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«¿Felicidad sin culpas?»: Reflexión de Mons. Pablo Galimberti

By 11/05/2019No Comments

 

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“¿Somos felices cargando culpas? No. ¿Somos felices cuando nunca tenemos culpas, hacemos como Pilato y nos lavamos las manos? No. ¿Somos felices cuando no escondemos embrollos y llegamos al perdón o reconciliación? Sí”: el Obispo emérito de Salto, Mons. Pablo Galimberti, reflexiona en su columna semanal en el Diario “Cambio” sobre la culpa.

¿Felicidad sin culpas?

Mons. Pablo Galimberti

¿Somos felices cargando culpas? No. ¿Somos felices cuando nunca tenemos culpas, hacemos como Pilato y nos lavamos las manos? No. ¿Somos felices cuando no escondemos embrollos y llegamos al perdón o reconciliación? Sí.

Con motivo del salvaje asesinato del “Pelado Roldán” por su compañero de celda, me preguntaba sobre cómo rehabilitar estas personas. Tarea que incluiría, obvio, un reconocimiento de la culpa previo al perdón. Recientemente nos sorprendió el trágico final del ex presidente Alán García eludiendo un juicio. Hace tres días el ex presidente brasileño Temer se entregó a la policía y volvió a la cárcel para ser investigado. En nuestro país han vuelto a señalarse nombres de eventuales culpables durante la dictadura cívico-militar. Y hace tres días el Diputado Placeres renunció a su banca de diputados para someterse a la justicia penal.

Más acá de la esfera pública, retomo el asunto planteando la pregunta sobre cómo podemos vivir cada día con la cuota de un sano sentido de culpas perdonadas y canceladas. Prescindiendo que tomen estado público o queden en la total reserva.

¿Qué sucedería si nunca nadie asumiera su responsabilidad? Sería el país del cinismo. La culpa y los códigos penales son necesarios. Sin árbitros no podría jugarse ningún partido de fútbol profesional.

La literatura ofrece ejemplos. El Proceso de Kafka plantea el estado de ánimo de K. el protagonista, acusado sin un por qué y en la imposibilidad de aclarar su situación: “Eres culpable… Al menos por ahora tu culpabilidad se da por demostrada”. El imputado afirma: “Pero yo no soy culpable, es un error..”. La culpa es una voz que persigue y no da tregua.

Según el filósofo Ricoeur el sentido de culpa es “una imputación sin acusador, un tribunal sin juez y un veredicto sin autor. Ser maldecido sin serlo por parte de alguien, es el último grado de la maldición. Para Freud, la culpa que aflige es cruel y despiadada porque es consecuencia de la represión de la libido.

Algunos piensan que el sentimiento de culpa es nocivo. Pero la ausencia tampoco es una ventaja ni hace la vida más hermosa. Las personas que jamás advierten inquietud, tristeza y culpa ingresan frecuentemente en un disturbio de personalidad clasificado como “antisocial”. Así se describe el comportamiento de personas capaces de cumplir con tranquilidad y sin variaciones somáticas las cosas más terribles: asesinatos en serie, vandalismo gratuito, alcoholismo, tóxico dependencias, violencias… Incluso quien ha cometido actos de pedofilia no siente remordimiento. Son personas incapaces de experimentar culpa, miedo, vergüenza, ternura, empatía. Así se sintió el asesino del “Pelado Roldán”, que limpió la escena, se lavó… Condenados a una vida apagada, sin color ni relaciones fuertes, sin reconocer la gravedad de sus acciones.

La tragedia de Sófocles Edipo Rey afronta los dos peligros del problema: o negar o vivir obsesionados por la culpa. Y enseña cómo salir de la culpa. El foco no es la prohibición del incesto sino la responsabilidad ante lo ocurrido. Reconocer el propio mal significa sobretodo saber que de la culpa podemos salir. Este es el auténtico significado de la expiación y de la penitencia. Al contrario de Kafka, abren la posibilidad de volver a la vida.

La sabiduría consiste en reconocer nuestro desvío y dejar de maldecirnos. Pero necesitamos ayuda para ponerle palabras a nuestro dolor.