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Mons. Nicolás Cotugno ante la renuncia del Papa: «La Encíclica del Papa Benedicto XVI escrita con su vida»

By 22/02/2013marzo 1st, 2013No Comments

El Papa Benedicto XVI renuncia a ser Obispo de Roma.

A la sorpresa inicial por la noticia de la renuncia del Papa al ministerio de Sucesor del Apóstol Pedro, le siguió la tristeza porque este Padre nos deja, y no contaremos ya con su guía paterna y humilde, segura e inteligente al frente de la Iglesia. Estos sentimientos primeros han dado paso a la gratitud y a la esperanza por lo que ha significado Benedicto XVI en sus casi ocho años de pontificado y por la siembra generosa de su magisterio, que nos toca a nosotros cosechar.

Por otro lado, al contemplar este acontecimiento desde la fe que proclamamos en el CREDO Niceno-Constantinopolitano, cuando afirmamos: “Creemos en la Iglesia UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA”, me surge espontáneo decirme a mí mismo que este gesto del Papa es uno de los actos de su magisterio más importante de su pontificado.

Como Arquidiócesis de Montevideo queremos con toda la Iglesia rodear al Papa Benedicto con nuestro cariño y oración, expresarle nuestra gratitud y continuar aprendiendo de sus enseñanzas. Al mismo tiempo nos unimos a todo el Pueblo de Dios en la esperanza que el Señor dará a la Iglesia un Pastor según su corazón para que tome el timón de la barca de Pedro y nos guíe entre las aguas embravecidas con la serenidad de saberse instrumento en las manos de Dios.

Personalmente quisiera humildemente tratar de entender más a fondo el contenido de fe y de “salvación” de este histórico acontecimiento, no sólo para la Iglesia sino también para el mundo entero.

Es evidente que hay que ubicar la renuncia del Papa en el contexto de la realidad de la Iglesia asumida desde la Palabra de Dios y de la eclesiología del Concilio Vaticano II. Es decir: ¿quién es el Papa en la Iglesia? ¿Cuál es su función fundamental?

Si bien no es mi intención hacer un tratado de eclesiología es imprescindible tener presentes los aspectos incuestionables que nos presenta la Revelación acerca de Pedro y de su vocación recibida del Señor Jesús como Pastor de todo el Pueblo de Dios.

1. Jesús, sobre la ‘piedra’- Pedro, edifica SU Iglesia. Nunca podremos olvidar que Jesús ama a la Iglesia como SU Esposa. Como ‘Esposo’ acepta tener amigos que lo acompañen y participen de su fiesta de bodas; pero no permite que otro tome SU lugar. Por eso Pedro es VICARIO DE CRISTO, NO SU SUTITUTO.

2. EL ÚNICO PASTOR de la Iglesia es EL SEÑOR RESUCITADO que nos aseguró: “Yo estaré SIEMPRE con ustedes, todos los días, HASTA EL FIN DEL MUNDO (Mt 28,20 ). Por eso Pedro tendrá que estar SIEMPRE detrás del Maestro, para aprender de él el camino y no enseñárselo a Quien lo llamó para seguirlo como discípulo (Mc 8,33).

3. El Concilio Vaticano II enseña que “En la persona de los obispos (no olvidemos que el Papa es obispo de Roma) – asistidos por los presbíteros, ES EL MISMO SEÑOR JESUCRISTO, PONTÍFICE SUPREMO, QUIEN SE HALLA PRESENTE EN MEDIO DE LOS CREYENTES. Sentado a la derecha de Dios Padre no está ausente del orden de sus pontífices, sino que por su excelso servicio predica ante todo la palabra de Dios a todos los pueblos y administra sin cesar a los creyentes los sacramentos de la fe. […] Por la imposición de las manos y las palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y se imprime el carácter de tal forma que LOS OBISPOS OCUPAN DE MANERA VISIBLE Y EMINENTE EL LUGAR DE CRISTO maestro, pastor y pontífice y lo personifican en su actuación” (LG 21).

Ya lo había afirmado con toda claridad san León Magno: “No es temerario, carísimos, sino conforme a la fe el confesar que el SEÑOR JESUCRISTO ESTÁ EN MEDIO DE SUS FIELES; y sin dejar de estar sentado a la derecha de Dios Padre hasta que haya puesto a todos sus enemigos por escabel de sus pies, el sumo sacerdote SIGUE PRESENTE en la asamblea de sus pontífices” (San León I, Sermo 5,3; PL 54,154).

SERVUS SERVORUM DEI, SIERVO DE LOS SIERVOS DE DIOS

Es el título de los Papas que define su propia identidad y su propio servicio en la Iglesia y en el mundo. No es una atribución folklórica o analógica. Quiere expresar que si los sucesores de Pedro en la Iglesia deben imitar los ejemplos del príncipe de los apóstoles, deben estar dispuestos, como él, a dar la vida por el rebaño que se les ha confiado apacentar. Y puesto que son vicarios de Cristo, la imitación de Pedro los lleva a tomar como referencia fundamental a ese Cristo, del que son vicarios, que no vino a ser servido, sino a servir, hasta entregar toda su vida.

Benedicto XVI sabe más y mejor que nadie todo esto. Sabe que si ya no puede prestar el servicio de la VICARIEDAD DE CRISTO por las razones que él mismo ha presentado, justamente para servir a Cristo, a la Iglesia y al mundo, debe dar un paso al costado para que otro tome ese servicio.

Una cosa es cierta: no estamos frente a una renuncia por falta de amor, de sacrificio o de coraje. Al contrario: se necesita más amor, más sacrificio y más coraje para adelantar en vida lo que normalmente acontece con la propia muerte.

Intuyo que para el Papa, esta renuncia sabe de alguna manera a ese anonadamiento de que habla san Pablo en la carta a los Filipenses cuando dice que el Hijo de Dios se anonadó a sí mismo tomando forma de esclavo (Cfr Fil 2). Me imagino que el Papa Benedicto XVI podrá tener la sensación que por el deterioro de sus capacidades físicas ya no pueda seguir siendo ese “humilde trabajador en la viña del Señor”, como él mismo se definía, y que por eso podría sufrir menoscabo su capacidad de re-presentación de Cristo Resucitado-Pastor de la Iglesia.

Gracias, querido Papa Benedicto por tu coherencia. Gracias por todo lo que nos ha dado a lo largo de estos años de tu pontificado. Gracias por esta encíclica vital que has empezado a escribir el 11 de febrero, fiesta de la Virgen de Lourdes, en el día mundial de los enfermos y que seguirás escribiendo después del 28 de febrero cuando, aun siendo Papa, dejarás de ejercer el ministerio petrino.

Querido Papa Benedicto, nunca podré olvidar esos nuestros encuentros en Roma, en los que me sentía recibido con tanto afecto y mirado con tanto cariño que se me comunicaba desde tu corazón y que se transparentaba en tu mirada y que yo también compartía desde lo más profundo de mi alma.

Gracias, muchas gracias. Te has ganado un lugar en nuestro corazón que permanecerá para siempre.

+ Nicolás Cotugno, sdb.
ARZOBISPO DE MONTEVIDEO