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Ante el próximo Sínodo, Mons. Bodeant plantea el reto de entender la realidad juvenil en toda su diversidad

By 26/06/2018No Comments

Mons. Heriberto Bodeant Obispo de Melo

Cuando tenía 19 años y acababa de obtener su título de Maestro, en Young, su pueblo natal, tomó contacto por primera vez con los grupos juveniles de la Iglesia. Luego, integró el Equipo de Pastoral Juvenil que organizó la Primera Jornada Nacional de la Juventud, aunque no pudo participar en la misma. Asistió a la segunda Jornada Nacional cuando ya era seminarista.

Mons. Bodeant, Obispo de Melo y Responsable de la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil de la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU), acaba de ser confirmado por la Santa Sede para representar al episcopado uruguayo en la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebrará en el Vaticano del 3 al 28 de octubre de 2018, sobre el tema: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.

Entrevistado para NotiCEU  señaló como primer reto de la Pastoral Juvenil del Uruguay “entender la realidad juvenil con toda su diversidad”.

Utilizó las palabras del Papa para definir qué expectativas tiene del Sínodo sobre los jóvenes: el Sínodo es “una escucha recíproca en la cual cada uno tiene que aprender….uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo”. Del diálogo con los otros Obispos señaló que espera “ensanchar” su “visión del mundo juvenil y de la Iglesia y, sobre todo, recoger experiencias y criterios que puedan ayudarnos en el desarrollo de la Pastoral Juvenil en el Uruguay”.


Monseñor ¿qué expectativas tiene respecto a este Sínodo sobre los Jóvenes? ¿Qué significa participar de un Sínodo?

El Papa Francisco nos ha dicho que el Sínodo es “una escucha recíproca en la cual cada uno tiene que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo”.

Desde que el Papa convocó este sínodo, he tratado de agudizar el oído en los distintos encuentros con jóvenes o donde se ha tocado la temática de la juventud, de las vocaciones y de la Pastoral Juvenil. Con lo que voy recogiendo espero llevar un aporte de la Iglesia que peregrina en Uruguay, especialmente de los jóvenes, a la reflexión de la asamblea sinodal.

Del diálogo con los otros Obispos espero ensanchar mi visión del mundo juvenil y de la Iglesia y, sobre todo, recoger experiencias y criterios que puedan ayudarnos en el desarrollo de la Pastoral Juvenil en el Uruguay.

Usted ha recorrido un largo camino en la Pastoral Juvenil de la Iglesia en Uruguay, primero como joven, luego como sacerdote y en más de una oportunidad como obispo responsable de la Comisión Nacional. ¿Qué destacaría de cada etapa? ¿Qué huella ha dejado y sigue dejando en usted la Pastoral Juvenil?

En enero de 1975 yo tenía 19, acababa de obtener mi título de maestro y estaba de nuevo en mi ciudad de Young. Una tarde, uno de los sacerdotes estuvo en mi casa para hablar con mi madre, que era catequista, y nos pusimos a conversar. Me invitó a unirme al grupo de jóvenes y a la misión que estaban preparando para las próximas semanas en una comunidad de campaña. Acepté y allí comenzó un camino en el que me fui metiendo, comprometiendo y descubriendo también mi vocación sacerdotal.

En la parroquia encontré un espacio de libertad, de reflexión, de experiencias de misión, campamentos de formación, participación en el consejo pastoral… fue un tiempo muy intenso, de una vida de comunidad muy rica. Fui delegado de los jóvenes al Secretariado Diocesano de P. Juvenil. Conocí a jóvenes de otras parroquias, a sacerdotes, participé en encuentros nacionales. Llegué a integrar el Equipo Nacional de P. Juvenil que preparó la Primera Jornada Nacional de la Juventud, aunque yo no pude participar en ella. Lo hice por primera vez en la segunda, cuando estaba en mi primer año del Seminario.

Ya sacerdote, como asesor seguí la huella de los asesores diocesanos que había conocido: el P. Víctor Couto, el P. Horacio Penengo SDB; viví de cerca la cálida presencia y cercanía de Mons. Carlos Nicolini, “el Obispo de los jóvenes” que fue quien me ordenó sacerdote.

Como Obispo y ya en otra etapa de la vida, me alegro de encontrar jóvenes de fe, de compromiso cristiano, de vida apostólica. La presencia juvenil en nuestras parroquias se ha reducido por varias razones, pero sigue habiendo jóvenes de una gran calidad de vida cristiana.


¿Cuáles son, a su parecer, los retos que afronta la Pastoral Juvenil en Uruguay?

En primer lugar, entender la realidad juvenil con toda su diversidad. Hay en los grupos parroquiales jóvenes que vienen de familias que han conservado una tradición de participación activa en la Iglesia. Son pocos, pero se nota. En el otro extremo, en la Fazenda de la Esperanza (comunidad terapéutica para recuperación de adicciones) se recibe a veces a jóvenes que nunca entraron a una Iglesia ni católica ni evangélica ni hablaron jamás con un pastor o un sacerdote. En el medio de esos extremos, hay jóvenes que van haciendo su vida, respirando el ambiente cultural, que sienten más bien indiferencia o aún rechazo a las instituciones religiosas.

El desafío es el claramente planteado por Francisco: ser Iglesia en salida, en este caso, en salida hacia los jóvenes, sin olvidar que los mejores evangelizadores de los jóvenes… son también los jóvenes.

Hace pocos días fue dado a conocer el Documento de Trabajo que describe las esperanzas y las dificultades que más de 100.000 jóvenes expusieron en una consulta. ¿Qué es lo que quieren los jóvenes de hoy conforme al Documento? y ¿qué buscan en la Iglesia?

El Instrumento de Trabajo se puede resumir en siete palabras clave. La primera de ellas es escucha y refleja una profunda necesidad, no solo de los jóvenes, sino de gran parte de las personas de hoy. La segunda es acompañamiento, no solo en términos del clásico “acompañamiento espiritual” sino incluyendo diferentes aspectos de la vida: formativo, familiar, vocacional. El acompañamiento ayuda a los jóvenes a ser protagonistas conscientes de la propia vida. La conversión, tercera, apunta en gran parte al ámbito formativo. El discernimiento es un “don y riesgo”, una importante herramienta para la vida, que ayuda a asumir decisiones con todas sus consecuencias. Los desafíos son innumerables y muy distinto tipo y exigen atención… y discernimiento. Aparece la necesidad de replantear la vocación no solo pensando en la de personas consagradas, sino la fundamental vocación a la vida, primer don del Creador. La santidad es un “horizonte accesible a todos los jóvenes” y como tal debe presentarse para que, como dice el Papa Francisco, los jóvenes “con coraje tomen la vida en sus manos, apunten a las cosas más bellas y más profundas y conserven siempre un corazón libre”.