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Juan Pablo II , Obispos uruguayos y Fútbol: Reflexión de Mons. Pablo Galimberti

By 15/06/2018junio 16th, 2018No Comments

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En medio del fervor mundialista, el Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, en su columna semanal en el Diario «Cambio» evoca el almuerzo que compartieron en 2001 los obispos uruguayos con el Papa Juan Pablo II , ocasión en que el  fútbol y su incidencia en la sociedad uruguaya fue tema de conversación.


Juan Pablo II , Obispos uruguayos y Fútbol

Roma. Setiembre 2001. Doce obispos uruguayos, en el marco de una visita quinquenal, compartimos un almuerzo exclusivo con el Papa Juan Pablo II. El Padre Estanislao, secretario personal, hoy cardenal de Cracovia nos introdujo. Y apenas sentados expresó con amplia sonrisa: ¡el fútbol de Uruguay es muy bueno!

Imaginen la corriente de simpatía que causó el elogio. Que duró poco al añadir: “¡pero el fútbol europeo es mejor!” Quedamos boquiabiertos. A la izquierda del Papa yo observaba expectante. Viendo nuestra sorpresa el Papa rubricó con amplia sonrisa: “Es la primera vez que se habla de fútbol en esta mesa”.

Pero el fútbol dio pie para otras intervenciones. El obispo de Salto de entonces, Daniel Gil Zorrilla, lo retomó: “En nuestro país el tema fútbol está incorporado en el lenguaje corriente”. Puso ejemplos: “Te sacaron tarjeta roja” o “amarilla”, “sudar la camiseta”, tal logro fue “un gol de media cancha”. O “a Fulano lo tienen en el banco de los suplentes”. Wojtyla amaba y había practicado varios deportes. Cuando acompañaba a estudiantes en campamentos: canotaje, alpinismo, etc. Y sonriendo añadió: a veces comentan que tengo a algunos “en el banco de los suplentes”.

La metáfora deportiva señala el sesgo dramático de la existencia humana. San Pablo empleaba metáforas deportivas, por su intensidad “agónica” (“agón” en griego significa: lucha, conflicto, batalla, oposición, carrera…). Por ejemplo: “Corro como el que sabe cuál es su meta; peleo, no dando golpes ciegos sino disciplinando mi cuerpo”. A Pablo le fascinaba la figura de los atletas. “Pelea el buen combate de la fe”, escribía al joven Timoteo.

Un rasgo característico de Juan Pablo II era escuchar con mucha atención. En su magnífica biografía George Weigel observa: “En Polonia el comunismo alimentaba deliberadamente la fragmentación de la sociedad y la atomización de sus miembros, apropiados para mantener el control político y formar “el hombre nuevo socialista”. Como contraste Wojtyla mantenía una “apertura permanente” hacia lo que ellos manifestaban. Teresa Malecka recuerda: “Nos sentíamos completamente libres con él. Su presencia  invitaba a expresarnos. Mientras estábamos con él podíamos discutir sobre cualquier problema, hablar absolutamente de todo”. Tal apertura se completaba con otro rasgo distintivo de Wojtyla sacerdote: “Se había hecho dueño del arte de escuchar” según expresa uno de aquellos jóvenes. Cualquiera que fuera el tema puesto sobre la mesa: religión, vida cotidiana, trabajo o los hijos, “estaba siempre interesado”.

“A esa capacidad de escucha aparentemente infinita se añadía un profundo respeto por la libertad del otro”. Un testigo recuerda que podía “hablar con él durante horas sin jamás oír decirle: Te aconsejaría….”. Arrojaba luz sobre un problema, pero después decía siempre: Te toca a ti decidir. Aunque era amigo nunca lo consideraban “amigote” (p. 132).

Algo de eso respirábamos en esa mesa. Un obispo, ya fallecido, le dijo: “Santo Padre, usted jugó un papel muy importante en la caída del régimen en Polonia”. Tema sensible en la memoria de los polacos. Basta  recordar la masacre de Katyn, donde 22 mil oficiales polacos fueron asesinados por la policía secreta de Stalin. Y la respuesta del Papa inesperada para mí fue: “¡Sí, porque me vine!”. Sorprende cuando una persona te puede hablar de algo que toca fibras íntimas de su vida con serenidad.

Un encuentro que vale la pena compartir.

Columna publicada en el Diario «Cambio» del viernes 15 de junio de 2018