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La despedida a Mons. Julio Bonino: El Pastor empeñado en conocer los sentimientos de su pueblo

By 13/08/2017No Comments

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Cientos de personas procedentes de distintos puntos del país se dieron cita el miércoles 9 de agosto, en la Catedral de Tacuarembó, para despedir al Obispo, Mons. Julio Bonino, fallecido la noche anterior, a los 70 años de edad.

Desde la noche del 8 de agosto, y durante toda la mañana del miércoles 9, fue posible observar a decenas y decenas de personas que se postraban ante el féretro elevando su oración agradecida por haber conocido a semejante Pastor  y pedir por el descanso eterno de su alma. Más tarde, cientos se congregaron en la Misa de exequias.

Fueron innumerables los mensajes que llegaron desde distintos ámbitos de la sociedad, de las autoridades, incluso del exterior del país, expresando el más sentido pésame por la partida inesperada de Mons. Bonino tras 27 años de servicio episcopal.

A las 15 horas comenzó la Misa de exequias presidida por el Cardenal Daniel Sturla, concelebrada por los obispos de las diócesis, más de 60 sacerdotes y diáconos.

Al inicio de la Eucaristía, el Párroco de la Catedral, Pbro. Edgar Arambillete (actual Administrador Diocesano), agradeció la presencia de autoridades, militares y representantes de las más diversas instituciones y organizaciones que se hicieron presentes para dar el último adiós al Pastor. También agradeció a los obispos, que fueron presentados uno a uno, y especialmente a los de las Diócesis de Uruguayana (Brasil), Mons. José Mário Scalon Angonese, y de Concordia  (Argentina), Mons. Luis Armando Collazuol, quienes viajaron hasta Tacuarembó para acompañar a los hermanos con los que han compartido cada encuentro de Diócesis de Frontera celebrado en conjunto. Concelebró, asimismo, el Nuncio Apostólico en Uruguay, Mons. George Panikulam.

obispos

«Señor..¿qué quieres que hagamos?»

La homilía estuvo a cargo del Pbro. Hebert Pochelú a pedido del Colegio de Consultores de la Diócesis, que una vez fallecido el Obispo se reunió, según lo establece el Derecho Canónico, para tomar diversas decisiones.

El sacerdote comenzó su prédica asegurando que “amigos venidos de tantos lugares son para nosotros un consuelo de Dios”. Al recordar a su amigo y Obispo fallecido señaló que en él era posible encontrar “la riqueza del que busca y del que es siervo de Dios”. Narró que la amistad con Bonino se remontaba a los tiempos en que compartían su servicio en la pastoral de la animación vocacional. “Sus cantos, su manera de ver la vida, sus cuestionamientos me hicieron unirme en amistad”, dijo. Luego, cuando Mons. Bonino fue ordenado obispo le pidió ser su colaborador en la Diócesis que se le encomendaba. “Siempre fuimos amigos, pero esa amistad se fue afirmando más y más cuando se fue formando en él un hombre del pueblo”, confió Pochelú.

Destacó la capacidad de Mons. Bonino de “ganarse el corazón de las personas” al tiempo que señaló que los “saberes” del Pastor eran “muchas veces preguntas”. “`El verbo se hizo carne, se encarnó´ y esa encarnación él la descubrió y se quedará en nuestros presbíteros y diáconos”, aseguró el sacerdote aludiendo al lema episcopal de Bonino.

El Padre Pochelú reprodujo luego una anécdota efectuada por el propio Obispo. Un día, sentado frente al sagrario, le pidió a Jesús que lo ayudara en determinado asunto y al día siguiente dijo: “pero qué horrible!, ¿cómo le voy a decir al patrón qué hacer? y nunca más se permitió esa insensatez, sino más bien el gesto de preguntarle a Jesús, ¿qué quieres que hagamos?”.

Y un segundo paso de esto era no preguntarle solo él a Dios, sino que la comunidad también le preguntara, puntualizó el Presbítero. “Y así nos fue acostumbrando a la consulta, consulta permanente”, acotó. “Julio  decía siempre que había que consultar los sentimientos del pueblo” , subrayó. “No era alguien que se mostraba como que sabía todo, sino como alguien que quería conocer lo que compartía la gente”.

Pochelú recordó el camino que como Iglesia Diocesana efectuaron junto a “Julio” para que la Pascua del Señor fuera la “alegría del pueblo”. El Obispo y su comunidad quisieron celebrar y aplaudir como pueblo de Dios la resurrección de Jesús, el Hijo de Dios que venció el mal y “así nació el Día de la Diócesis, la gran fiesta, la gran alegría”.

Ser como el Mar Muerto o el Mar de Galilea

Para cada Domingo, Mons. Bonino elaboraba un cuento que era publicado en el Boletín Digital Diocesano, “Manantial” y emitido en algunas emisoras. El Padre Pochelú dio lectura al último elaborado por Mons. Bonino para el Domingo de la Transfiguración del Señor.

En el cuento, Mons. Bonino comparte que hace muchos años tuvo la “gracia” de poder peregrinar a  la tierra de Jesús y entonces conocer el Mar de Galilea, el Río Jordán, el Mar Muerto. “Dos mares, el Mar Muerto y el Mar de Galilea, muy distintos. Uno lleno de vida, otro lleno de muerte”.

Y se refirió a una parábola que le regalaron y que tiene como símbolo esos dos mares.

“La narración es muy simple, pero está llena de simbolismo. En la tierra de Jesús, Palestina, encontramos pues dos mares muy conocidos. Aunque alimentados por el mismo Río Jordán, son totalmente distintos uno del otro. El Mar de Galilea es de agua dulce y rico en muchos peces, sus riberas están salpicadas de ciudades y pueblos hermosos, las colinas que lo rodean son fértiles y verdes. El otro mar, es el Mar Muerto, es famoso por la densidad de sus sales minerales, no tiene peces, y ni siquiera los vegetales encuentran allí condiciones de vida, sus alrededores están desiertos, no existe un área verde. El Mar muerto tiene un aspecto desolador”.

Siguiendo el relato del Obispo, Pochelú compartió: “En el mar de Galilea, las aguas siguen su curso hacia el sur.  Es un mar que recibe las aguas del río Jordán. El mar de Galilea distribuye todo lo que recibe desde arriba. El mar Muerto es totalmente diferente, recibe lo mismo, la misma agua del río Jordán, pero lo guarda todo para sí”. “Podemos entonces aplicar esta simbología a las personas, pero también a los grupos, a las comunidades, a las parroquias, cada uno puede encontrarse en esta parábola. O somos gente que intenta irradiar vida, calor humano, disponibilidad o generamos alrededor nuestro amor propio, aislamiento, y entonces destruimos la fraternidad y las comunidades”.

“Solamente así el Señor Jesús se complacerá en pasear junto a nuestras orillas como hizo tantas veces en Galilea para bendecir, enseñar, curar, llamar a nuevos apóstoles, y también vendrá a calmar la tempestad cuando nos sea necesario, y andará sobre las aguas para sostener nuestra flaqueza o poca fe, nuestra falta de fraternidad”, subrayaba el Pastor.

“Vivir en comunidad de vida es vivir en comunión con los demás, conociste el único razonamiento de una unión entre todos los integrantes de la comunidad. Vivir en comunión con los demás debe ser también vivir una relación interpersonal que respete al otro como persona, significa un esfuerzo continuo de comprensión del otro, dejando de lado todo egoísmo, tratando de volverse un enriquecedor mar de Galilea, rico en flores, flores de verdad, de servicio,de la alegría, de paz de cercanía”, destacó el Pbro. Pochelú.

“Queridos hermanos y hermanas, como decía Julio, que el Dios de la vida lo reciba hoy en su casa, que el Dios de la vida le  conceda ahora la alegría para siempre de su paz”, concluyó el sacerdote su homilía.

Durante la Misa se recurrió en varias ocasiones a cantos que gustaban al Obispo. Entre las canciones entonadas estuvo una que le agradaba especialmente y que solía acompañar con su guitarra que dice “Qué triste debe ser llegar a viejo con el alma y las manos sin gastar”. También había carteles realizados por la comunidad en los que daban gracias al Pastor por entrega y expresando su cariño.

Antes de culminar la Eucaristía, el Padre Julio Dodero, en nombre del Superior de los salesianos, P. Néstor Castell, que se encontraba en Guatemala, compartió un mensaje de pésame en el que destacaba la “capacidad de pastor que recibe a todos (de Mons. Bonino), preocupado por integrar, hombre creyente de una humanidad exquisita de quién era imposible no sentirse amigo”.

También hizo uso de la palabra el Presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Carlos Collazzi (Obispo de Mercedes). Comenzó citando la aclamación de la Plegaria Eucarística «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven Señor Jesús». Seguidamente dio un mensaje de esperanza en la resurrección y animó a pedirle a Señor que “Mons. Julio interceda por ustedes y por nosotros”.

Finalmente, el hermano tan querido de Mons. Bonino, Javier, lo despidió  diciendo: «Querido hermano, ya sé que estás en el cielo con papá y mamá. Te quiero mucho, hermano. Ahora que estás en el cielo me cuidarás y estarás en las buenas y en las malas. Te quiero hermano, y te voy a extrañar».

Luego de la Misa, la multitud acompañó la salida del féretro hasta la calle que separa la Catedral de la Plaza principal de Tacuarembó y personas de todos los lugares se acercaron a dar el último adiós a Mons. Julio.

Seguidamente, el sepelio tuvo lugar en el Cementerio Municipal donde la Diócesis de Tacuarembó tiene un panteón.

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El último cuento de Mons. Julio Bonino