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El Obispo electo de Tacuarembó, Mons. Pedro Wolcan Olano, invitó a salir al rescate de “los valores con los fuimos criados y que son tan nacesarios en la actualidad”, en el acto de reconocimiento que por su contribución social al Departamento de Colonia le tributó este lunes 6 de agosto la comuna departamental en el Palacio de Gobierno Municipal.

El Presbítero Wolcan ejerció el Ministerio Sacerdotal a lo largo de 27 años en distintas localidades del Departamento de Colonia: Ombúes de Lavalle, Colonia del Sacramento, Nueva Helvecia y Carmelo, con sus respectivas zonas rurales.

Al hacer uso de la palabra, el homenajeado, en primer lugar, agradeció la presencia de los allí reunidos y, de manera especial, al Intendente Dr. Carlos Moreira, a quien reconoció “la sensibilidad hacia las circunstancias de vida de tu gente, y particularmente por aquellas que marcan la existencia humana”. “Lo hemos visto concretado en acciones en favor de otras personas, Instituciones sociales, culturales, deportivas”, puntualizó.

Su mensaje se centró en torno a tres claves: servicio, amistad y vecindad. “Valores que nos han legado los mayores”, subrayó. En este sentido, agregó que esos valores “son pilares para formar y seguir construyendo, en lo que a cada uno nos toca, la identidad que nos distingue en el contexto de la diversidad cultural y perfiles ciudadanos en la patria de la que somos parte”.

Citando al poeta de la patria, Juan Zorrilla de San Martín, Mons. Wolcan expresó: “Vivir se debe la vida de tal suerte que viva quede en la muerte”. “Todos estamos llamados a ser servidores de nuestros semejantes: así cobra sentido la vida. No hay vida sin sentido si asumimos que en el bien que le procuremos a los demás estará nuestro propio bien”. Advirtió que que no encontrará sentido “quien busque primero su propio bien con una actitud egoísta e individualista, o quien ejerza la autoridad por la autoridad misma y se transforme así  en autoritarismo y se exprese en superioridad”.

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Al aludir al segundo valor por él destacado, la vecindad, y la cercanía que implica, Mons. Wolcan destacó que “nos mueve a ayudarnos unos a otros y compartir la circunstancias de la vida, brindarnos el saludo, el reconocimiento de quienes somos, cuál es el contexto familiar del que provenimos”. “Es por esto que el ejercicio de funciones o cargos, sean ellos políticos o religiosos, no puede separarnos ni aislarnos ni volvernos desconocedores de esa vecindad que será, al fin y al cabo, lo que permanecerá más allá de encargos y responsabilidades ya cumplidas”, aseveró.

“La función pública, repito, sea política o religiosa, realizada con este pensamiento más alto y que abarque más ampliamente el arco de la vida que el momento concreto o circunstancia particular en la que nos encontremos, nos recordará que todos somos vecinos unos de otros”, manifestó al tiempo que llamó a recuperar el sentimiento de vecindad. “Nos fortalecerá como pueblo, nos permitirá cuidarnos y protegernos unos y otros, nos sacará de la indiferencia y el desconocimiento”, aseguró. “El mismo Jesús fue un vecino más en su pueblo, parte de una familia que vivió y trabajó en un sitio y momento de la historia”, recordó.

Por último, el Obispo electo de Tacuarembó, profundizó sobre el valor de amistad que “es franqueza y transparencia, que se cultiva y se adquiere en el ejercicio permanente del diálogo y de la apertura mutua”, como lo propone Jesús.

Concluyó con el deseo de que “cada uno de los que aquí vive y trabaja tenga esa experiencia de vida y que, a su vez, con la nobleza del corazón humano, se logre el crecimiento en valores de nuestra sociedad”.


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Palabras de agradecimiento 

de Mons. Pedro Wolcan Olano, Obispo electo de Tacuarembó, 

en el «Acto de reconocimiento» 

por parte de la Intendencia de Colonia 

Palacio de Gobierno Departamental, 6 de agosto de 2018

Estimados todos: estamos en la casa común y que nos representa a quienes vivimos y trabajamos en este departamento. Agradezco la presencia de todos Uds. que portan consigo distintas realidades de vida y de vínculos que hacen a nuestro ser ciudadano. Nos alegra estar congregados aquí y agradezco al Sr. Intendente la iniciativa y la invitación que nos ha hecho para este encuentro.

Te agradezco, estimado Carlos, que desde la investidura como gobernante tienes la sensibilidad hacia las circunstancias de vida de tu gente, y particularmente por aquellas que marcan la existencia humana. Lo hemos visto concretado en acciones en favor de otras personas, Instituciones sociales, culturales, deportivas. Ahora me has invitado a mí, al ser nombrado Obispo de Tacuarembó y a pocas días de asumir la responsabilidad de ser investido, por lo tanto, como pastor de hombres y mujeres que viven y trabajan en los departamentos de Tacuarembó y Rivera. Me has invitado para llegar hasta aquí y transitar por estos espacios del Palacio Municipal que no nos son extraños ni por el andar en ellos en otros tiempos… ni por lo que significan como ciudadano nacido y criado en este departamento, y donde durante 27 años ejercí el Ministerio Sacerdotal a favor de distintos pueblos: Ombúes de Lavalle, Colonia del Sacramento, Nueva Helvecia (nuestro pueblo del cual procedemos los dos, y guardamos profundos sentimientos de pertenencia para con él), y luego también Carmelo y sus respectivas zonas rurales. Esto habla de la amplitud de comprensión que tienes para tu gente y sus circunstancias, y que abarca el amplio arco de expresiones que hacen a la persona, sin reduccionismos ni inhibiciones.

Valoro como ciudadano y como religioso, convicciones de vida para nada contrarias, sino complementarias, más bien integradas, por esto traigo a Uds. una cita del papa Francisco que dice: “para el creyente hay dos rostros: uno del Padre Dios y otro el del hermano” (cf. Gaudete et Exsultate 61). Nos entrega dos rostros, o mejor uno solo, el de Dios que se refleja en el de los hermanos. Son así inseparables la busca de Dios y el Bien del hermano, del prójimo, del semejante. En el ámbito civil, esta expresión del Papa, tiene su expresión en todo Gobernante que busca el bien de los pueblos, pues de ellos se proviene y a ellos nos debemos; ellos son causa permanente de desvelos y preocupación diaria en la búsqueda del bien mayor .

Me propongo dejar en este espacio que se me posibilita un breve mensaje en clave de servicio, amistad y vecindad, para sostener en el tiempo aquellos valores que nos han legado los mayores y que –estoy convencido– también hoy son pilares para formar y seguir construyendo, en lo que a cada uno nos toca, la identidad que nos distingue en el contexto de la diversidad cultural y perfiles ciudadanos en la patria de la que somos parte.

Servicio. “Vivir se debe la vida de tal suerte que viva quede en la muerte”, dice el poeta de la Patria. Todos estamos llamados a ser servidores de nuestros semejantes: así cobra sentido la vida. No hay vida sin sentido si asumimos que en el bien que le procuremos a los demás estará nuestro propio bien. No encontrará sentido, en cambio, quien busque primero su propio bien con una actitud egoísta e individualista, o quien ejerza la autoridad por la autoridad misma y se transforme así  en autoritarismo y se exprese en superioridad.

Vecindad. Todos somos vecinos, nos conocemos, vivimos cercanamente. La vecindad nos lleva a relacionarnos lisa y llanamente, con la preocupación de unos para con otros. Nos mueve a ayudarnos unos a otros y compartir la circunstancias de la vida, brindarnos el saludo, el reconocimiento de quienes somos, cuál es el contexto familiar del que provenimos. Es por esto que el ejercicio de funciones o cargos, sean ellos políticos o religiosos, no puede separarnos ni aislarnos ni volvernos desconocedores de esa vecindad que será, al fin y al cabo, lo que permanecerá más allá de encargos y responsabilidades ya cumplidas.

La función pública, repito, sea política o religiosa, realizada con este pensamiento más alto y que abarque más ampliamente el arco de la vida que el momento concreto o circunstancia particular en la que nos encontremos, nos recordará que todos somos vecinos uno de otros.

¡Recuperemos el sentimiento de vecindad! Nos fortalecerá como pueblo, nos permitirá cuidarnos y protegernos unos y otros, nos sacará de la indiferencia y el desconocimiento. El mismo Jesús fue un vecino más en su pueblo, parte de una familia que vivió y trabajó en un sitio y momento de la historia.

Amistad. Resultante lógica del trato prolongado y de la profundización del conocimiento entre personas, es lo que vivimos –y podemos decir, celebramos– en este encuentro. Todo acercamiento humano y abierto al otro, nos posibilitará el cultivo de este valor humano que se entronca con el deseo del propio Señor Jesús que nos quiere y nos llama “amigos” –como dice el Evangelio– (cf. Jn 15,15) porque se da a conocer, quiere la amistad entre nosotros, entre los miembros de los pueblos y con Él. El Señor pide este valor de la amistad que es franqueza y transparencia, que se cultiva y se adquiere en el ejercicio permanente del diálogo y de la apertura mutua.

Muy estimados todos: sabrán disculparme la extensión de mis palabras, pero antes de partir, solo quiero rendir honor a la memoria de nuestros mayores y de tantos contemporáneos. Quisiera invitarlos a salir al rescate de los valores con los fuimos criados y que son tan nacesarios en la actualidad. Son valores y sentimientos que hacen al patrimonio ciudadano, a la vida de los que vinieron a poblar nuestra región de la cual somos hijos agradecidos.

Deseo para todos el Bien recibido y que el Buen Dios, que no se deja ganar en generosidad, les brinde a todos su bendición. No hay otro sentimiento en su corazón. Que cada uno de los que aquí vive y trabaja tenga esa experiencia de vida y que, a su vez, con la nobleza del corazón humano, se logre el crecimiento en valores de nuestra sociedad. Muchas gracias.

Que Dios los bendiga.

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