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«Nacer y Renacer»: Mons. Galimberti reflexiona sobre la Navidad

By 14/12/2018No Comments

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Próximos a la Navidad, el Obispo emérito de Salto, Mons. Pablo Galimberti, invita a reflexionar sobre cómo la celebraremos en su habitual columna del Diario “Cambio”.


Nacer y Renacer

Mons. Pablo Galimberti

La biología nos marca un comienzo con fecha de caducidad incierta. Desde el nacimiento de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios y de María, miramos nuestra caducidad con otra perspectiva.

Presentimos que después de la muerte no puede haber solo silencio. En nuestras entrañas brota una rebelión frente a un destino horizontal que termina en la nada. A veces vivimos sucesos que tocan el corazón y parece que “volvemos a nacer”. Por ejemplo: un accidente, pérdida de personas cercanas o encuentro con personas que marcan un antes y después en nuestra vida. Quizás recordemos situaciones que nos sorprendieron y nos sacaron de la rutina.

Algunos se preparan para vivir estas experiencias. Como los que viajan a España para recorrer el camino de Santiago, uno de los itinerarios de iniciación más conocidos. La película “The way” se aproxima un poco. Un obispo argentino amigo, recientemente jubilado, fue a Manresa (Barcelona), escenario clave en la vida de Ignacio de Loyola, para preparar el final de su vida y dar el salto a lo definitivo. Que para un cristiano es la plenitud que ya empezamos a gustar y vislumbrar en el claroscuro de la fe.

En la literatura abundan ejemplos de itinerarios iniciáticos, como la Odisea, con las peripecias de Ulises y su accidentado periplo hacia Itaca. En la Biblia abundan episodios que marcan un antes y un después. Saulo camino a Damasco, sorprendido por un rayo luminoso que lo ciega y una voz que sólo él escucha es un ejemplo patente. Pero esas voces interiores, que a veces llamamos “locuras”, son las que nos empujan a dar saltos cualitativos.

Obvio que registrar estos “saltos”, “iluminaciones” o “sacudones” en el vivir cotidiano requiere un estado de atención poco común en el diario trajín. Pero no piensen que hablo de vivencias extrañas. Sobre el hábito de atender más allá de lo que vemos sensiblemente, afirma un novelista brasilero: “todo es la punta de un misterio; inclusive los hechos. O la ausencia de ellos… Cuando nada acontece, hay un milagro que no estamos viendo.” (J. Guimaraes Rosa. El espejo). Con acierto Teilhard de Chardin señala que a veces lo que nos impide esta sintonía son nuestras propias “heridas”. Y ¿quién no las carga en su mochila? Teilhard sugiere: “Que nada te altere, que nada sea capaz de quitarte la paz. Ni la fatiga psíquica ni tus fallas morales… Te lo aseguro en nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios”.

A veces nuestras expectativas posesivas nos juegan una trampa, pensando demasiado en lo que nos falta y no en lo que ya poseemos. El poeta Tagore en “El rey y el  mendigo” dice: “¡Ah, qué ocurrencia de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi bolso un grano de trigo y te lo di. Pero qué sorpresa cuando al vaciar por la tarde el bolso encontré un grano de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón y habértelo dado todo”. Esta parábola interpela: ¿Habré dado todo?

En la cercanía de Navidad puede ocurrirnos algo semejante. ¿Oportunidad para rescatar alguna pista o mirada nueva para renovar los bríos o morir en el intento? Que no nos gane el cansancio de fin de año.

Esto viene a propósito de la Navidad. Si es sólo una fecha del calendario pasará como un día divertido pero vacío. Pero si en alguna grieta aparece una nostalgia, es cosa buena dejarnos sorprender.

Columna publicada en el Diario Cambio de Salto del 14 de diciembre de 2018