Skip to main content
Noticeu

Mons. Alberto Sanguinetti se despide de la “custodia” de la Virgen de los Treinta y Tres

By 09/01/2015febrero 7th, 2015No Comments
noemi-medeglia.jpg-640x453-820x400

Foto de El Heraldo

Una despedida para la Hermana Noemí Medeglia

Publicado en el blog del Obispo de Canelones, Mons. Alberto Sanguinetti, AMICUS SPONSI

Él 1º de enero, Solemnidad de Santa María Madre de Dios, el Señor de todos vino a buscar a la Hermana Noemí Medeglia.

Así en la gran fiesta de María, en la octava de la Navidad, se cerró el tiempo del peregrinar de esta mujer, que supo hacer de su vida un dar vida a los demás.

Dio vida con todo lo que tenía, sus fuerzas, su inteligencia, su voluntad denodada. Juntó facetas diversas, amiga y mujer social, trabajadora sin cansancio, consejera, médica, sexóloga, consagrada a Dios en el servicio a la Madre de Dios.

La conocía hace más de cuarenta años. Ya había hecho su ciclo de conversa, de legionaria, había recorrido parte del país y muchos conventillos. Avanzaba en sus estudios, sin abandonar la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen del Cordón. Siguió luego el trabajo de la medicina y luego de la psiquiatría, sin dejar de atender a sus padres y otros múltiples servicios.
De a poco se fue orientando a consagrar su vida y su forma de vida a Dios. En 1993 comenzó su aventura floridense al servicio de Santa María, la Virgen de los Treinta y Tres y su santuario visible, como patrona del Uruguay. En nombre de tantos tengo que agradecerle todo lo que hizo en el esfuerzo continuo por dar a conocer a la Virgen, en recibir a los peregrinos, en expandir su presencia. Juntos trabajamos durante años, desde los boletines Del Santuario, a las estampas, medallas, oraciones, en las celebraciones y en los festivales. En nombre propio agradezco esa parte del plan de la Providencia que vivimos juntos, debiendo ser cada uno fiel a un llamado del Espíritu – sin estridencias místicas – que pedía estar siempre en la brecha, y al mismo tiempo quedando a un lado.

A todos ayudó, a todos entregó algo de su sabiduría, de su tiempo de su energía. La Casa del Peregrino fue un lugar de encuentro, de profundización, de sanación, de evangelización. Recorrió distintos lugares enseñando, hablando de la Virgen, escuchando dolores del prójimo, dando alguna orientación. Sin duda en muchísimas formas fue un instrumento de la Providencia del Padre, del cuidado maternal de María.

No todo le salió como ansiaba. En todo hubo sufrimientos y cruces, mientras ella se mantuvo fiel.

Dos signos distintos marcaron sus últimos años. Uno brillante, externo, visible: la imagen de la Virgen de los Treinta y Tres a la entrada de la Ciudad de Florida, fue la coronación de su esfuerzo. El otro duro, pesado, doloroso: su enfermedad desde hace dos años hasta aquí, que la fue disminuyendo, que le fue quitando su autonomía y sus posibilidades de ejecución. Sin embargo, este último período fue sin dudas de la mano de Dios, la culminación de su configuración con la cruz de Cristo, el último trabajo del Artista Divino para purificarla y asimilarla consigo.

El viernes 2, en el Santuario de la Virgen de los Treinta y Tres su cuerpo estuvo por última vez ante la Santa Imagen con una expresión de paz. Sin duda la Virgo Potens la acompañó a pasar los umbrales de este mundo, la Capitana la defendió de todo peligro, y la Guía la condujo hasta la presencia del Hijo.

La despedimos en la humildad de la fe: orando por ella, porque ningún ser vivo es inocente frente a Dios, pero confiamos en quien nos amó sin límites. Celebramos los misterios divinos en la esperanza de la resurrección de la carne y, antes, en que su alma pueda gozar de la gloria del que la llamó a la vida, a la gracia, a su servicio. Sobre todo dura la caridad que permanece para siempre.

El Señor les dé el descanso eterno en su seno, que brille para siempre para ella la Luz eterna. Que cada uno la recuerde agradecido y saque de ella la mejor de las enseñanzas.
Requiescat in pace.