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Mons. Pablo Galimberti: Ausentismo en misa refleja una tendencia de alejamiento de los ámbitos sociales de intercambio

By 11/07/2013julio 19th, 2013No Comments
 
En el número del Boletín CLAM correspondiente a julio y agosto, el Obispo responsable del Departamento de Liturgia de la CEU, Mons. Pablo Galimberti (Obispo de Salto), plantea su inquietud sobre el descenso de participación en la Misa del Domingo por parte de los uruguayos. El Obispo pregunta «¿qué nos está pasando?» y esboza algunas posibles causas, a la vez que invita a los lectores a compartir sus propias reflexiones escribiendo a la dirección electrónica [email protected]
 
Esta reflexión del Obispo fue reproducida por algunos medios de comunicación y esta mañana, el periodista Emiliano Cotelo, del programa “En Perspectiva” de Radio “El Espectador”  entrevistó al Pastor en torno a este tema.
 
Compartimos la desgrabación de la referida entrevista  publicada en el portal de “El Espectador”  y adjuntamos el Editorial de Mons. Galimberti publicado en el CLAM. 
 
ENTREVISTA
 
Obispo Pablo Galimberti: ausentismo en misa refleja una tendencia de alejamiento de los ámbitos sociales de intercambio

El obispo de la Diócesis de Salto, monseñor Pablo Galimberti, reflexionó en el último editorial de la revista litúrgica CLAM, de la Conferencia Episcopal del Uruguay, sobre los motivos del descenso de la concurrencia a misa, señalando que «misas aburridas» y «homilías cansadoras» pueden ser parte del problema. Consultado por En Perspectiva, Galimberti se refirió al consumismo como otra de las causas de esta situación. «El consumo parece dar bienestar, y el bienestar se confunde con la felicidad; pero la felicidad es otra cosa, es algo más interior», dijo el obispo, agregando que esta situación de ausentismo no es exclusiva de la Iglesia, sino que a su criterio sucede también en otros ámbitos como partidos políticos o clubes deportivos. Para Galimberti es necesario «potenciar» a los sacerdotes con mejores habilidades comunicativas para que los sermones resulten más atractivos. «Los rituales nos sirven, nos cuidan, pero hay que alimentarlos para que no sean meramente gestos vacíos», dijo.

(emitido a las 8.00 Hs.)

EMILIANO COTELO:

“Muchos presbíteros comentan que las misas en la temporada veraniega en Punta del Este están repletas. ¡Pero de argentinos! En eso, nuestros vecinos nos ganan ampliamente.”

Así habla monseñor Pablo Galimberti en el editorial de la última edición de CLAM, la revista litúrgica de la Conferencia Episcopal del Uruguay. En el artículo, Galimberti plantea su preocupación por la asistencia cada vez menor de los fieles a las misas dominicales, un rito que, teóricamente, los católicos están obligados a cumplir.

Galimberti se plantea varias preguntas, por ejemplo: ¿nuestras misas son aburridas?, ¿o nuestras homilías resultan cansadoras o repetitivas? Pero en definitiva deja el tema abierto a los lectores y los exhorta a que le envíen mensajes con sus opiniones a la casilla de correo electrónico de CLAM.

¿Por qué Galimberti propone esta reflexión en este momento? ¿La Iglesia ya maneja algunas ideas para promover el regreso de sus fieles a las misas?

Vamos a conversarlo en los próximos minutos con monseñor Pablo Galimberti, obispo de la Diócesis de Salto, que comprende los departamentos de Artigas, Salto, Paysandú y Río Negro, y responsable del Departamento de Liturgia en la Conferencia Episcopal del Uruguay.

Este fenómeno de una caída de la concurrencia de los católicos a misa no es algo nuevo. Repasando antecedentes veía una nota de marzo de este año del diario El Observador con cifras proporcionadas por la Arquidiócesis de Montevideo en las que queda claro que en 20 años, de 1989 a 2010, la cantidad de asistentes a esa celebración cayó a la mitad; incluso había números muy precisos, de 58.700 en 1989 a 31.500 en 2010. ¿Hay alguna razón en especial que lo haya llevado a plantear este tema en este momento?

PABLO GALIMBERTI:

No, ese dato, que también leí, que viene de la Arquidiócesis de Montevideo, es muy representativo. Es lo que constato frecuentemente aquí en Salto y más o menos en todos lados adonde voy, en general hay una disminución notoria. Será porque de pronto la educación no ha hecho hincapié, no ha insistido, no ha marcado esta necesidad que tenemos, o esta obligación, porque a veces también tenemos que fijarnos obligaciones en la vida; el que trabaja, el que madruga, usted que madruga mucho, son obligaciones que uno va asumiendo dentro de esos rituales. Los rituales nos sirven, nos cuidan. Pero a los rituales –un cumpleaños, una fiesta, un recuerdo, un trabajo, una actividad– hay que alimentarlos para que no sean meramente gestos vacíos, y uno ve que la participación en la misa está descendiendo notoriamente.

EC – Usted enfatiza en el artículo que yo citaba que la asistencia a misa es obligatoria para un católico. Es algo que no todo el mundo conoce, pienso sobre todo en los católicos, pero no sé si todos en la propia Iglesia lo tienen asumido. ¿Cómo es eso de la obligación? Usted recién algo adelantaba del fundamento.

PG – Es uno de los preceptos de la Iglesia, el cristiano tiene que mantener ese vínculo con la celebración dominical, que es el día de la resurrección de Cristo. Es como colocar el GPS, ajustarlo –¿dónde estoy ubicado?, ¿cuál es el eje de mi vida?–, para en torno a él ajustar los demás valores y actividades, o jerarquizar. Esto no se inculca solamente como una obligación, se trata de motivar para que uno concurra con cierto gusto, con expectativa, y también poniéndonos como que esto es algo necesario. De esa manera vamos marchando, la gente carga sus baterías, escucha ese trozo elegido de la palabra de Dios, escucha el comentario. En algunos mails que he recibido se quejan de las predicaciones u homilías un poco aburridas, otros elogian que los sacerdotes tratan de hacer buenos aterrizajes, necesarios, que alimentan la fe de los asistentes a la misa. En fin, hay distintas opiniones que se refieren a cómo son las celebraciones, unos dicen que les faltaría más música, los jóvenes piensan que les falta un poco más de guitarra, los mayores piensan que les falta un poco más de música más solemne, como el órgano. Hay una serie de propuestas en torno a cómo son las celebraciones.

EC – Usted, entonces, ha ido recibiendo ya respuestas, tiene opiniones, tiene aportes.

PG – Sí, unos cuantos. Serán unos 10 que recibí, y ahora ya cerré un poco el tiempo para reflexionarlas, porque se viene el próximo número del boletín. Pero han continuado llegando.

EC – Esos apuntes que recibe, esas observaciones a propósito de cómo es hoy una misa en la Iglesia católica, ¿vienen por el lado de por qué alguien va o no a misa, o son análisis que hacen quienes sí van y proponen retoques para el futuro?

PG – Generalmente son de aquellos que leen este boletín.

EC – Y por lo tanto van.

PG – Claro, sí, por lo tanto tienen datos muy de primera mano, observan cómo son y se preocupan también, porque observan más o menos algunos datos que yo menciono en el editorial.

EC – Faltaría conocer la opinión de quienes han dejado de ir.

PG – Es cierto, sí, pero de alguna manera todos los que estamos tenemos también esa parte de que podemos dejar de asistir, así que quizás no es necesario tenerlos a todos en una muestra. Evidentemente necesitamos buscar las formas, buscar buenos predicadores, preparar bien la palabra de Dios, hay que proponer la Biblia, no ser complicados pero tampoco demasiado reductivos en el sentido de decir “esto y un buen ejemplo y vamo’arriba”, tiene que alimentar la vida del cristiano, que está en una sociedad complicada. Muchos aportes hacen ver que la sociedad está cambiando, lo sabemos todos, y que tiene que ver también con el consumismo, el recurso a adquirir es un mensaje constante.

EC – ¿Cómo entra el consumismo, la tendencia creciente por ese lado? En el editorial usted introduce ese factor en el análisis. ¿De qué forma?

PG – Introduzco este factor cultural. El consumo parece que da bienestar, y el bienestar se confunde con la felicidad; eso es un error, la felicidad es otra cosa, es algo más interior. Hoy faltan a veces esos hábitos que nos inculcaban nuestros padres o educadores, hoy se deja a la libertad de cada uno, y nos faltan esas habilidades para la vida o esos rituales que nos cuidan, hoy de pronto el joven recurre al alcohol, por ejemplo, para desinhibirse ante una chica. Son cosas que de pronto antes se las decían el padre, el tío o los abuelos, hoy faltan esos educadores. Así que de alguna manera también tenemos que ponernos en esa necesidad de inculcar o proponer rituales o hábitos para vivir en la sociedad compleja en que estamos.

EC – Usted introduce el factor consumismo como uno de los problemas que hay que atacar y que las misas podrían encarar. ¿O lo vincula de alguna forma a la costumbre de dejar de ir a misa?

PG – También, sí, porque si resulta que el domingo hay que ir al supermercado, hay que lavar el auto, hay que hacer las compras, hay que hacer todo lo que no hicimos en la semana, evidentemente es una especie de obsesión por el consumismo, que no nos permite hacer ese paréntesis necesario para humanizar nuestra semana, para que no seamos máquinas que trabajamos. Necesitamos ese respiro, ese aliento y decir “el domingo es el día en que experimentamos nuestra libertad de hijos de Dios”, imitando aquella página inicial de la Biblia, Dios descansó después de trabajar, que invita a hacer una experiencia de libertad y de unirnos a Cristo resucitado. Pero tenemos tantas cosas, incluso, como dicen algunos, la neurosis dominical, nos llevamos trabajo a casa para que la esposa o los hijos no nos digan: “Papá, hacé esto”, “Fulanito, papito, cambiá la garrafa”. Toda una serie de cosas que llevamos al domingo, es también una neurosis. La misa del domingo es una experiencia que tiene que ayudarnos a experimentar esta libertad.

***

EC – Usted decía al pasar que los mensajes que le llegan lo comprueban, el mundo está cambiando, está cambiando a ritmo de vértigo. En particular han cambiado mucho las formas de comunicación, se han creado nuevos medios, los tradicionales a su vez se han reformado. Por ejemplo, la forma de hacer radio hoy no es la misma, difiere sustancialmente de la forma de hacer radio hace 20 o 30 años. ¿La liturgia de la misa ha acompañado esos cambios? Porque, de hecho, la misa también es una forma de comunicación, es un medio de comunicación.

PG – Cómo no, sí, comunicación con Dios, comunicación con la comunidad presente y participante. Se han hecho mucho más coloquiales, aunque de pronto en una misa en la que hay 200 personas no sea tan fácil. Algunos sacerdotes lo hacen bien, son buenos comunicadores, habría que usarlos más, convocarlos más, y dejar a otros para misas más pequeñas.

EC – Seleccionar a los sacerdotes según sus habilidades de comunicación.

PG – Exactamente, tenemos buenos comunicadores, ha habido acá y hay en nuestro país, el padre Ernesto Popelka, el padre Guillermo Porras, el padre Julio Elizaga y otros. Usarlos bien para esas misas para que concurra gente y alegrarnos, a tal misa concurre gente, aunque de pronto el párroco de al lado dice: “Este tiene más clientes que yo”, esas cosas también pasan en la Iglesia. Deberíamos usar los buenos talentos que algunos curas tienen más que otros, otros tienen otras habilidades. También tenemos que estar atentos a esto.

EC – En su formación, ¿los sacerdotes reciben algún tipo de instrucción a propósito de cómo hacer atractivos y convocantes tanto sus sermones como el rito en general?

PG – Muy poco, yo he sido formador y este aspecto no se maneja tanto. De pronto los estudios van acentuando aspectos más doctrinales y morales, y este aspecto más práctico no se cultiva tanto, creo que son talentos. Hemos mandado gente a que haga una licenciatura, que se prepare, que vaya a la [Universidad] Católica y haga una carrera, y esa gente de pronto agarra un micrófono y uno dice “pero este no parece que estudió cinco años”, mientras que otro que tiene unas habilidades naturales tiene un alcance, llega. No es cuestión solamente de estudio, hay muchas cualidades que están, que tenemos que cultivar, seleccionar y potenciar.

EC – Pero también cabe la posibilidad de corregir la formación de modo de introducir materias vinculadas con la comunicación, supongo.

PG – Sí, hace 40 años cuando yo estudiaba había una materia que era Oratoria, pero eran aquellas clases o recomendaciones que daba Tertuliano; algunas cosas hacíamos, pero esto no alcanza. Creo que un buen comunicador se va haciendo con responsabilidad, con trabajo y con dedicación, hay que dedicar, potenciar y apoyar a aquellos que tienen buenas cualidades, alentarlos, y alegrarnos de que estos tengan gente que los escuche, no tener envidia.

***

EC – ¿Por qué baja la cantidad de católicos que concurren a las misas en las iglesias? ¿Es que las misas son aburridas? ¿O las homilías resultan cansadoras o repetitivas? ¿Cuáles son las causas de este país más consumista que se ha metido en el alma de los uruguayos?

Esas son algunas preguntas que se hace monseñor Pablo Galimberti en el editorial de la última edición de la revista CLAM. Estamos dialogando con él esta mañana a propósito de esta reflexión que propone en torno a la asistencia a las misas en la Iglesia católica uruguaya.

Hay una cantidad de mensajes de los oyentes, tanto de católicos, de cristianos, como de gente que mira la cosa de afuera. Pero lo interesante es el movimiento que ha generado el tema, no ocurre con todos los temas; se lo dejo anotado para que usted también lo considere.

Tomo algunos de los mensajes. Por ejemplo, hay quienes entienden que el problema no es la misa en sí misma, su estructura, su dinámica, su contenido, que el asunto está antes. Ángela, por ejemplo, dice:“Para que la gente se acerque a la Iglesia se necesita ejemplo de vida”. Otro dice: “Es muy buena la reflexión sobre la fe que hace el papa Francisco, para comprender de esa manera quizás el faltazo a misa”. ¿Qué dice sobre esta otra lectura?

PG – ¿Esta última de la cita del papa?

EC – Por ejemplo, sí; tiene algo que ver con la anterior, lo del ejemplo de vida.

PG – Indudablemente, sí, las personas atraen por su testimonio, por su cercanía, por su simpatía también, la cercanía con el barrio, con la gente a la salida, para recibirlos, para despedirlos. Eso forma parte también, son condimentos, no es lo más importante. Hay ciertas convicciones o adhesiones que hacen que uno vaya aunque no le guste la cara del cura, independientemente; hay cosas a las que uno tiene que sobreponerse, no hacer todo por la cara, por la sonrisa o por la mirada torcida. Esto es también fundamental, y un buen testimonio, por sobre las cosas, de coherencia entre la fe y la vida, uno dice: “Voy, porque este tipo, esta persona me convence, aunque me aburra un poquito”.

EC – Yo conversaba ayer con algunos sacerdotes, y uno de ellos decía, en coincidencia con lo que señalaba este oyente: “El problema está en lo que pasa antes de las misas. Para que la gente vaya a misa, la Iglesia lo primero que tiene que hacer es dar un testimonio de fe convincente que enamore a las personas de tal modo que ir a misa sea parte de su vida. La Iglesia, antes que meter gente en la misa, lo que tiene que hacer es convocar. Quizás, entonces, lo que ocurre es que la Iglesia no está logrando dar ese testimonio convincente”.

PG – Sí, es una parte, no es todo, porque la misa también convoca; en definitiva no es el cura quien convoca, es la palabra de Dios, es Jesucristo el que convoca. Pero si yo no voy, en esa privatización de la fe, o de tantas cosas que hoy acontecen en la sociedad, ¿cómo alimento?

EC – ¿A qué se refiere con privatización de la fe?

PG – Como que cada uno la vive a su manera, yo la vivo con Dios, yo hago mis cosas, yo adhiero a tal partido o a tal cosa, pero no me pidan que participe en una reunión. O no me pida la maestra que vaya a una reunión de padres. Porque pasa eso también, maestras, directoras, directores ven que las familias no apoyan, no estimulan, no se hacen presentes para interesarse, o son pocas las que lo hacen, hay 30 padres y van cinco madres. Eso está pasando en nuestra sociedad.

EC – Usted lo ve como parte de un fenómeno más general, que no solo afecta a la Iglesia católica.

PG – Es un dato sociológico de los comportamientos que hoy son frecuentes. Yo lo miro desde la Iglesia, pero también pregunto, veo y observo, y veo comportamientos similares en otras asociaciones, en otros grupos, de fieles, de iglesias, de partidos, de clubes, etcétera, que están en esa búsqueda de una pertenencia no solamente virtual, que sea una pertenencia más cordial, más presente, más corporalmente presente, llego, me acerco, participo, intercambio. Porque la misa también es intercambio, saludo, noticia, quién está enfermo, hace tiempo que no te veo, en fin, porque si no, todo eso otro, que es muy lindo, ¿dónde lo hago? ¿En el supermercado, en la plaza, en la calle? La misa es también intercambio, saludo, veo, a la salida a veces quedarnos un rato a intercambiar, tengo este enfermo, tengo esta noticia, lo invito mañana, tengo este acontecimiento. Todo eso se da en el entorno, en el antes, en la previa, y en lo que pasa después de la misa. Así que entiendo esas ideas, buenas ideas, pero eso también se da en el contexto de una misa participativa de la comunidad.

EC – Romina, ¿otros mensajes de los oyentes?

ROMINA ANDRIOLI:

Pablo dice: “No es que la gente deje de ir, es que van muriendo los veteranos que se sentían identificados con la Iglesia. Para atender a estas nuevas generaciones la Iglesia debe modernizarse”. Y plantea “más autocrítica”, por ejemplo.

PG – Es cierto, la autocrítica va a qué lenguajes, a qué estilos, a qué manera de estar cerca de los jóvenes. Pero al mismo tiempo este oyente constata que hay un envejecimiento, que van muriendo y se va achicando la comunidad. Esa es la prueba de que estamos envejeciendo.

EC – El fenómeno tiene sus complejidades. Otro oyente, Mateo, anota esto: “Es particularmente llamativo que los colegios católicos tengan más alumnos pero las misas menos fieles”.

PG – Es cierto, pero hay que tener en cuenta que muchas veces el interés de los padres no está en que el colegio católico ofrece educación católica –por más que los hacen firmar que eso es una prioridad o que eso es importante–, sino en las seguridades en el contexto actual de cómo está la educación. A muchos padres o familias les interesa cierta seguridad, aun a autoridades de la enseñanza pública, que mandan [a sus hijos] a un colegio privado.

RA – Otro plantea: “Yo dejé de ir, me resisto a que si estoy en casa de mi padre tenga que estar hincado o parado haciendo todo en sincronía. En la casa de mi padre terrenal no hago eso”.

PG – Sí, pero uno si va al estadio va con una identificación, va con la bandera, hace tal cosa o tal otra. La ritualidad es fundamental. Tampoco seamos tan críticos en este aspecto.

EC – Otros comentarios de los oyentes vienen por el lado de que hay una tendencia en la sociedad en los últimos tiempos a liberarse o rebelarse frente a la autoridad, frente a lo rígido. Quizás tiene algo que ver con algo que usted ya comentaba, que se observa, por lo menos en la óptica de dos o tres mensajes, este tipo de actitud que chocaría contra la estructura de una misa.

PG – Es la rebelión contra el padre, pero necesitamos un buen principio de autoridad, en el mejor sentido; autoridad significa hacer crecer. La falta de paternidad hoy es patética, se han perdido habilidades. En Estados Unidos ahora hay programas para educar para la vida, para hacer a los jóvenes más asertivos, más decididos. Cosas que antes se hacían en la familia, hoy en muchas familias no se hacen. Eso también toca a la familia, esa tarea educativa.

EC – Hay oyentes que preguntan a qué dirección de correo electrónico le pueden mandar sus opiniones.

PG – Al [email protected].

EC – Usted dice que ya ha recibido una cantidad importante, que casi está en el límite del plazo que se había marcado.

PG – Pueden seguir mandando, ya hice el editorial próximo y tomé unas 10 opiniones, las primeras, desglosé los puntos que me habían mandado. Pero vendrá el próximo número después, así que les agradezco muchísimo el aporte, el interés y este espacio para intercambiar.

EC – ¿A qué conduce este trabajo que ha propuesto, que ha iniciado? ¿En la Iglesia, en la Conferencia Episcopal, tienen alguna línea de reflexión y de acción para encarar este fenómeno, este detalle que los está preocupando últimamente?

PG – Yo presto este servicio ahora, en estos años, al frente de la Comisión de Liturgia, que es una de las comisiones que tiene la Conferencia Episcopal, y después cada uno aterriza en su respectiva diócesis, en Montevideo, en la capital, yo aquí en Salto y otro en otro lado. Son propuestas, porque en definitiva no tengo capacidad ejecutiva para decir “que se haga tal cosa o tal otra”. Por otra parte, no se trata de eso, de hacer un lineazo: “Ahora vamos a hacer así, vamos a salir a saludar, vamos a hacer tal cosa”. Esto es un poco meter la mano en una olla y hacer que las ideas y las reflexiones broten como están brotando, y la gente se está implicando en esta reflexión.

EC – Digamos que lo que usted ha sugerido es una “tormenta de ideas”, un brainstorming. 

PG – Exactamente, que nos beneficia a nosotros y también a los oyentes o también a los espectadores que ven y hacen sus aportes, que también son valiosos y de recibo.

***

Transcripción: María Lila Ltaif