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Cuatro nuevos diáconos camino al sacerdocio

By 03/11/2017No Comments

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Diác. Pedro Dui y Vicente Bao, Mons. Milton Tróccoli, Card. Daniel Sturla, Diác. Isaías Marecos y Luis Ferrés /C. Bellocq

“Servirán a la Iglesia de Dios, celebrarán bautismos y bodas, presidirán entierros, entenderán a los enfermos y -tal vez esto es lo más importante de su misión- rezarán en nombre de toda la Iglesia, es más, en nombre de toda la creación”. Con esas palabras el Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla, explicó en qué consiste la vida de los cuatro jóvenes que el pasado miércoles 1° recibieron la ordenación diaconal.

La Catedral de Montevideo estaba colmada de gente que acompañó al uruguayo Luis Ferrés (del clero de Montevideo), al paraguayo Isaías Marecos (del Camino Neocatecumenal), y a los salesianos Vicente Bao y Pedro Duí. Ambos son misioneros vietnamitas y sus familias los pudieron acompañar a la distancia, gracias a que su congregación hizo una transmisión en vivo en su idioma a través de internet.

Junto al Cardenal concelebraron el Obispo Auxiliar de Montevideo Mons. Milton Tróccoli, el emérito de Florida Mons. Raúl Scarrone y unos 80 sacerdotes. También había cerca de 20 diáconos y otros tantos seminaristas y acólitos.

Los que serían ordenados se ubicaron adelante de la gente, con sus familiares en los primeros bancos. Dos matrimonios asumieron este rol para los vietnamitas, que los eligieron como una suerte de padrinos.

La primera Lectura, del Apocalipsis, fue hecha por uno de los hermanos de Ferrés. La segunda fue leída por Maite, una hermana Salesiana vietnamita. Proclamó el Evangelio el Diác. Juan Andrés Verde, que será ordenado sacerdote el 3 de diciembre.

Antes de la homilía, los candidatos al orden diaconal fueron presentados por sus superiores: Mons. Tróccoli introdujo a Ferrés, Fernando Lema a Marecos y Néstor Castell a Bao y Duy.

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El Cardenal comenzó el sermón haciendo referencia a la fiesta del día, la de Todos los Santos, que son aquellos que “marcan el horizonte” en la vida de los cristianos. Luego se refirió al diaconado y explicó que esta palabra significa “servicio”: “Los diáconos son servidores del altar, de la Palabra de Dios, del pueblo fiel de Dios”.

Uno a uno, los fue presentando y contó algunos rasgos de su vida. Bao tiene 36 años y su compatriota, 33. Ambos llevaban ya algunos años en la congregación cuando fueron como misioneros a la provincia de Paraguay, desde donde llegaron a Uruguay para estudiar Teología. De ese país llegó también Marecos, que en la ceremonia estuvo acompañado por casi 30 paraguayos de su familia y parroquia de origen. Ferrés, mayor de tres hermanos, frecuentaba la Parroquia de Belén, que es la que más vocaciones sacerdotales ha dado a la Iglesia de Montevideo en los últimos años, según puntualizó el Card. Sturla.

“Son jóvenes, llenos de vida, con hermosas familias que los respaldan, con un camino de fe hecho con madurez, jóvenes que se han encontrado con Cristo y que tiene el deseo de transmitirlo”, indicó el Arzobispo. “Son jóvenes que quieren estar en la trinchera de la evangelización, no en una oficina cómodamente instalados… han dejado su familia, sus posibilidades diversas en el mundo, para entregarse a Cristo y a los hermanos”, agregó.

“Que florezca el amor”

El Cardenal mencionó al Himno del Oficio de Lecturas de la fecha, que describe a los santos, “nacidos del amor para la vida”. Precisamente algo característico de la ordenación diaconal es la promesa del celibato, y sobre esto tuvo unas palabras el Card. Sturla. Con realismo, dijo que “no será el amor de una esposa y los hijos, sino el amor de Dios y de una comunidad cristiana. El amor de los amigos y del pueblo fiel. No tendrá el fuego de la pasión del amor esponsal pero no podrá ser menos intenso en la entrega a la que están invitados y en la dulzura serena de la oración divina”.

Acto seguido, culminó el pasaje con una máxima: “No será un fuego que queme sino un fuego que arde sin quemar. Que ilumina y hace marchar el motor de la vida de la Iglesia”.

Para el final, el Cardenal dejó el “regalo” para los ordenandos, y les “confió” a María. La llamó por las advocaciones que seguramente generan más devoción en Ferrés, Marecos, Bao y Duy: La “Virgencita” de los Treinta y Tres, la de Caacupé, la Auxiliadora.

Acto seguido los cuatro candidatos se comprometieron, ante Dios y ante los presentes, a vivir el celibato. Entonces comenzó uno de los momentos más significativos de este tipo de ceremonias, que es el de la Letanía de los Santos. Los que estaban en el presbiterio giraron para mirar hacia el fondo de la Iglesia, los jóvenes se postraron en el suelo boca abajo. Todos -pueblo, ordenandos, diáconos, sacerdotes y obispos- en una misma dirección encomendándose a los santos de la Iglesia. El sacerdote salesiano Sebastián Ferreira fue el cantante principal, quien iba mencionando los nombres de los que llegaron al Cielo.

En el momento central de la ceremonia, el Cardenal impuso las manos sobre los candidatos y rezó la Plegaria de Ordenación, por medio de las cuales descendió sobre ellos el don del Espíritu Santo. Luego, recibieron los símbolos de su ministerio: la estola, la dalmática y los Evangelios. Sus padres acercaron estos elementos y dos sacerdotes los ayudaron a revestirse. La emoción se veía en los rostros de los nuevos diáconos, en quienes los rodeaban y en toda la Iglesia. Se selló con el saludo de la paz, un abrazo que cada uno dio a su pastor. Acto seguido, todos los diáconos saludaron a los jóvenes, en un gesto de bienvenida a su orden.

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Primeros pasos
Marecos ayudó a preparar el altar y los cuatro recibieron las ofrendas del pan y el vino, en su primer ejercicio del orden. Más avanzada la Misa, Bao fue quien proclamó que los presentes se podían dar la paz. Los cuatro dieron la Comunión, y después de esta fueron Ferrés y Marecos quienes estuvieron en el altar.

Como se acostumbra hacer, los nuevos diáconos luego hicieron uso de la palabra. Comenzó Ferrés, que resumió todo en la palabra “gracias”. A Dios, a sus familiares y amigos, a las comunidades donde estuvieron y mucho más. A su turno, los vietnamitas explicaron que su modo de agradecer sería con una canción típica de su país. Primero leyeron la traducción al castellano y después entonaron en vietnamita, acompañados por el teclado.

Al terminar la Misa el Cardenal saludó a los padres de los nuevos diáconos. Luego decenas y decenas de personas, si no cientos, se acercaron para abrazar a los nuevos ministros. Algunos no se contuvieron y les pidieron una bendición, la primera de tantas que darán a lo largo del camino que ahora comienzan.

/Por Carolina Bellocq