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Mons. Cotugno: “Todos tenemos la misma dignidad y el mismo deber de evangelizar”

By 11/07/2013julio 19th, 2013No Comments

El viernes 28 de junio, en las vísperas de la Solemnidad de los Apóstoles Pedro y Pablo, el Arzobispo de Montevideo, Mons. Nicolás Cotugno, presidió la Eucaristía dando gracias a Dios también por el Papa Francisco, siendo este día también el “día del Papa”.

El Arzobispo comenzó diciendo: “Hoy celebramos ese regalo que el Señor ha hecho a la Iglesia y a la humanidad: Pedro. La piedra sobre la que Jesús edificó la Iglesia, y la sigue edificando. Porque la Iglesia no es nuestra, sino de Jesús”.

“A partir de la Palabra de Dios, constatamos que Pedro y Juan yendo al templo se encuentran con el paralítico y le dicen: ‘No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy: en el nombre de Jesús de Nazareth levántate y camina’. ¿Cuál es la riqueza de la Iglesia? La riqueza de la Iglesia es Jesucristo resucitado”.

Y prosiguió: “Mirando a los Apóstoles y a sus sucesores, hoy decimos con renovada fe: ‘Lo que tengo te lo doy: Jesucristo Resucitado’ y ojalá podamos ser como la mano de Pedro que tocando al hombre pobre, necesitado, postrado, al hombre creatura y que en este servicio del ministerio apostólico y de todo el ministerio de la Iglesia como sacramento de salvación, entregar su gracia, su vida y riqueza: Jesucristo”. El Arzobispo, retomando la segunda lectura de la solemnidad remarcó la figura de Pablo Apóstol el ícono más fuerte de lo que es la misión evangelizadora de la Iglesia, a partir del cual también podemos comprender hoy la necesidad de la comunión con Pedro, de la unidad de la Iglesia para el testimonio creíble de la evangelización. “Que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21).

Continuó comentando la celebración en Roma y las palabras del Papa Francisco a propósito de la unidad de la Iglesia: “El Papa Francisco habiendo insistido en la Colegialidad y la Sinodalidad de la Iglesia, en el encuentro ecuménico que siempre se realiza en esta solemnidad desde 1969, se despidió de la delegación ecuménica invocando la intercesión de los apóstoles Pedro y Pablo patronos de Roma, y del Apóstol San Andrés patrono de la Iglesia de Constantinopla, por las necesidades de todos los fieles, de los más pobres y especialmente por los que son perseguidos injustamente por razón de su fe”.

Al comentar el Evangelio, el Arzobispo se concentró en el diálogo de Jesús con Pedro, afirmando que solo es posible amar si reconocemos nuestra debilidad: “Somos evangelizados que evangelizan, y evangelizamos antes que nada con el testimonio de nuestra vida”.

Citando al Papa Francisco insistió en la igualdad entre todos los cristianos: “Ninguno es inútil en la Iglesia, todos somos necesarios para construir este templo… todos somos iguales ante los ojos de Dios”.

“Todos tenemos la misma dignidad, y todos el mismo deber de evangelizar. Todos los bautizados tenemos la misma urgencia de evangelizar…  Si bien cada uno tiene un modo distinto de evangelizar, todos tenemos que hacerlo”, enfatizó.

Comentando los desafíos enormes que la Iglesia de hoy está llamada a asumir en su misión evangelizadora, el Arzobispo citó un texto del entonces teólogo Joseph Ratzinger en la Navidad de 1969 hablando de la Iglesia de los años 2000: “De la crisis de hoy saldrá mañana una iglesia que habrá perdido mucho. Ella se volverá más pequeña, tendrá que recomenzar todo desde cero. Ya no podrá llenar muchos de los edificios que había levantado en el período de la alta coyuntura. Además de perder adherentes numéricamente, perderá también sus privilegios en la sociedad. Será una iglesia interiorizada que no se ufana de su mandato político y que no flirtea ni con la izquierda, ni con la derecha. Hará esto con fatiga, en efecto el proceso de la clarificación y la cristalización costará algunas fuerzas buenas. La hará pobre, la hará una iglesia de los pequeños. Ciertamente ya no será la fuerza dominante de la sociedad, en la medida en que lo fue hasta hace poco tiempo. Pero la Iglesia conocerá un nuevo florecimiento y aparecerá delante de los hombres, como la patria que les da vida y esperanza más allá de la muerte”.

“El Papa Benedicto en su ministerio intentó dar una respuesta a esta constatación, con una valentía sin precedentes”. Al finalizar la homilía el Arzobispo invitó a rezar por el Papa Francisco y por toda la Iglesia: “el Papa Francisco nos regala hoy un testimonio de conducir a la Iglesia que a todos nos llena de esperanza. Le pedimos al Señor hoy por el Papa Francisco para que lo siga colmando con los dones de su Espíritu y siga guiándonos para estar como Iglesia en el mundo haciendo lo que Jesús quiere”.

“Pedimos especialmente por él para que la modalidad del ejercicio del ministerio cetrino nos pueda conducir a esa unidad de la Iglesia que es tan necesaria y que nos regale también a nosotros el querer superar todo lo que es fruto de nuestra debilidad. Y nosotros siendo perdonados por Dios le gritamos al Señor: ‘Te amo’ como Pedro. Que como Pablo seamos una Iglesia en permanente estado de  misión, como sal de la tierra y luz del mundo. Somos la Iglesia de Cristo que quiere vivir su mandamiento: ‘Ámense los unos a los otros como yo los he amado’. Nos encomendamos a aquella que es la Reina de los Apóstoles, que todo lo que es y lo que hace e hizo es por obra del Espíritu Santo. Madre de Jesús y Madre de la Iglesia nos haga a todos discípulos misioneros, para que todos nuestros hermanos tengan vida y la tengan en abundancia. Amén”, concluyó Mons. Cotugno.

Fuente: Quincenario «Entre Todos»  N° 308