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Mons. Fuentes: “Grandeza de alma” ante la «embestida» contra la Familia y la Iglesia 

By 08/07/2017No Comments

JAIME-EN-UCUDAL

“Lo que necesita el cristiano, cuando es odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de alma”, destaca el Obispo de Minas, Mons. Jaime Fuentes, citando a San Ignacio de Antioquía, al reflexionar en torno a lo que considera “una embestida contra la Familia y contra la Iglesia”. Puntualiza que esa “embestida” se debe a que la Iglesia “enseña y defiende el Matrimonio, tal y como ha sido querido por Dios desde la creación del mundo”.

El Obispo publicó en su blog www.desdelverdun.org  el texto de los audios que envía por whatsapp cada día a una lista de “suscriptores” y en los últimos días abordó la denuncia por presunta violación de la laicidad ocurrida en el Liceo 1 de Salto cuando “la directora de un liceo público autorizó a un grupo de madres a dar un taller sobre sexualidad a alumnos de quinto y sexto año de secundaria”.

En el post de 5 de julio, Mons. Fuentes expresa que “la reacción contra la Directora del Liceo (suspendida) pienso que es un claro aviso: si alguien no está de acuerdo con la ideología dominante, aténgase a las consecuencias”.

“Está planteada una guerra: la CULTURA DE LA MUERTE contra la CULTURA DE LA VIDA, de la que habló extensamente el Papa San Juan Pablo II en su encíclica EL EVANGELIO DE LA VIDA. Es también la cultura de la muerte de Dios contra la fe: la negativa a la imagen de la Virgen en la rambla de Montevideo, aprobada por disciplina partidaria, es una batalla más”, subraya.

En su post del 6 de julio, Mons. Fuentes, afirma que ante las referidas circunstancias lo actitud de los cristianos debe ser “grandeza de alma” como lo manifestó San Ignacio de Antioquía.

“El santo obispo está hablando de una virtud muy importante, la magnanimidad, el ánimo grande, la grandeza de alma. La magnanimidad es tener una disposición habitual para dar más allá de lo que se considera normal, de entregarse hasta las últimas consecuencias, de emprender sin miedo, de avanzar pese a cualquier adversidad”.

En el post del 7 de julio, continuando con la reflexión sobre esta temática, el Obispo de Minas citó a Quinto Septimio Florente Tertuliano, uno de los mayores teólogos de la primitiva Iglesia, quien sostuvo que “los que detestan la religión cristiana la aborrecen porque no la conocen, e injustamente la persiguen los que mientras la ignoran la aborrecen”.

“Ya en 1979, en México, Juan Pablo II pedía a los católicos la plena coherencia de vuestra vida con vuestra pertenencia a la Iglesia. Esa coherencia significa tener conciencia de la propia identidad de católicos y manifestarla, con total respeto, pero sin vacilaciones ni temores”, concluyó.

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SALTO. LAS AGUAS BAJAN TURBIAS (3)

Este 5 de julio permítanme apartarme del estilo habitual de estos audios, para referirme a lo que ha sucedido en Salto. La directora de un liceo público autorizó a un grupo de madres a dar un taller sobre sexualidad a alumnos de quinto y sexto año de secundaria. Lo hicieron porque están preocupadas, ya que en la formación que reciben en el liceo los chicos y chicas, no se contempla la dimensión afectiva de la persona, sino solamente la cuestión biológica. Naturalmente, en el taller salió el tema del aborto, pero no fue el tema central.

En un comunicado del grupo de madres, se explica que en ningún momento de habló de religión; quedó claro que se hablaba desde la Biología y desde una perspectiva humanística. Los estudiantes aplaudieron entusiasmados al final de las exposiciones. Algunos pidieron más información y se les dio un folleto sobre el tema, que tenía una imagen de la Virgen. También, a los que lo solicitaron, se les dio una maqueta en yeso de un feto de 10 semanas, similar a las que hay en las salas de ciencias.

El caso es que a una diputada del MPP le faltó tiempo para denunciar una violación de la LAICIDAD y, con una velocidad desacostumbrada, los responsables de la educación suspendieron a la Directora del cargo, la separaron con 50% de su sueldo y abrieron una investigación que puede durar hasta 6 meses.

¿Qué es lo que está pasando aquí? Está pasando lo mismo que en otros países del mundo, en los que se verifica una embestida contra la FAMILIA y contra la IGLESIA, porque enseña y defiende el MATRIMONIO, tal y como ha sido querido por Dios desde la creación del mundo.

La reacción contra la Directora del Liceo pienso que es un claro aviso: si alguien no está de acuerdo con la ideología dominante, aténgase a las consecuencias.

Hace muchos siglos se escribió el Salmo número dos de la Sagrada Escritura, que se verifica al pie de la letra: ¿Por qué se han amotinado las naciones, y los pueblos meditaron cosas vanas? Se han levantado los reyes de la tierra, y se han reunido los príncipes contra el Señor y contra su cristo.«Rompamos, dijeron, sus ataduras, y sacudamos lejos de nosotros su yugo».

De hecho, está planteada una guerra: la CULTURA DE LA MUERTE contra la CULTURA DE LA VIDA, de la que habló extensamente el Papa San Juan Pablo II en su encíclica EL EVANGELIO DE LA VIDA. Es también la cultura de la muerte de Dios contra la fe: la negativa a la imagen de la Virgen en la rambla de Montevideo, aprobada por disciplina partidaria, es una batalla más.

Tenemos legalizado el aborto en nuestro país: De enero a septiembre de 2013 los abortos fueron 5.113, en el mismo período de 2014 fueron 6.329 y los datos de 2016 constatan que fueron 9.000.

Pienso que nadie puede abstenerse en esta lucha: estudiando las cosas con serenidad, escuchando con atención, hablando con claridad, rezando con intensidad.

 

SALTO. LAS AGUAS BAJAN TURBIAS (2)

Ayer, comentando lo que pasó con la Directora del liceo de Salto, dije que lo sucedido es un ejemplo de lo que está pasando hoy en muchos lugares del mundo: es el cumplimiento del Salmo número 2 y, más aún, de lo que el mismo Jesús anunció: “si a mí me persiguieron, también los perseguirán a ustedes” (Juan 15, 20).

Pienso que es importante caer en la cuenta de esta realidad, de la que habló extensamente Juan Pablo II, especialmente en la encíclica El Evangelio de la Vida, y no digamos Benedicto XVI, en numerosas ocasiones: él fue quien acuñó la expresión DICTADURA DEL RELATIVISMO, bajo la cual vive hoy buena parte del mundo occidental. También, por supuesto, el Papa Francisco se ha referido no poco a este estado de cosas.

La pregunta que seguramente salta es: ¿qué hay que hacer en estas circunstancias? No hay una única respuesta, es un tema abierto… Pero la historia de la Iglesia es gran maestra. Quiero remontarme al primer momento de su historia, para encontrar ahí a San Ignacio de Antioquía, que nació en el año 34 a.c. y murió mártir en el año 107.

San Ignacio de Antioquía fue discípulo directo de San Pablo y San Juan; fue el segundo sucesor de san Pedro en el gobierno de la Iglesia de Antioquía. En tiempos del emperador Trajano, Ignacio es condenado a morir devorado por las fieras, y lo llevan a Roma. Durante el viaje escribió siete cartas, dirigidas a varias Iglesias, en las que trata sabiamente de Jesucristo, de la constitución de la Iglesia y de la vida cristiana.

Concretamente, en la carta que escribe a los romanos, San Ignacio dice algo que clarifica la respuesta de la que hablábamos. Escribió: Lo que necesita el cristiano, cuando es odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de alma.

El santo obispo está hablando de una virtud muy importante, la magnanimidad, el ánimo grande, la grandeza de alma. La magnanimidad es tener una disposición habitual para dar más allá de lo que se considera normal, de entregarse hasta las últimas consecuencias, de emprender sin miedo, de avanzar pese a cualquier adversidad.

En un artículo de Hugo Tagle leí lo siguiente: En el momento que vivimos estamos propensos a conformarnos con lo que somos: más calculadores que generosos, orientando nuestros esfuerzos a la adquisición de bienes materiales. Para lograr esto no hace falta magnanimidad porque la ambición es suficiente. Un ánimo grande se caracteriza por la búsqueda de la perfección como ser humano y la entrega total para servir desinteresadamente.

Un ánimo grande aleja la envidia y el resentimiento; supera el temor a ser criticado por hacer algo que considera bueno; tiene la capacidad de afrontar grandes retos con paciencia y perseverancia.

Los dejo por hoy, seguimos mañana.

 

SALTO. LAS AGUAS BAJAN TURBIAS (y 3)

Ayer comenté algo de lo que escribió San Ignacio de Antioquía, en el primer tiempo del cristianismo: Lo que necesita el cristiano, cuando es odiado por el mundo, no son palabras persuasivas, sino grandeza de alma.

De aquí concluíamos en la necesidad de cultivar la virtud de la magnanimidad, es decir, la grandeza de alma. Hoy quiero traer otro ejemplo de aquel primer tiempo de la Iglesia, que en muchos aspectos se está repitiendo hoy.

Me refiero a Quinto Septimio Florente Tertuliano, más conocido simplemente como Tertuliano, en la  segunda mitad del siglo II y primera del siglo tercero. Nació, vivió y murió en Cartago, en la actual Túnez. Fue uno de los mayores teólogos de la primitiva Iglesia. Escribió muchos libros. Uno de ellos es el APOLOGÉTICO. En un tiempo en el que se perseguía al cristianismo desde el estado y los cristianos estaban en boca de todo el mundo por su modo de vivir, Tertuliano hace la apología de la nueva religión, la defiende con fuertes argumentos. En un momento escribe: los que detestan la religión cristiana la aborrecen porque no la conocen, e injustamente la persiguen los que mientras la ignoran la aborrecen.

Pienso que es necesario tener muy en cuenta estas palabras. Hablaba de magnanimidad. En el contexto en el que estamos, esto significa dos cosas: la primera, que debemos cultivar la suficiente grandeza de alma para aceptar serenamente que haya personas a las que les choque lo que enseña la Iglesia en materia moral y, más en concreto, en lo que se refiere a la moral sexual. Por ejemplo: que defina al matrimonio como la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, y abierto a la procreación; en consecuencia, que no acepte las relaciones homosexuales y extra matrimoniales; que defienda el valor de la vida humana desde su concepción hasta la muerte y, en consecuencia, que diga NO al aborto y a la eutanasia; etcétera.

La segunda expresión de la magnanimidad, en nuestra sociedad plural, puede ser dejar de lado los respetos humanos y, reclamando el respeto democrático de todas las opiniones, que sepamos explicar los motivos por los que uno intenta vivir en cristiano. (Ciertamente, como ya advertía también Tertuliano, todos sabemos que no es extraordinario el caso del que ignorando ciegamente, censura al que sabe la religión que profesa; hay quienes quieren ignorar, porque les domina el aborrecer. Pero hay muchas otras personas que, lealmente, quieren conocer mejor la fe de la Iglesia).

Ya en 1979, en México, Juan Pablo II pedía a los católicos la plena coherencia de vuestra vida con vuestra pertenencia a la Iglesia. Esa coherencia significa tener conciencia de la propia identidad de católicos y manifestarla, con total respeto, pero sin vacilaciones ni temores. Y agregó con toda verdad: Pertenecer a la Iglesia, vivir en la Iglesia, ser Iglesia es hoy algo muy exigente. Tal vez no cueste la persecución clara y directa, pero podrá costar el desprecio, la indiferencia, la marginación. Es entonces fácil y frecuente el peligro del miedo, del cansancio, de la inseguridad. No os dejéis vencer por estas tentaciones. No dejéis desvanecerse por alguno de estos sentimientos el vigor y la energía espiritual de vuestro “ser Iglesia”, esa gracia que hay que pedir y estar prontos a recibirla con una gran pobreza interior, y que hay que comenzar a vivirla cada mañana. Y cada día con mayor fervor e intensidad.