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Mons. Daniel Sturla: “¡No puede ser, a mí nadie me avisó nada!”

By 06/02/2015febrero 13th, 2015No Comments

Sturla mision

El 4 de febrero se cumplió un mes del día en que sorpresivamente el Papa Francisco anunció al mundo directamente, desde la Plaza de san Pedro, sin mediación alguna ni previo aviso, la creación de 20 nuevos Cardenales, entre ellos el Arzobispo de Montevideo, Mons. Daniel Sturla sdb, quien se transformará en el segundo Cardenal más joven del mundo. El Arzobispo será creado Cardenal en una celebración que tendrá lugar en Roma el próximo 14 de Febrero, en el marco del Consistorio convocado por el Santo Padre. 

Compartimos la crónica publicada en el Quincenario “Entre Todos” Nº 346

“¡No puede ser, a mí nadie me avisó nada!”

El domingo 11, en su audición dominical “La alegría del evangelio”, Mons. Daniel pudo conversar distendidamente con Sebastián Sicca, y contar cómo recibió la noticia de su nombramiento una semana antes, al salir precisamente de este mismo programa, en qué cambia su vida desde ahora en adelante, qué tareas le esperan como cardenal, su próximo encuentro con el Santo Padre…

– Daniel, esta semana tuvimos un sacudón en nuestra Iglesia… El domingo pasado, habiendo salido de este programa de los estudios de Radio Oriental, mientras te dirigías hacia la Curia, recibiste una llamada de teléfono…

– Exacto, Seba. Yo estaba muy tranqui… Habíamos venido [a la radio] con dos chicos de la misión en la que yo estaba, en Jardines del Hipódromo, para comentar de qué se trataba la misión, qué estábamos haciendo. Tenía la misa en la catedral, así que cuando me dirigía hacia la Curia, acá dando vueltita nomás después de la radio, fue que recibí el llamado del P. Gonzalo Aemilius, que me decía: «Daniel, el Papa te acaba de nombrar cardenal, estoy acá en la Plaza de San Pedro». Yo le decía: «¡no puede ser, a mí nadie me avisó nada!». «Pero, Daniel, el Papa te nombró». «Bueno, ¿pero cómo puede ser esto…?», «bueno, pero el Papa te acaba de nombrar, ¡felicitaciones, un abrazo!…». Me quedé… sí… bastante impactado. Cortó la llamada y en eso me caen dos mensajitos de un salesiano y de un joven que estaban allá en la Plaza de San Pedro también, diciendo: «¡qué emoción, Daniel, el Papa te nombró cardenal…!». Bueno, así que… ¡tuve que creerlo!


– Yo tuve la gracia de poderte acompañar en ese ratito… Fuimos hasta la curia a acompañarte y a agradecer al Señor. Contanos un poquito qué significa esto de ser cardenal… ¿qué vas a hacer?

– Ante todo, los cardenales pertenecen al clero de Roma. Y tienen como una misión, ya desde el siglo XI o XII, que es la elección del Papa cuando este fallece o renuncia. Podemos decir que esta es la función más importante del cardenal. Uno dirá, «bueno, pero eso pasa cada muchos años»; bien, pero es tan importante para la madre Iglesia la elección del sucesor de Pedro, que hay un Colegio, un grupo de personas que está con esta tarea como misión principal. Hay una tarea también de acompañar al Santo Padre de lo que es su misión de gobernar la Iglesia, asesorándolo al ser consultados por él. El Papa reúne este Colegio de Cardenales en lo que se llama el Consistorio, que puede ser público o privado. Allí el Papa con los cardenales abordan distintos temas que hacen a la vida de la Iglesia. Por ejemplo, el Papa convocó ahora un consistorio de cardenales en torno a la creación de los nuevos cardenales, que será el 14 de febrero, un consistorio para tratar el tema de la reforma de la curia romana, que es un tema en el cual el Papa está implicado junto con un grupo de 8 cardenales que él designó de diversas partes del mundo para estudiar esta problemática. O sea que, básicamente: elección del Papa y ayudar, asesorar, acompañar, aconsejar al Papa en el gobierno de la Iglesia.


– Esta misión que tenés ahora como cardenal ¿supone que te vayas a Roma?

– Muchas gente me ha preguntado, ¿te vas a Roma, te nos vas? No, no. Yo sigo siendo arzobispo de Montevideo. Mi lugar de residencia será la calle Treinta y Tres 1368 entre Sarandí y Rincón, es decir, en el corazón de la Ciudad Vieja, atrás de la Catedral. Yo quedo como arzobispo de Montevideo. Únicamente tendré que ir, cuando el Papa convoca, a estas reuniones que se llaman consistorios, o eventualmente el Papa puede nombrar algunos cardenales para integrar algunas comisiones de los distintos «dicasterios» del Vaticano –los dicasterios son como si dijéramos «el ministerio» (…), o también se llaman congregaciones o comisiones diversas-. Hay cardenales que integran comisiones que asesoran a esos dicasterios. Esto es también una facultad del Santo Padre de pedirle a un cardenal que integre una de estas comisiones. Pero eso significará, en todo caso, un viaje a Roma al año, supongo, para participar de estas reuniones. O sea que, en definitiva, si bien hay un poco más de trabajo, digamos así, desde el punto de vista de la tarea, mi misión principal y más importante es seguir siendo arzobispo de Montevideo, gracias a Dios en esta ciudad que amo, que es la mía; gracias a Dios, también, bien rodeado por gente buena, por un clero que es trabajador, responsable, por la vida religiosa, consagrada, por laicos comprometidos, y con un obispo auxiliar que es un tesoro, como es monseñor Milton Tróccoli. Así que seguiremos si Dios quiere, y hasta que él quiera, como arzobispo de Montevideo.

 

– Nos comentabas que el 14 de febrero te reunías con el Papa. ¿Cómo será la celebración que te espera en Roma?

-(…) Muchas cosas no las sé. Sí sé que el Papa convocó un consistorio –o sea, esta reunión de cardenales, de todos los cardenales del mundo- para el 12 y 13 de febrero; que el 14 de febrero es la celebración donde se da lo que se llama la creación de los nuevos cardenales, y que el 15 de febrero hay una misa concelebrada en San Pedro del Papa con los 20 nuevos cardenales que él ha creado. Eso es lo que sí sé. No tengo ni horarios, ni sé cómo es la celebración, la verdad no tengo detalles. El Papa entrega a los cardenales, en la celebración del 14, la birreta –especie de gorro rojo-, que es un distintivo de los cardenales; me han dicho que también un anillo de cardenal que el Papa obsequia a los cardenales y que él lo pone en ese día. Y también el Papa suele dar, o da, a los cardenales, el título de una iglesia de Roma, porque como los cardenales integran el clero de la ciudad de Roma, son como titulares, digamos así, de una parroquia romana. Como si dijéramos –igual continúa su párroco, etc.- «cardenal titular de tal parroquia» de Roma. De este modo hay como una unidad, digamos así, entre los cardenales del mundo y la sede romana a través de su participación de ese clero de la ciudad de Roma. Un caso muy particular, es interesante también comentarlo, cuando el Papa hace cardenal a un patriarca de las iglesias orientales católicas unidas a Pedro, a él no le da el título de una iglesia romana, sino que mantiene el título de la Iglesia particular de la que es obispo.


– ¿Tendremos alguna celebración en Montevideo para dar gracias a Dios a tu regreso?

– Sí, sin duda. Ya Mons. Milton Tróccoli, el obispo auxiliar, se está moviendo para que tengamos todos la posibilidad de un encuentro arquidiocesano y de la Iglesia en el Uruguay para dar gracias a Dios por este regalo que el Papa Francisco ha hecho a la Iglesia en el Uruguay. Porque yo lo quiero decir con toda transparencia y sinceridad, yo llevo solamente 10 meses de arzobispo de Montevideo; ha habido obispos que me precedieron sin duda con mucho mayor entrega y tiempo y capacidades, etc… O sea, este nombramiento hay que verlo como algo que no está tan relacionado con mi persona sino con la Iglesia en el Uruguay. La Iglesia en el Uruguay, a mí me gusta decirlo, con todo cariño, es una iglesia pobre, porque es austera, porque no tiene muchos recursos, también porque ha sido de algún modo un poquito arrinconada en nuestro país por una secularización muy fuerte. Iglesia pobre y libre. ¡Qué lindo que es que nosotros sintamos la libertad, don de Dios, como una realidad de nuestra Iglesia! Pero también es una Iglesia rica de fe y misionera. No hemos tenido privilegios en este Uruguay querido, más bien muchas veces el ser católico ha sido parte de una cierta discriminación. Quizás esto hoy no se vive tanto, o es una discriminación muy solapada, pero ser católicos en el Uruguay ha implicado una cierta discriminación, y lo digo también con conocimiento de causa de otras épocas, donde el ser católico no era un elemento a favor sino en contra, para, en determinadas instituciones estatales poder ir ascendiendo… en jerarquía, digamos así. Bueno, yo creo que estas son cosas de un pasado que fue medio duro para la Iglesia en el Uruguay, aunque se hizo con mucha inteligencia. Ahora estamos en otra etapa de la vida, estamos en una etapa de la historia del Uruguay donde miramos para adelante en esta sociedad plural y laica, pero donde la Iglesia con clara identidad católica tiene que decir su palabra, anunciar a Jesucristo –para ello está- con la convicción más profunda que al anunciar a Cristo estamos haciendo el servicio más grande que podemos hacer a toda persona humana, estamos dándole un derecho, porque las personas tienen derecho a Cristo, y nosotros queremos anunciarles el gozo de conocerlo. Es lo más grande que puede pasar en la vida de una persona: conocer a Jesucristo, saberse salvados por él, amados por el Padre, poder experimentar el don, la acción del Espíritu Santo, integrarse a la comunidad Iglesia, y llenar la vida de sentido: saber para qué estoy, hacia dónde voy, qué sentido tiene mi vida (…).

– La Iglesia está dando testimonio de esa realidad. Anunciar sin miedo, compartir con el otro lo que vivimos…

-Eso es fundamental. Quizá porque muchas veces nos hemos sentido un poco discriminados, o porque muchas veces hay una mirada… El P. Miguel Barriola, un gran profesor que yo he tenido de biblia, tenía expresiones estupendas. Está ahora en el Uruguay, tomándose unos días de descanso… ¡Gran biblista! Un uruguayo que ha integrado la Pontificia Comisión Bíblica en la Santa Sede, una cuestión de lo más destacada. (…) Este profesor, además de toda su sabiduría bíblica, tenía un gran gracejo en muchas cosas.. ¿Tenía? ¡Tiene! Lo que pasa es que hace mucho que no lo tengo de profe. Él decía a veces: «con esa sonrisa perdonavidas». Yo creo que a veces los católicos somos mirados con una cierta sonrisa perdonavidas de la otra parte, y eso muchas veces nos ha achicado. Pero, ¿cómo nos podemos achicar si tenemos adentro un fuego que arde que es el del Espíritu Santo, que arde y que nos impulsa a la misión, a anunciar lo más grande que tenemos? Entonces, sin duda tenemos que asumir esta audacia de evangelizadores que nos lleve en todo momento, en todo lugar, con todo respeto, sin duda, y muy conscientes de la sociedad plural en la que vivimos –o sea, no queremos ni imponer nada, no queremos hacer un proselitismo barato entre comillas- a anunciar con claridad con nuestro testimonio y también con nuestra palabra, cuando esta palabra sea oportuna y pueda ser por tanto eficaz.

– El domingo estábamos a media misión en el barrio de Flor de Maroñas…

– ¡Jardines del Hipódromo! ¡No hay que confundirse!

– ¡Jardines del Hipódromo! ¿Cómo culminó la misión?

– Bueno, para mí todo es providencia de Dios, ¿verdad? También el hecho de que haya recibido este nombramiento por parte del Santo Padre estando en una misión en un barrio popular con jóvenes, fue un don de Dios. Y cuando tú estabas ahí, Seba, en casa, en la curia, cuando estábamos procesando el tema… y algunos me decían: tenés que quedarte acá, tenés que recibir mensajes, te van a llamar por teléfono… Y yo sentí como un impulso interior que me decía: yo vuelvo a la misión, yo vuelvo a la misión. Lo único que tenía claro en esos días era querer volver a la misión.