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“La historia de Talleres Don Bosco camina paralela a la historia de la patria”

By 07/12/2018No Comments

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“En un país como el nuestro –que tiene poco menos de doscientos años de vida independiente– homenajear a una institución que hoy cumple ciento veinticinco años, es prácticamente homenajear la historia de la patria misma en uno de sus aspectos más importantes”, destacó el Senador Javier García en el reconocimiento que en el Senado de la República se le tributó a Talleres Don Bosco en ocasión de celebrar sus 125 años de vida.

En la sesión del senado del martes 4 de diciembre, hicieron uso de la palabra los senadores Javier García (del Partido Nacional e impulsor del homanaje), Pablo Mieres (Partido Independiente), Rafael Michelini (Exalumno, Frente Amplio) y Germán Germán Coitinho (Partido Colorado). Por casi tres horas los legisladores abordaron distintos aspectos de esta obra salesiana y su aporte a los uruguayos y al país.

En primer lugar hizo uso de la palabra el Senador García, quien saludó al Cardenal Daniel Sturla, al Inspector de los Salesianos en Uruguay, P. Alfonso Bauer sdb, al Director de Talleres Don Bosco, P. Andrés Boone, entre otros presentes en el recinto legislativo.

El Dr. García afirmó que “Talleres Don Bosco es una de las instituciones educativas más populares del Uruguay”. “Con sus ciento veinticinco años al hombro es protagonista central de la educación pública de jóvenes y, sobre todo, de la formación profesional de obreros. Quizás, o sin quizás, sea la primera institución que formó obreros profesionales con un objetivo estrictamente educativo. De allí salieron imprenteros, tipógrafos, encuadernadores, herreros, mecánicos, carpinteros, sastres, zapateros”.

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LA CLAVE EDUCATIVA DE TALLERES DON BOSCO

Además de destacar la historia de esta institución y recordar a sus principales protagonistas, el Senador García explicó que “la fórmula del éxito de Talleres Don Bosco para tener la inserción laboral que se registra al egreso” reside en que los jóvenes que allí estudian pueden “trabajar de lo aprendido, sentir vocacionalmente el oficio y que el trabajo sea una herramienta para realizar su proyecto de vida”. “Por eso busca tener un diálogo permanente con las empresas que trabajan en todo el país, y con ellas ayudarse mutuamente: en la incorporación de nuevas tecnologías o demandas, en la formación constante de jóvenes que luego se insertan en el mercado laboral, en la ayuda mutua y sinérgica de la escuela técnica con las empresas”, puntualizó. .

García calificó como muy significativo el camino que “en los últimos dieciocho años de este nuevo siglo, ha emprendido esta casa”, que marcan “los «nortes de navegación» de una institución vieja pero que se actualiza a los tiempos y a los contextos juveniles y laborales”. “Esta trayectoria nos va marcando un rumbo para responder a la actualización de la escuela en su formación técnica y tecnológica, incorporando los cambios en la matriz productiva y laboral que vive el Uruguay”, sostuvo. .

Talleres Don Bosco “es un aporte concreto de una institución religiosa para hacer un mejor Uruguay, y lo hace en absoluta sinergia con la sociedad, sin que suponga adoctrinamientos ni recortes a la laicidad, sino que, ¡todo lo contrario!, la confirman desde la pluralidad”, subrayó el legislador.

“Talleres Don Bosco es un aporte público gestionado por una obra católica. Y es una lástima que muchas veces un pensamiento exclusivista en lo estatal nos haga perder la noción sobre el aporte plural y libre que hacen instituciones como esta de Talleres Don Bosco. Las sociedades, cuanto más plurales, más libres; pero, además, mejores, más democráticas, más inclusivas y más justas”, resaltó el Senador del Partido Nacional.

APORTE CADA VEZ MÁS AMPLIO E IMPORTANTE

Seguidamente, tuvo lugar la intervención del Senador Mieres quien, en primer lugar, se refirió al “carácter precursor y de vanguardia de lo que significó fundar Talleres Don Bosco hace ciento veinticinco años”.  Destacó, empero, que el aporte de Talleres Don Bosco “no se quedó en el primer esfuerzo fundador, sino que el registro de toda la historia de Talleres Don Bosco muestra una enorme capacidad de actualización y de incorporación de las modificaciones de la sociedad, y de la sintonía para atender el desarrollo de la vida productiva, económica, empresarial y laboral de un país”.

El Senador del Partido Independiente consideró que el aporte de la institución “sigue siendo cada vez más amplio” y “ cada vez más importante”.

Mieres  hizo hincapié en el currículo rediseñado con la colaboración de sus docentes y de personas provenientes del mundo empresarial e industrial, elaborado en torno a competencias profesionales. “Esto implica asumir los lineamientos más modernos en materia de política educativa: la idea de la formación por competencias y la idea de estar en sintonía con el desarrollo del mundo de la producción para que, en definitiva, lo que se enseñe realmente esté acorde con las necesidades de los jóvenes de hoy”, explicó.

Destacó, asimismo “la incorporación del carácter mixto en la institución” y de las  “nuevas tecnologías en cuatro orientaciones centrales – Artes Gráficas, Carpintería, Mecánica Automotriz y Mecánica Industrial–, con componentes informatizados y electrónicos”.

Mieres aludió también al “departamento de relacionamiento externo que vincula las solicitudes de los empresarios con los egresados” (con un porcentaje por encima del 90 % de ocupación de los egresados) y a “la reducción de la duración de los cursos centrales a tres años, que se promueve para facilitar una salida más rápida, sin mengua de la formación, y también la incorporación de cursos de un año y medio”.

Finalmente el legislador se refirió al objetivo general de Talleres Don Bosco: “promover integralmente –según el espíritu del evangelio–, con el corazón de don Bosco, al joven trabajador para que sea, con su testimonio y su trabajo, promotor de una sociedad justa”. Dijo, en este sentido, que “se trata de una concepción extremadamente integral, que (…) es una de las claves de toda la propuesta salesiana en general, pero que en particular está presente en Talleres Don Bosco desde el punto de vista de la sintonía con el mundo y de la formación en valores, de la formación en principios fundamentales que rigen la vida de los ciudadanos y de los seres humanos”. “Creo que, en ese sentido, Talleres Don Bosco mantiene el espíritu central de lo que implica la educación desde el punto de vista integral y no como un mero instruir o trasmitir saberes”. aseveró.

ESPACIO DE LIBERTAD

En tercer lugar hizo uso de la palabra el Senador Michelini, exalumno de Talleres Don Bosco. El legislador centró su alocución en su experiencia personal como alumno de la institución cuando tenía 17 años y transitaba lo que calificó la peor época de su vida, puesto que su padre había sido asesinado por los militares y su hermana estaba presa por el régimen dictatorial.

“En Talleres Don Bosco se portaron muy bien conmigo y con mi familia, y por eso le tengo un enorme agradecimiento”, comenzó diciendo Michelini.

“Aprendí muchas cosas de ellos (los salesianos) ”, aseguró. .“En primera instancia, nunca pusieron la religión de por medio ni era una cosa destacada; prácticamente no se la notaba. Aprendí principios; aprendí la cultura del trabajo y la cultura de la excelencia (…) aprendí a sentir orgullo por el trabajo manual (…), la solidaridad –que practicaban permanentemente–; aprendí a luchar contra la pobreza a través del trabajo –todo el tiempo transmitían que a través del trabajo se podía luchar contra la pobreza–, y aprendí sobre el compañerismo”, subrayó. .

“Tenían una característica (…) que si no fuera porque se trataba de los Talleres Don Bosco alguien podía haber dicho que estaban cerca de algún comunista: me refiero a esa condición de transmitir y concienciar sobre los derechos del trabajador. Esto era importante; te hacían sentir gente. Nos decían: «Tú tenés derecho. Tú sos persona, además de trabajador; no sos una pieza más en la maquinaria. Tú sos tú», dijo el Senador.

“En Talleres Don Bosco me dieron contención, porque con diecisiete años ni siquiera sabía dónde estaba parado. Quizás el cura Manolo Pérez fue una figura muy cercana a la de un psicólogo, pues me escuchaba, caminábamos por el patio, me transmitía algunas ideas y cada tanto me buscaba para saber cómo estaba. Sin que esto signifique nada, debo decir que, cada tanto, él y muchos como él demostraban esa simpatía, desde la religión, de hacer cosas para que hubiera espacios de libertad en el Uruguay”. “Los religiosos, los cristianos, los católicos hicieron mucho contra la Dictadura. ¡Mucho! Habría que escribir libros con respecto a ello”, manifestó. Recordó, en este sentido, que “cuando empezó la recuperación democrática, las iglesias fueron lugares donde permanentemente se concentraba la gente para conspirar contra la Dictadura. Y no necesariamente eran espacios religiosos, sino espacios de libertad”. “¡El pueblo uruguayo tiene que estar muy agradecido por esos espacios de libertad que se brindaron!”, subrayó Michelini.

OBRA DE CONTENCIÓN

Por último, tuvo lugar la intervención del Senador Coithino, quien señaló el hecho de que en todos los partidos políticos hay integrantes que son exalumnos salesianos. “Entonces, las obras salesianas nos unen a todos”, aseveró.

Coincidiendo con lo expresado por MichelinI, el Senador salteo afirmó que “al decir «salesiano» uno piensa en obras de contención, en cientos de años trabajando para brindar diversas formas de dar esa contención”. “Por estas razones queremos celebrar y apoyar este homenaje, y afirmar que necesitamos cientos de años más con obras de este tipo”. Resaltó, en este sentido, la existencia de los oratorios festivos. “Al visitar esos barrios tan carenciados, muchos hemos visto cómo los exalumnos salesianos van a compartir una merienda, un taller, una mano tendida o el hecho de estar allí”, indicó.

“En Salto hay barrios carenciados –uno es el barrio Burton– donde existen obras espectaculares: una de ellas se llama Domingo Savio y otra, Padre Pío. Actos sencillos como estos y diversas acciones en este sentido es lo que estamos necesitando como país; es la oportunidad cuando todo parece negativo”, resaltó.

El Senador aseguró que “la contención salesiana sigue vigente, fuerte y muy presente con otros temas y en otras situaciones, como por ejemplo en los barrios de alto riesgo”. “En la actualidad, con las armas salesianas y la misma intención de brindar contención se pretende ganar otras batallas, como por ejemplo la batalla contra la pasta base o contra la desesperanza de miles de jóvenes que en este país no tienen fe”, expresó.

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TEXTO DE LAS INTERVENCIONES EN LA SESIÓN DEL SENADO DEL MARTES 4 DE DICIEMBRE 2018

125 años de Talleres Don Bosco

SEÑORA PRESIDENTE.- El Senado ingresa al orden del día con la consideración del asunto que figura en primer término: «Exposición del señor senador Javier García, por el término de veinte minutos, sobre el tema “125 años de los Talleres Don Bosco”. (Carp. n.º 1225/2018)».

SEÑORA PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor senador García.

SEÑOR GARCÍA.- Señora presidenta: en primer lugar, agradecemos al Senado, a todos los partidos políticos, por haber accedido a realizar este homenaje a Talleres Don Bosco, así como agradecemos también la presencia del cardenal, monseñor Daniel Sturla, del inspector salesiano padre Bauer, del director de Talleres Don Bosco, padre Boone, y de otras de sus autoridades, así como de docentes, alumnos, exalumnos y alguna hermana que veo por allí.

En un país como el nuestro –que tiene poco menos de doscientos años de vida independiente– homenajear a una institución que hoy cumple ciento veinticinco años, es prácticamente homenajear la historia de la patria misma en uno de sus aspectos más importantes.

Talleres Don Bosco es una de las instituciones educativas más populares del  Uruguay. Con sus ciento veinticinco años al hombro es protagonista central de la educación pública de jóvenes y, sobre todo, de la formación profesional de obreros. Quizás, o sin quizás, sea la primera institución que formó obreros profesionales con un objetivo estrictamente educativo. De allí salieron imprenteros, tipógrafos, encuadernadores, herreros, mecánicos, carpinteros, sastres, zapateros, como se recordaba en estos días en el quincenario «Entre Todos» de la Iglesia católica.

Ser egresado de Talleres Don Bosco ha sido siempre y es hoy una tarjeta de presentación eficaz, casi que una garantía para conseguir trabajo. La construcción de una escuela de oficios era el deseo expresado por don Bosco. Y en una carta al primer obispo de Montevideo, monseñor Jacinto Vera, el 17 de noviembre de 1876, don Bosco le confiaba a sus primeros salesianos que llegaban a Montevideo, capitaneados por el padre Luis Lasagna, lo siguiente: «Es mi intención también abrir una casa para niños artesanos y para este fin hay en esta expedición maestros de arte». Diecisiete años después, en 1893, nacía Talleres Don Bosco.

El padre Luis Lasagna había adquirido, para lo que hoy es Talleres Don Bosco, una parcela de terreno en los alrededores de Montevideo –ubiquémonos en el Montevideo de hace ciento veinticinco años– con el fin de erigir un colegio. Ese terreno estaba perdido –estamos hablando de una zona que está a diez minutos de aquí– entre huertas y campos baldíos, profundas zanjas y verdes lagunitas. Así se describía al entonces barrio La Estanzuela, que hoy conocemos como Parque Rodó.

En un viaje a Italia del padre Luis Lasagna, encomendó el cuidado de estas parcelas al padre José Gamba –que en ese entonces era director del Colegio Sagrado Corazón–, quién proyectó y pensó la construcción en ese lugar de una escuela de artes y oficios.

Buena  parte  de  esa obra fue realidad por donaciones y aportes generosos, al  impulso del padre Gamba y de monseñor Mariano Soler. En pocos meses –recuerda el padre Horne, testigo de los hechos– se levantó en el centro de la manzana un salón capilla de unos veinte metros por ocho, de ladrillos, techos de azotea, sin revoque y tirantes a la vista. Luego, formando ángulo, varias piezas: cuatro celdas de tres por tres metros, dos salas de seis por seis metros para comedor y talleres de sastrería y zapatería, y un salón de quince por seis metros para dormitorio y cocina, según cuentan las crónicas del  colegio,  descritas en el libro que se hizo con motivo de los cien años de Talleres Don Bosco. La construcción es de ladrillo, barro y madera. Así empezó este edificio que hoy ocupa una cuadra a diez minutos de aquí.

De esta manera modesta y silenciosa se pudo inaugurar este nuevo colegio salesiano el 2 de febrero de 1893, es decir, hace ciento veinticinco años.

¿En qué Uruguay nacía Talleres Don Bosco? El Uruguay de entonces tenía como presidente a Julio Herrera y Obes, quien presidió entre 1890 y 1894, en el período conocido como el del civilismo. El país vivía los resabios de la crisis económica del año noventa, problemas con el cierre de las exportaciones de tasajo a Brasil, las consecuencias de la sequía de 1889 y el quiebre del Banco Nacional en 1894.

La ley de educación elaborada por José Pedro Varela estaba dando sus frutos educativos al finalizar el siglo. En el ámbito de la enseñanza de oficios nuestro país había dado el primer paso en 1878. Aquí está lo que yo decía con respecto a la enseñanza de las artes y oficios entre Talleres Don Bosco y lo que después sería la actual UTU. Durante el Gobierno de Latorre se había fundado la Escuela de Artes y Oficios en los talleres de la Maestranza del Parque Nacional o «Parque Viejo» de la ciudad. Latorre había hablado con los salesianos por esta escuela, pero no lograron un acuerdo con la finalidad que se buscaba. La UTU, como se conoce hoy, precedió a Talleres Don Bosco en quince años, pero teniendo un origen distinto, ya que se había destinado como correccional de jóvenes.

En el Archivo General del Capitán de Navío Carlos Olivieri, llamado Escuela de Artes y Oficios, convertida en astillero naval de 1881 a 1887 se lee: «… se ha establecido, durante el corriente año una «Escuela de artes y oficios» para menores que recoge la  policía por las calles por delitos de robo, vagos y otros que no pudiéndolos sujetar las madres entregan a la policía a fin de que sean corregidos, y que han sido enviados a esta Maestranza. A dichos menores, se les enseña lectura, escritura, aritmética y música a todos los que tienen vocación para ello y además, los oficios de herrero, carpintero, talabartero y zapatero».

En los primeros años, muy pronto, los sencillos cobertizos fueron insuficientes para albergar a los alumnos que llegaban. Fue necesario, entonces, pensar en una construcción más amplia y sólida que diera lugar a las clases y a los dos talleres. El  25  de abril de 1896 se coloca la piedra fundamental del actual edificio, cuyos planos pertenecieron al arquitecto salesiano Domingo Delpiano. Asisten, entre otros, monseñor Mariano Soler y el ministro de gobierno Francisco Bauzá. Con la colaboración de muchos bienhechores de la sociedad católica montevideana, se llega en 1899 a la construcción de la planta baja sobre la calle Maldonado.

Junto a Talleres Don Bosco  fueron  apareciendo  otras  casas y comercios, fraccionándose las grandes quintas y facilitándose el acceso al Parque Rodó –llamado, entonces, Parque Urbano–, a la playa Ramírez y, luego, pasando los arenales, a la zona de Punta Carretas y de los Pocitos. Pero el edificio ubicado entre las calles Maldonado, Canelones, Municipio y Mal Abrigo siguió siendo el fundador del barrio, y en la época comúnmente lo llamaban Don Bosco.

En 1902 comenzaba, sobre la calle Maldonado y sus esquinas, la construcción del primer piso. Se ampliaron los talleres y, juntamente con las clases para los artesanos, se recibía a los niños del barrio a través del Oratorio Festivo; comenzaban las actividades de la banda de música y ya se organizaba el Centro Don Bosco, que agrupaba a los primeros exalumnos. La capilla interna comenzó a quedar chica para los alumnos y para los vecinos del barrio, razón por la cual el padre José Gamba determinó erigir una cripta en honor a María Auxiliadora –que, como ustedes saben, es la protectora de los salesianos–, que se fundó en 1917. Y en 1919 es canónicamente nombrada como parroquia.

Fue necesario añadir dos pisos más al edificio, cuyos planos fueron encomendados al arquitecto –también salesiano– padre Ernesto Vespignani, quien con el revoque general le dio líneas impecables y definitivas al edificio, hasta llegar a la torrecilla que actualmente se visualiza en la azotea.

Esta obra que describí recién quedó inaugurada en 1925. Pudo decirse en su inauguración que fue uno de los monumentos más sinceramente patrióticos erigidos en honor a los héroes de la independencia nacional en su centenario. Es sabido por la señora presidenta –que está trabajando en ello– que en 1925 se dio luz a Talleres Don Bosco y también a esta, nuestra casa, el Palacio Legislativo.

El crecimiento de esta zona de Montevideo llevó a que los salesianos abrieran, en el edificio de Talleres Don Bosco, una escuela primaria para los niños, que funcionó hasta fines del siglo XX y a la que concurrían más de doscientos cincuenta niños del barrio y zonas adyacentes.

Entre las ricas marcas que fue dejando Talleres Don Bosco en nuestro país, está la famosa banda de Talleres Don Bosco, fundada por el padre Giovannini, que empezó a funcionar como entretenimiento para los primeros alumnos del colegio. Este invento duró nada más y nada menos que setenta y cinco años, y adquirió mucho prestigio y renombre tocando en distintas oportunidades y eventos sociales y culturales. Aún hoy, los mayores exalumnos –aquí hay algunos– hablan de la banda y de su popular bañadera, conocida como «la chancha», que trasladaba a la banda.

Uno de los directores de Talleres Don Bosco fue el padre Bernardino Harispuru, a quien se recuerda como su segundo fundador. Fue director desde 1912 hasta 1926 y desde 1929 a 1934. Con él se construyó la cripta de María Auxiliadora, se comenzaron y culminaron las obras del segundo piso y los últimos pisos con la torrecilla.

Como dijimos, en 1925 se llevó a cabo la inauguración del edificio terminado de los talleres. Los años en que el padre Harispuru ejerció la dirección fue una época de desafíos. Entre ellos, debió enfrentar el reto de que en plena construcción tuviera lugar la separación del Estado de la Iglesia, lo que, con el cambio constitucional, quitó exoneraciones impositivas. Cuentan las crónicas que en 1917 el padre Harispuru acompañó a la banda de música a la cárcel a amenizar un acto patrio. Allí el director de la cárcel le mostró a noventa y cinco menores de edad en estado deplorable, que estaban  recluidos por no tener a nadie que se ocupara de ellos. Harispuru llevó a varios de esos jóvenes a vivir a Talleres Don Bosco, donde se los recibió con el afecto que necesitaban.

En 1943, para el festejo de su cincuentenario, Talleres Don Bosco ya goza de prestigio en toda la república y ya son miles los exalumnos que han pasado por ahí. Los talleres de aquel entonces eran Herrería, Mecánica, Zapatería, Sastrería, Carpintería, Encuadernación, Tipografía e Imprenta, en cursos de cinco años de duración. Al frente de los cursos de esos talleres había hermanos coadjutores, salesianos religiosos. Las clases empezaban el primer lunes de febrero y culminaban el quince de diciembre de cada año.

En la década de los sesenta del siglo pasado, época de muchos cambios en el mundo, como el Concilio Vaticano II en la Iglesia, y a nivel nacional, que no es necesario detallar, Talleres Don Bosco celebra sus sesenta y cinco años de vida: precisamente, en 1968, año ícono a nivel mundial. Los cambios también se ven a nivel interno en el colegio, ya que la enseñanza de nuevos oficios fue tomando lugar mientras se dejaban de enseñar otros. Ya no funcionan más los talleres de Sastrería, Zapatería y Herrería; ahora, se enseña Mecánica con la llegada de los nuevos tornos; Carpintería, Tipografía e Imprenta con la primera offset. Se permitió que los pupilos salieran los domingos para ver a sus familias, y luego se agregaron los sábados.

En la década de los setenta se abrió el taller de Mecánica Automotriz, que comenzó a funcionar en la antigua cripta. Otro cambio importante de esta década tan marcada para los uruguayos es que se permitió el ingreso a Talleres Don Bosco de alumnos mediopupilos y externos, abriendo así la posibilidad de integrar a más jóvenes, sobre todo de Montevideo.

Al aproximarse el nuevo siglo, Talleres Don Bosco busca revisar su propuesta, adaptándose a los tiempos y cambios en los diferentes ámbitos. Es así que, hace pocos años, se logra un acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo para realizar, entre otros estudios, un diagnóstico y propuesta de mejora para la formación técnica en Uruguay a través del apoyo de algunos centros seleccionados, una mirada al público potencial de la propuesta formativa y la gestión del centro docente. Se arma entonces una propuesta de formación por competencias para las carreras técnicas, contando con el apoyo de los empresarios, trabajadores y docentes a la hora de definir los programas formativos. Si bien fue una tarea que llevó años, aún hoy se ven los frutos de un trabajo serio y con cabeza de futuro. Son los actuales perfiles que solicitan las empresas que piden apoyo en el servicio de intermediación laboral de Talleres Don Bosco para contactar con egresados.

Talleres Don Bosco, señora presidenta, revoluciona un concepto educativo sobre el que hoy es común escuchar hablar. Nos referimos a lo que se conoce como una formación dual, que combina la educación y el trabajo, el taller, el aula y la empresa. Sobre la base de los perfiles de egreso que se definieron en las áreas de la Mecánica Automotriz, la Mecánica Industrial, las Artes Gráficas y la Carpintería, se armaron las propuestas curriculares por competencias, que proponían conocimiento, procedimiento y actitudes para el trabajo en el taller. Y aquí un cambio histórico: Talleres Don Bosco pasa a ser mixto. Ingresan las primeras alumnas en Artes Gráficas y en Mecánica Automotriz.

Iniciado el nuevo siglo y con el nuevo diseño curricular formulado y ya puesto en práctica, se decide por primera vez iniciar un camino de reconocimiento oficial por la propuesta formativa técnica de Talleres Don Bosco. Es así que en el año 2004 se obtienen las primeras habilitaciones de cursos por parte de la UTU. Esas opciones llegaron para quedarse, ya que se fueron añadiendo nuevas propuestas, como los bachilleratos tecnológicos o la iniciación profesional, que lograron su reconocimiento y, por ende, la posibilidad de una continuidad educativa en el sistema oficial educativo. También se hace una reforma del modelo de gestión del centro educativo, del internado estudiantil, y se conforma un equipo de dirección donde se integran los primeros laicos a la dirección, acompañándonos varios de ellos.

Hoy, señora presidenta, son cerca de mil los alumnos que a lo largo de la semana transitan por esa casa salesiana. Reitero: son más de mil los alumnos que a lo largo de la semana pasan por Talleres Don Bosco. Hay jóvenes de los diecinueve departamentos del país, de todas las condiciones culturales y realidades socioeconómicas. Pero, en su gran mayoría, son jóvenes de los sectores más populares del Uruguay, a cuyas familias les cuesta asumir una cuota que incluye la educación más todo lo que representa el servicio de residencia, las cuatro comidas diarias, la presencia de educadores las veinticuatro horas y los distintos servicios que se ofrecen. A una gran cantidad de las familias de esos jóvenes les cuesta asumir esos costos, pero, como dicen con orgullo en Talleres Don Bosco, nadie se queda sin lugar allí. Se busca la forma de ayudar al que no puede pagar: aunque sea, una parte de la cuota; será financiando cuando se consiga el primer trabajo de egresado; será a través de padrinos o de madrinas que apoyan; será mediante becas o con algún programa del Estado con los que se obtiene apoyo para los jóvenes. Actualmente, treinta y cinco de esos alumnos están por convenios con el INAU.

La propuesta formativa de Talleres Don Bosco es amplia y diversa. En formación técnica –educación media profesional– se dictan: Mecánica Automotriz, Mecánica Industrial, y Carpintería, y el año que viene se dictarán Instalaciones Eléctricas y Electrónica Industrial. En los bachilleratos tecnológicos –educación media tecnológica– se dictan: Administración, Informática, Deporte y Recreación.

En los cursos de la mañana hay trescientos ochenta alumnos de todos los rincones del país. Se enriquece mucho la convivencia entre Montevideo y el resto de los departamentos del interior al compartir los talleres, el aula, el comedor, y el mismo dormitorio en el caso de los residentes. Estos cursos son habilitados y reconocidos por UTU, permitiendo la continuidad educativa de los jóvenes.

En la tarde se ofrece, para jóvenes desertores del sistema escolar, una propuesta formativa de iniciación profesional. Son jóvenes de entre quince y dieciocho años provenientes en su mayoría de las zonas periféricas de Montevideo y del área metropolitana. Se trata de una población de jóvenes que abandonó la trayectoria educativa y que tiene sus particularidades a la hora de pensar en la atención educativa, porque requieren una atención especial. Son jóvenes que arrastran el fracaso educativo, quizás años sin escolarización, con todas las dificultades que ello acarrea. Son aproximadamente noventa alumnos que estudian Iniciación Profesional en Mecánica de Autos o de Motos, Iniciación Profesional en Carpintería y, a partir del año que viene, Auxiliar de Mantenimiento.

En la noche, luego de las 18:00, Talleres Don Bosco ofrece más de treinta cursos de corta duración para adultos, ya sea en capacitación, especialización o simplemente como entretenimiento para muchos, atendiendo intereses postergados en otras etapas de la vida. En esta área son cerca de seiscientas personas que circulan a lo largo del año.

El padre Boone –que nos acompaña hoy desde la barra– nos recordaba hace poco el perfil del estudiante que le reclama un empresario. Y comentaba que un empresario le decía: no es necesario que sepa lo último de la disciplina, pero sí que tenga un buen hábito de trabajo, ganas de trabajar y disciplina.

Talleres Don Bosco complementa su formación con el hogar estudiantil, la residencia que aloja. Son cerca de doscientos cuarenta jóvenes del interior del país, a  los  que  se  les  facilita el acceso al estudio de una carrera técnica gracias a esta propuesta de residencia. Provienen de las ciudades capitales, de zonas pobladas  de  los  distintos  departamentos, de parajes y pequeños poblados. Por ejemplo, concurren alumnos a Talleres Don Bosco de Colonia Palma –departamento de Artigas–, Tacuarembó, San Carlos, Rocha, Nueva Helvecia, Palmitas –de Soriano–, paraje Manantiales –de Colonia–, Gregorio Aznares, Trinidad, Carlos Reyles –de Durazno–, Melo, Fraile Muerto, San Bautista, Cardona, Piriápolis, Pan de Azúcar, José Pedro Varela, Minas, Rivera, Juan Lacaze, Treinta y Tres, Rosario, Sarandí del Yi, Santa Lucía del Este, Delta del Tigre, Empalme Olmos, Paysandú, Florida, pueblo Miguelete –de Colonia–, Salto, Chuy, Tomás Gomensoro, Solís de Mataojo, villa 18 de Julio, Colonia Valdense, Colonia Delta –de San José–, Castillos, Sauce, pueblo Beisso –de Paysandú– Ansina, Puntas de Arenales –de Colonia–, paraje La Feliciana –de Florida–, y de otros tantos lugares más.

La comunidad educativa salesiana –parte de ella, como decía, también nos acompaña hoy–, que en su origen reunía a más de sesenta religiosos, tiene una gran distancia con la actual, pues en este año 2018 está integrada solo por cuatro sacerdotes, pero esta nueva realidad de poco personal religioso no impide que la misión de Talleres Don Bosco se lleve adelante con una clara identidad carismática salesiana, marcada por el trabajo y la realización personal. Esos cuatro salesianos, junto con el resto de su comunidad educativa docente integrada por varios exalumnos salesianos, hacen realidad la vida de esta obra salesiana, que es aula, que es taller, que es patio –subrayo la palabra «patio», porque para los salesianos este quizás sea el elemento fundamental–, y que también es casa. Todo esto hace realidad aquello que enseñaba don Bosco: «La educación es cosa del corazón… ».

Recordamos algunos nombres de salesianos que trabajaron en la formación de jóvenes en Talleres Don Bosco: los padres Porto, Muzzolón, Pavanetti, Pittini, Lecaroz, Collazzi –actual obispo de Mercedes–, Bajac, Tejero, el hermano Artigas de Agostini –gran promotor del deporte; hoy el gimnasio de Talleres Don Bosco lleva su nombre–, el hermano Nicher –maestro de imprenta por casi cincuenta años–, el padre Visentini, monseñor Nicolás Cotugno, el padre Silva –actual director de la comunidad religiosa–, el cardenal Daniel Sturla –que hoy nos acompaña desde la barra–, el padre Josema Acuña, con quien se empieza el cambio de la propuesta de Talleres Don Bosco para el siglo xxi. Y en este último siglo están los directores salesianos: el padre Manuel Pérez, el padre Rafael Costa, el padre Pedro Incio y el padre Boone, que mencionaba recién.

La pregunta que por lo menos uno se formula es cuál es la fórmula del éxito de  Talleres Don Bosco para tener la inserción laboral que se registra al egreso. La respuesta que nos damos es: lograr que los jóvenes que estudian en Talleres Don Bosco puedan trabajar de lo aprendido, sentir vocacionalmente el oficio y que el trabajo sea una herramienta para realizar su proyecto de vida. Esa es la clave educativa de los Talleres Don Bosco. Por eso busca tener un diálogo permanente con las empresas que trabajan en todo el país, y con ellas ayudarse mutuamente: en la incorporación de nuevas tecnologías o demandas, en la formación constante de jóvenes que luego se insertan en el mercado laboral, en la ayuda mutua y sinérgica de la escuela técnica con las empresas.

Con tal fin hay un servicio de intermediación laboral que recibe las solicitudes para cubrir puestos de trabajo y se contacta con los egresados para ayudarlos en su inserción laboral. Es muy alta la valoración que realizan los empleadores de los egresados de Talleres Don Bosco. De los jóvenes que solicitan asistencia al servicio de intermediación laboral, hay entre un 90 % y 95 % de inserción en la formación técnica según las áreas. ¡Entre el 90 % y el 95 % de los egresados del área técnica tienen trabajo al egreso!

Una escuela de formación técnica y tecnológica tiene el desafío de actualizar su equipamiento –como todos comprendemos– para no perder vigencia. Uno de los factores que ha permitido la supervivencia de Talleres Don Bosco en estos ciento veinticinco años es la actualización, recuerda el padre Boone. Esto tiene un costo, que es difícil de absorber por una institución educativa privada destinada a jóvenes preferentemente de los sectores populares. Es así que, a lo largo de la historia, Talleres Don Bosco se ha servido de la caridad y la providencia, a la que siempre ha recurrido ante las necesidades, y han sido muchos los benefactores a lo largo de su primer siglo de  vida.

Es muy significativo el camino que, en los últimos dieciocho años de este nuevo siglo, ha emprendido esta casa, que marcan, como dicen ellos, los «nortes de navegación» de una institución vieja pero que se actualiza a los tiempos y a los contextos juveniles y laborales. Esta trayectoria nos va marcando un rumbo para responder a la actualización de la escuela en su formación técnica y tecnológica, incorporando los cambios en la matriz productiva y laboral que vive el Uruguay.

Hay que destacar que entre nosotros mismos tenemos un egresado de Talleres Don Bosco, como es el senador Michelini, que pasó por sus aulas y sus talleres.

Talleres Don Bosco es un ejemplo concreto del valor de la diversidad cultural y religiosa en nuestra sociedad, y de lo importante que es para la vida democrática. Muchas veces discutimos entre nosotros –no sin algún acaloramiento– el papel de las religiones, y derivamos en debates sobre la laicidad y sus extremos laicistas. El ejemplo de Talleres Don Bosco en este homenaje que le realizamos es una muestra clara del aporte religioso, en este caso salesiano, al desarrollo personal de miles de uruguayos y al desarrollo comunitario dirigido a la formación de los sectores más postergados, más olvidados y más populares del Uruguay. Es un aporte concreto de una institución religiosa para hacer un mejor Uruguay, y lo hace en absoluta sinergia con la sociedad, sin que suponga adoctrinamientos ni recortes a la laicidad, sino que, ¡todo lo contrario!, la confirman desde la pluralidad. Talleres Don Bosco es un aporte público gestionado por una obra católica. Y es una lástima que muchas veces un pensamiento exclusivista en lo estatal nos haga perder la noción sobre el aporte plural y libre que hacen instituciones como esta de Talleres Don Bosco. Las sociedades, cuanto más plurales, más libres; pero, además, mejores, más democráticas, más inclusivas y más justas.

La historia de Talleres Don Bosco camina paralela a la historia patria. Hoy, el Senado de la república rinde homenaje a una escuela de oficios, de formación de obreros calificados; a una institución de excelencia educativa, cristiana y católica, cuyo sello es aquel que la pedagogía de su fundador, don san Juan Bosco, imprimió a todas sus casas y que es su misión: formar buenos cristianos y honrados ciudadanos.

A Talleres Don Bosco y a su comunidad educativa –que ha heredado el aporte de tantos hombres y mujeres del Uruguay– ¡vayan las mayores de las felicitaciones en sus jóvenes y primeros ciento veinticinco años!

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑOR MIERES.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR MIERES.- Señora presidenta: obviamente, saludamos y felicitamos al senador García por la propuesta de realizar hoy un homenaje por los ciento veinticinco años de esta institución, Talleres Don Bosco, que tanto aporte ha hecho al país. Saludamos la presencia del cardenal Daniel Sturla, de los representantes de la congregación salesiana y de los profesores y exalumnos de esta institución que llega a ciento veinticinco años. Realmente, creo que es un ejemplo vivo. No voy a repetir todas las referencias que ha realizado con mucha profundidad y análisis el senador Javier García, sino que simplemente voy a destacar algunas aristas en particular.

En primer lugar, me voy a referir el carácter precursor y de vanguardia de lo que significó fundar Talleres Don Bosco hace ciento veinticinco años. Me parece que todo lo que implicó en aquel entonces el aporte de formación, con una mirada capaz de integrar los aprendizajes técnicos con los de la educación no técnica, era ya un desafío y, en todo caso, una gran originalidad. Pero ciertamente aquello no se quedó en el primer esfuerzo fundador, sino que el registro de toda la historia de Talleres Don Bosco muestra una enorme capacidad de actualización y de incorporación de las modificaciones de la sociedad, y de la sintonía para atender el desarrollo de la vida productiva, económica, empresarial y laboral de un país. Muestra la capacidad de una sociedad para incorporar –reitero– modificaciones, modernizaciones y actualizaciones a lo largo de este siglo y cuarto de trabajo, como ha quedado muy de manifiesto en toda la exposición del senador García. Al respecto, simplemente quiero destacar algunas notas.

Comenzó con talleres de Sastrería y de Zapatería, tres salesianos y diecinueve estudiantes. Y uno mira hoy lo que es Talleres Don Bosco en toda su magnitud, y realmente tiene que reconocer un espíritu fundador con mucha convicción y con el apoyo de la congregación salesiana. En realidad, en talleres está el espíritu fundador de don Bosco, vinculado a los niños y adolescentes más débiles, aquellos que estaban de alguna manera, en el momento fundacional en Italia, dejados a situaciones de grave dificultad. Allí está el espíritu de don Bosco, que luego se traslada en esta misión que supuso la fundación de esta obra acá en Montevideo, en el Uruguay de 1893. Obviamente, se trataba de una formación en oficios, absolutamente indispensable para incorporar a adolescentes a la vida activa, a la vida laboral, a la importancia del trabajo, de la responsabilidad y, también, de lo que supone la disciplina desde el punto de vista de la formación. Creo que este aporte sigue siendo cada vez más amplio y, diría, cada vez más importante.

Voy a tomar como referencia lo que de alguna forma incorporó Talleres Don Bosco como una línea de transformación en los últimos años: un currículo rediseñado con la colaboración de sus docentes y de personas provenientes del mundo empresarial e industrial, elaborado en torno a competencias profesionales. Esto implica asumir los lineamientos más modernos en materia de política educativa: la idea de la formación por competencias y la idea de estar en sintonía con el desarrollo del mundo de la producción para que, en definitiva, lo que se enseñe realmente esté acorde con las necesidades de los jóvenes de hoy.

Hay que destacar la incorporación del carácter mixto en la institución. Durante muchísimos años, las instituciones educativas eran de varones o de mujeres; obviamente había que cambiarlo y eso se incorpora a fines del siglo pasado.

También se incorporan nuevas tecnologías en cuatro orientaciones centrales – Artes Gráficas, Carpintería, Mecánica Automotriz y Mecánica Industrial–, con componentes informatizados y electrónicos.

Es de destacar también que Talleres Don Bosco cuenta con un departamento de relacionamiento externo que vincula las solicitudes de los empresarios con los egresados. El senador García hablaba de un porcentaje por encima del 90 % de ocupación de los egresados de Talleres Don Bosco.

Cabe mencionar asimismo la reducción de la duración de los cursos centrales a tres años, que se promueve para facilitar una salida más rápida, sin mengua de la formación, y también la incorporación de cursos de un año y medio. Es decir que se produce la incorporación de modalidades variadas que van en línea, además, con lo que supone el desarrollo de la educación técnica a nivel público a través de la UTU.

Quiero destacar, también, el objetivo general de Talleres Don Bosco: promover integralmente –según el espíritu del evangelio–, con el corazón de don Bosco, al joven trabajador para que sea, con su testimonio y su trabajo, promotor de una sociedad justa. Se trata de una concepción extremadamente integral, que creo que es una de las claves de toda la propuesta salesiana en general, pero que en particular está presente en Talleres Don Bosco desde el punto de vista de la sintonía con el mundo y de la formación en valores, de la formación en principios fundamentales que rigen la vida de los ciudadanos y de los seres humanos. Creo que, en ese sentido, Talleres Don Bosco mantiene el espíritu central de lo que implica la educación desde el punto de vista integral y no como un mero instruir o trasmitir saberes.

En ese sentido, señora presidenta, quiero aportar mi experiencia con Talleres Don Bosco. A fines de los años ochenta me tocó formar parte de un equipo docente que, convocado por el padre Pedro Incio, incorporó una dimensión que hasta ese momento era extracurricular. En un acuerdo con el Claeh –en donde yo trabajaba en ese momento– se instaló un equipo docente que tenía por objeto formar en la realidad social, es decir, incorporar una dimensión que en esa época estaba bastante dejada de lado en la formación curricular del sistema educativo. Esa dimensión implicaba la tarea –que por cierto fue muy grata y de la que tengo enormes y muy lindos recuerdos– de transmitir una formación acorde con la realidad y los desafíos sociales que tenía el país. Era una dimensión que, de alguna forma, abonaba la idea de la educación integral, es decir que no solamente se formaba e instruía para capacitar en lo técnico, en un oficio o en una profesión, sino que además se le incorporaba una mirada general sobre los desafíos de la sociedad a la que ese joven, ese adolescente, se iba a integrar con su aporte laboral.

Hay que reconocer en el padre Pedro Incio esa mirada prospectiva, esa mirada de incorporación y, obviamente –como podrán imaginar los señores senadores–, la riqueza de trabajar con jóvenes en un proceso formativo que, ciertamente, para nosotros fue parte de nuestra vida y será un recuerdo permanente.

Hoy celebramos la salud con que Talleres Don Bosco transita estos jóvenes ciento veinticinco años y realmente hacemos votos para que sea por muchos años más, porque sin duda esto muestra una faceta más de los aportes que la congregación salesiana ha hecho, hace y seguramente seguirá haciendo a la sociedad uruguaya.

Muchas gracias señora presidenta.

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑORA PRESIDENTE.- Gracias, señor senador.

SEÑOR MICHELINI.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR MICHELINI.- Señora presidenta: después de las palabras del señor senador García, poco había para agregar, y si lo había, el señor senador Mieres ya lo ha hecho.

Respecto a una institución que cumple ciento veinticinco años y cuya obra está ahí, poco podemos decir; pero como a las obras no hay que verlas por los edificios, sino por los frutos, por las personas y por las actitudes, permítaseme contar mi experiencia –vivida, quizás, en el peor año de mi vida– y cómo Talleres Don Bosco, con un inmenso grado de solidaridad, me ayudó y ayudó a mi familia en lo que hoy es parte de mi formación.

En 1976 trabajaba en el taller mecánico de una empresa láctea de gran importancia y, notoriamente, la formación debía ser tal como para que cualquier muchacho de diecisiete años pudiera aspirar a más en la vida. Así, empecé a cursar la UTU. El banco junto al mío estaba vacío, pero tres días después lo ocupó una persona que estaba en servicio militar –debo recordar que vivíamos en dictadura y la represión era importante; yo ya tenía una hermana presa y varios hermanos en Buenos Aires, además del exilio de mi padre–, y no sé por qué, pero el colectivo de estudiantes de la UTU le hizo el vacío a esta persona, por lo que a los pocos días se fue. Para mi sorpresa, tres o cuatro días después de que el asiento de al lado quedara vacío, lo ocupó otro militar. Nunca pude descifrar ese hecho porque yo no era una persona importante ni mucho menos.

El 30 de abril de 1976 –previo al 1.º de Mayo– se me ocurre visitar a mis amigos y compañeros –y quizás ver a alguna muchacha– del Liceo Dámaso Antonio Larrañaga. Recuerdo que ese día jugaban Bolivia y Uruguay como a las diez de la noche y lo pasaban por televisión en blanco y negro. Llegué al Dámaso y, como era antes del 1.º de Mayo, alguien pensó que yo podía provocar algún disturbio, por lo que rápidamente, cuando quise acordar, estaba en la seccional 9.ª. Fui arrestado y más tarde liberado por ser menor –no tenía ningún papel ni nada–, y mi madre, luego de horas de espera como ocurría con las comunicaciones a Buenos Aires, logró contactar a mi padre y me pidió que me trasladara a esa ciudad, pues él había decidido que yo debía irme para allá. Pero yo no estaba dispuesto, e incluso había armado un discurso muy fuerte para rebatir a mi padre y decirle que me quedaría en Uruguay, junto a mi madre y al resto de mis hermanos chicos.

Cuento esto porque estamos hablando de aquel adolescente de diecisiete años que vivía un momento muy difícil.

Pues bien, llego a Buenos Aires y mi padre me dice: «Arreglá las cosas y te venís para acá». Yo iba a darle mis fundamentos de por qué debía quedarme en Uruguay, pero mi padre me miró y agregó: «la familia no tolera un preso más». La discusión con mi padre no duró ni treinta segundos. Volví al Uruguay, y pocos días después lo asesinaron.

Además de la locura que vivió mi familia con el asesinato de mi padre, también cae una hermana en Buenos Aires, y su marido –hoy exmarido– y su hijo desaparecen por varias semanas. Mi madre trataba de poner a sus hijos a resguardo. Algunos se exiliaron en Europa y, en mi caso, trató de que volviera a la vida normal y de que pudiera estudiar, pero ya no en el área pública. En esa oportunidad aparece Inés Previtali, exsecretaria de Seregni y una mujer maravillosa, que me dijo: «Lo tengo. Hablé con los Talleres Don Bosco y empezás el próximo lunes». Me levantaba a las cuatro de la mañana, llegaba a las cinco a mi trabajo, trabajaba seis horas en la empresa láctea y después me iba a Talleres Don Bosco, donde entré en media tabla y permanecí dos años y medio, hasta que logré el título de tornero.

En Talleres Don Bosco se portaron muy bien conmigo y con mi familia, y por eso le tengo un enorme agradecimiento.

Aprendí muchas cosas de ellos. En primera instancia, nunca pusieron la religión de por medio ni era una cosa destacada; prácticamente no se la notaba. Aprendí principios; aprendí la cultura del trabajo y la cultura de la excelencia –no sé cómo es ahora, pero en ese momento no era lo mismo terminar una pieza de torno o de fresa con las micras adecuadas, que si no las tenía–; aprendí a sentir orgullo por el trabajo manual –en los talleres se hacía hincapié en ese orgullo–; aprendí la solidaridad –que practicaban permanentemente–; aprendí a luchar contra la pobreza a través del trabajo –todo el tiempo transmitían que a través del trabajo se podía luchar contra la pobreza–, y aprendí sobre el compañerismo.

Tenían una característica, señora presidenta, que si no fuera porque se trataba de los Talleres Don Bosco alguien podía haber dicho que estaban cerca de algún comunista: me refiero a esa condición de transmitir y concienciar sobre los derechos del trabajador. Esto era importante; te hacían sentir gente. Nos decían: «Tú tenés derecho. Tú sos persona, además de trabajador; no sos una pieza más en la maquinaria. Tú sos tú».

Los señores senadores Mieres y García aludieron a la disciplina en los talleres, pero quizás no era tan así. Había más de veinte muchachos en mi curso y alrededor de doscientos cincuenta en el resto –entre Carpintería, Mecánica Automotriz y otros tantos cursos–, pero la disciplina no abundaba precisamente entre nosotros.

A pesar de que quien habla era un alumno externo, además de los principios que he enumerado aprendí cosas muy importantes, como nociones de electricidad, características de los materiales, el uso del torno y de la fresa, aprendí a soldar, así como los principios más elementales de la matricería. Para quienes no conozcan del tema aclaro que la matricería refiere a la realización de un molde que brinda la posibilidad de hacer piezas en serie.

Varios de mis compañeros siguieron derroteros diferentes: algunos fueron dirigentes sindicales –quizás por esa conciencia que se nos inculcaba acerca de que teníamos derechos– y otros trabajaron en la profesión; entre ellos, hubo alguno que se fue del país en las tantas olas de emigración que hubo –el año pasado estuve con Rodríguez, quien primero fue mecánico y ahora es capataz de una empresa en las afueras de Madrid–, y otros que desarrollaron su actividad aquí, en temas conectados con la mecánica. Con algunos de ellos nos juntamos cada tanto a despuntar el vicio de hacer cosas de mecánica y tornería, es decir, algunos inventos, pero no se preocupen que ninguno de ellos ha prosperado, así que la sociedad uruguaya está a salvo. En Talleres Don Bosco me dieron contención, porque con diecisiete años ni siquiera sabía dónde estaba parado. Quizás el cura Manolo Pérez fue una figura muy cercana a la de un psicólogo, pues me escuchaba, caminábamos por el patio, me transmitía algunas ideas y cada tanto me buscaba para saber cómo estaba. Sin que esto signifique nada, debo decir que, cada tanto, él y muchos como él demostraban esa simpatía, desde la religión, de hacer cosas para que hubiera espacios de libertad en el Uruguay. Los religiosos, los cristianos, los católicos hicieron mucho contra la Dictadura. ¡Mucho! Habría que escribir libros con respecto a ello. Incluso, cuando empezó la recuperación democrática, las iglesias fueron lugares donde permanentemente se concentraba la gente para conspirar contra la Dictadura. Y no necesariamente eran espacios religiosos, sino espacios de libertad. ¡El pueblo uruguayo tiene que estar muy agradecido por esos espacios de libertad que se brindaron!

Hoy estamos homenajeando los ciento veinticinco años de Talleres Don Bosco y seguramente entre las personas que allí se formaron debe haber experiencias mucho más importantes, fuertes y heroicas que la de quien habla. Esas personas se hicieron hombres y mujeres –porque ahora es mixto, y nos alegra que las cabezas vayan cambiando– y su aporte ha sido inmenso.

Uno, a veces, pone la lupa en una realidad específica y puntual, en una experiencia de vida, en un testimonio –que es lo que estoy dando en el día de hoy–, pero lo cierto es que ellos se podían haber desentendido, o podían haber dicho que no les interesaba mi caso. No olvidemos que en un principio pude acceder a esta educación en forma gratuita, y después con el aporte de media pensión –no sé bien cómo se le llama–, así que podrían haberse separado del tema porque, en realidad, era la formación de un muchacho más y podía no ser tan importante; además, nadie sabía cómo iba a repercutir mi presencia en el grupo.

En definitiva, junto a mis compañeros vivimos muchas experiencias, alegrías y tristezas. Recuerdo que el hecho más triste, que sufrimos a muerte, fue que Uruguay no participara en la Copa Mundial de Fútbol de 1978 que se disputó en Argentina. Escuchamos los partidos y los vimos, pero no estábamos en el mundial. En ese momento todos vibrábamos con el fútbol y ni siquiera podíamos ver a Uruguay en blanco y negro porque no participamos en Argentina.

A Talleres Don Bosco, a sus principios, a su solidaridad y a don Bosco en su referencia vaya este homenaje. Estaré eternamente agradecido con lo que han hecho.

Muchas gracias, señora presidenta.

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑOR COUTINHO.- Pido la palabra.

SEÑORA PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR COUTINHO.- La formación salesiana nos une a todos. Sin temor a equivocarme puedo afirmar que en todos los partidos políticos tenemos integrantes que son exalumnos salesianos; lo son los señores senadores Delgado, Heber, García, Mieres, Michelini y Bordaberry. Entonces, las obras salesianas nos unen a todos.

Al igual que cuando se celebró el bicentenario del nacimiento de don Bosco, como Partido Colorado queremos reiterar que, aunque podamos tener muchas discrepancias –que a veces son más que los elementos que nos puede unir–, este tema nos une, y como partido nos sentimos representados –una vez más, como en aquella ocasión– por las palabras del señor senador García.

También queremos destacar las sentidas palabras que transmitía, como experiencia de vida, el señor senador Michelini. Precisamente, al decir «salesiano» uno piensa en obras de contención, en cientos de años trabajando para brindar diversas formas de dar esa contención. El señor senador Michelini contaba su experiencia, pero hoy la contención salesiana sigue vigente, fuerte y muy presente con otros temas y en otras situaciones, como por ejemplo en los barrios de alto riesgo. Me refiero a las obras sociales de Talleres Don Bosco. Es por eso que celebramos y apoyamos este homenaje en el Senado de la república, para brindar el reconocimiento a esa obra en los barrios más carenciados del país. En la actualidad, con las armas salesianas y la misma intención de brindar contención se pretende ganar otras batallas, como por ejemplo la batalla contra la pasta base o contra la desesperanza de miles de jóvenes que en este país no tienen fe. Al recorrer esas obras se puede ver al docente y al alumno pensando en un futuro, en lo que pueden generar para lograr contener a otros y para enseñar oficios.

Por estas razones queremos celebrar y apoyar este homenaje, y afirmar que necesitamos cientos de años más con obras de este tipo. Hoy existen varias, entre las que quiero mencionar los oratorios festivos. Al visitar esos barrios tan carenciados, muchos hemos visto cómo los exalumnos salesianos van a compartir una merienda, un taller, una mano tendida o el hecho de estar allí.

En Salto hay barrios carenciados –uno es el barrio Burton– donde existen obras espectaculares: una de ellas se llama Domingo Savio y otra, Padre Pío. Actos sencillos como estos y diversas acciones en este sentido es lo que estamos necesitando como país; es la oportunidad cuando todo parece negativo.

Por lo tanto, queremos celebrar, reconocer y seguir trabajando por esa contención –como la que contaba el señor senador Michelini– que hoy necesitan miles de jóvenes en todo el país.

Un exalumno salesiano es Edi Cavani, quien no terminó el liceo pero también se formó en ese contexto.

Más allá de que no nos interesa relatar experiencias personales, sí queremos decir que, a pesar del paso del tiempo, siempre nos gusta transmitir –tenemos ese orgullo– que somos exalumnos salesianos. En aquel momento nos identificábamos con la frase «Ven y mira, somos los del salesiano». ¡Felicitaciones! Gracias por la obra que hacen –¡por varias obras más!– y gracias por la oportunidad y la posibilidad de que siga siendo un tema que nos una y no nos diferencie, como tantas otras. ¡Muchísimas gracias!

Como partido celebramos y reconocemos lo que ha sido el planteo y la puesta a punto que ha hecho hoy el señor senador García para que todos tengamos presente estas cosas tan lindas que, por suerte, siguen ocurriendo en este hermoso país que es la República Oriental del Uruguay.

Muchas gracias.

(Aplausos en la sala y en la barra).

SEÑORA AVIAGA.- Pido la palabra para una cuestión de orden.

SEÑORA PRESIDENTE.- Tiene la palabra la señora senadora.

SEÑORA AVIAGA.- Solicito que la versión taquigráfica de las palabras pronunciadas por el señor senador García, así como por los demás senadores, sean elevadas –si el Cuerpo está de acuerdo– a Talleres Don Bosco, a la Inspectoría Salesiana y a la Conferencia Episcopal del Uruguay.

Agradecemos haber podido participar en este homenaje tan lindo a una obra tan importante para todo el Uruguay.

Muchas gracias.

SEÑORA PRESIDENTE.- Se va a votar la propuesta formulada.

(Se vota).

26 en 26. Afirmativa. UNANIMIDAD.

SEÑOR GARCÍA.- Pido la palabra para una cuestión de orden.

SEÑORA PRESIDENTE.- Tiene la palabra el señor senador.

SEÑOR GARCÍA.- La bancada del Partido Nacional solicita un cuarto intermedio de veinte minutos a los efectos de saludar a quienes nos visitan y, al mismo tiempo, para que los representantes de los Partidos Colorado, Independiente y Nacional podamos reunirnos a los efectos de ajustar los detalles de una moción que vamos a presentar.

SEÑORA PRESIDENTE.- Se va a votar.

(Se vota).

25 en 25. Afirmativa. UNANIMIDAD.