Skip to main content
Noticeu

Cardenal Sturla presidió la Misa de la Cena del Señor en Casavalle 

By 15/04/2017No Comments
sturla casavalle 4

Fotos de ICM

El Cardenal Daniel Sturla presidió el Jueves Santo la Misa de la  Cena del Señor en la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en Casavalle donde celebró el mandamiento del amor, la institución de la Eucaristía y el don del sacerdocio, y se quedó luego rezando durante la Hora Santa.

Al comienzo, el Cardenal dijo que se sentía muy feliz de estar allí, acompañando a los sacerdotes que hace pocas semanas se hicieron cargo de la iglesia: los padres Ricardo Villalba (director del Liceo Jubilar) y Mauro Fernández (a su vez responsable de Vocaciones en la Arquidiócesis).

Su homilía fue en cierta medida una catequesis sobre lo que se celebró esta noche: la Última Cena de Jesús con sus apóstoles, antes de la oración en el huerto y la muerte.

“En la Última Cena Jesús hizo tres cosas para demostrar su amor a los demás: lavar los pies, instituir la Eucaristía y darnos el don del sacerdocio”, introdujo. Luego desglosó cada uno de estos puntos.

Así, el Cardenal indicó que el lavatorio de los pies a los discípulos fue un “signo de sencillez y humildad” del Señor, que lo realizó para dar ejemplo de servicio.

Luego se refirió a la Eucaristía. “Jesús quería quedarse vivo con nosotros para siempre, pero ¿cómo hacerlo?”. Y continuó: algunos al despedirse entregan una foto o un recuerdo, pero eso sería una imagen y no una presencia real. Jesús, en cambio, se quedó como alimento, en la comida básica de la gente del momento, el pan. El vino, también, era en aquél entonces la bebida típica, junto con el agua.

El sacerdocio, en tercer lugar, es un don del Señor que permite que haya sacramentos. Y explicó que el lavatorio de los pies es un gesto simbólico, pero en cambio la consagración es algo real, por lo cual Dios se hace verdaderamente presente sobre el altar.

Entonces -y después de dar el ejemplo del obispo vietnamita François-Xavier Nguyễn Văn Thuận, que pasó nueve años en régimen de aislamiento y que en esas circunstancias celebraba Misa-, el Arzobispo de Montevideo invitó a dar más valor a la vida de fe. “A veces nos agarra la pereza y nos cuesta mucho venir a la Parroquia, a Misa, participar (…). Este templo tiene que ser un lugar luminoso en este barrio”, solicitó.

El final de su homilía consistió en un llamado a la esperanza, pues pidió que cada uno de los presentes fuera “una lucecita que lleve al barrio alegría, paz, anuncio de la buena noticia”.

Después de esto 12 personas ocuparon los bancos de adelante y el Cardenal, como Jesús, lavó sus pies con agua y los besó. Eran personas del barrio, fieles de la parroquia, también estaban algunos monaguillos y el Padre Fernández, que no dejó de animar con la guitarra.
La Misa continuó como de costumbre. Lo diferente fue el final, pues los sacerdotes y monaguillos llevaron en procesión las hostias consagradas al “monumento”, un sagrario al costado del templo. El tabernáculo principal quedó vacío y todos los fieles rotaron hacia ese lado donde Jesús quedó reservado y rodeado de velas.

Comenzaba de esta forma la Hora Santa, una costumbre que se vive en muchos templos y que consiste en acompañar al Señor durante las amargas horas de su oración en el huerto. En la Parroquia de Guadalupe, una de las hermanas Misioneras de la Caridad, que están presentes en la zona, leía textos de meditación y el P. Fernández cantaba y acompañaba con la guitarra. Todos participaban en silencio orante desde sus bancos. El Cardenal, como detenido en el tiempo, se quedó de rodillas ante el sagrario. Minutos antes había indicado cuál era la clave para vivir los momentos de oración que se acercaban: “Con la cabeza y el corazón abiertos para escuchar a Jesús, que nos amó y se entregó por nosotros”.

En base a http://icm.org.uy/nos-amo-se-entrego/

juevesMisa-768x576