,
marcada por la Cruz y por tu presencia amorosa de Madre,
Capitana y Guía de nuestra libertad.

Amén.