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Mons. Bodeant participó en México del Encuentro sobre la Nueva Evangelización en América organizado por la CAL

By 21/11/2013noviembre 29th, 2013No Comments

Con la asistencia de seiscientos participantes,  entre ellos Mons. Heriberto Bodeant (Obispo de Melo), del 16 al 19 de noviembre se desarrolló en el auditorio del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Ciudad de México, el Encuentro y Peregrinación “Nuestra Señora de Guadalupe: Estrella de la Nueva Evangelización en el Continente Americano”.

La ceremonia de inauguración fue precedida por la Entronización de la Sagrada Imagen de la Virgen de Guadalupe, que partió en procesión desde la primera Ermita o Antigua parroquia de indios, el mismo lugar donde la Virgen se apareció 482 años atrás a san Juan Diego.

Ambas imágenes, el de la Mensajera y el del vidente, que ingresaron en un mar de banderas del mundo entero y al ritmo del cántico “La Guadalupana”, fueron dispuestas en el estrado principal para presidir estos cuatro días de “trabajo, reflexión y oración”, como lo describió durante el saludo de inauguración el doctor Guzmán Carriquiry, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, organizadora del evento junto a los Caballeros de Colón, la Basílica de Guadalupe y el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos.

Un nuevo impulso evangelizador

Durante el  acto inicial, el cardenal Norberto Rivera, arzobispo de Ciudad de México, dio la bienvenida a los visitantes y destacó la figura de la Virgen de Guadalupe, como “el corazón del continente americano”.

Es desde allí, dijo, donde la Iglesia encuentra un impulso para los retos que le plantea laMisiónContinental como respuesta a la Nueva Evangelización impulsada por los últimos pontífices.

Invitó a poner todos los talentos para la construcción de una civilización del amor que defienda la vida y llene de fe y esperanza al continente americano, con una atención a los más pobres.

Raíces profundas en el creyente

En su intervención inaugural, el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontifica Comisión para América Latina, invitó a vivir el Encuentro en una “actitud de peregrinos”, el cual, al estar enmarcado en pontificado del papa Francisco, primer papa latinoamericano, exige a todos a vivir la propia vocación en “relación con las comunidades cristianas, con los pobres, en el diálogo ecuménico y con los más alejados”.

Advirtió que estos últimos tienen una imagen de la Iglesia como “fría, autorreferencial y con un lenguaje rígido”. En este sentido, invitó a “esperar y acompañar” el proceso de la fe, que en algunos casos tiene una propuesta al cristiano durante la infancia, pero no así en su adultez.

Por ello insistió en la necesidad de trabajar con “entusiasmo y una atracción irradiante”, que deje raíces profundas en la vida de la gente.

Antes de dar paso al saludo audiovisual enviado por el santo padre, el cardenal Ouellet reveló que al final del Año de la fe, el papa Francisco ofrecería al mundo un breve documento sobre la evangelización en el mundo moderno.

También adelantó que él mismo trajo en el viaje “con temor y temblor”, una Rosa de oro, como una muestra de devoción filial del papa a la Virgen de Guadalupe.

Mensaje del Santo Padre: No abandonar a nadie

El Santo Padre quiso estar presente en el evento mariano a través de un mensaje audiovisual grabado en su despacho del Palacio Vaticano, durante el cual recordó que la actitud misionera de la Iglesia debe ser “el paradigma de toda su acción pastoral”.

Exhortó a los participantes a vivir en intimidad con Jesús, lo que lleva al cristiano a “salir más allá y no estar satisfecho con lo logrado”, dado que esto –advirtió–, “enferma, empacha y debilita”  a la Iglesia.

En otro momento de su mensaje, pidió “no abandonar a nadie”, sino por el contrario llevar la misericordia de Dios a todos, de forma gradual, “sin reproches o quejas sino con paciencia”.

“Hay que cuidar el trigo, sin perder la paz por la cizaña”, dijo el papa, para lo cual debe privilegiarse la presentación creativa de lo que es más importante: “la belleza de Cristo”.

Hizo un llamado especial a los obispos a conducir a la grey encomendada no como “príncipes” o mediante actos administrativos o de disciplina, sino “con paciencia, ternura y misericordia”, actitudes todas que crean un encuentro con la gente. También recordó a los presbíteros que el clericalismo hace daño a la Iglesia, pues “es autorreferencial” y “no permite madurar al laicado”.

Invocó a los religiosos “a ser fieles al carisma recibido” con “fidelidad creativa” por el don recibido, que hoy responde a una auténtica “actitud profética”.

El papa Francisco finalizó su intervención con palabras de esperanza, de que “también en invierno pueden brotar rosas”, en una hermosa alegoría al prodigio de Guadalupe, recordando a los presentes que “nosotros como Jesús, tenemos la misma Madre”.

Durante los días importantes expertos tuvieron a su cargo  las conferencias que estarán brevemente a disposición de los interesados en el sitio web de la CAL  (http://www.americalatina.va/content/americalatina.html)

Sentido homenaje del cardenal Marc Ouellet en la Vigilia Mariana

En la última noche del Encuentro y Peregrinación “Nuestra Señora de Guadalupe: Estrella de la Nueva Evangelización en el Continente Americano”, los asistentes al evento se congregaron en la Basílica de Guadalupe para reflexionar, orar y rendirle un filial homenaje a la Virgen María, quien los convocó y congregó durante estos días en México DF.

Durante el acto, el cardenal Marc Ouellet entregó al arzobispo de Ciudad de México, cardenal Norberto Rivera, la “Rosa de Oro” enviada por el papa Francisco como un signo de reconocimiento al gran prodigio obrado por Dios a través de la tilma impresa con la figura de María, y que se conserva en dicho santuario mexicano para la veneración de los fieles.

María invita a amar y salir

Durante el denominado “Homenaje a Nuestra Señora de Guadalupe”, el cardenal Ouellet presentó a los asistentes venidos de todo América, “movidos por el soplo misionero que el Concilio Vaticano II despertó, y que el Sínodo Ecclesia in America y (la Conferencia) de Aparecida intensificaron en el continente”.

Con palabras llenas de admiración y dulzura la llenó de halagos. “La flor más bella, la armonía de todas las melodías y la fragancia de todos los perfumes” fueron algunas de las palabras que resonaron en el Santuario mariano de América, que alberga el manto prodigioso impreso en el Tepeyac.

Gracias a este anuncio al humilde Juan Diego –continuó–, “toda América disipó las tinieblas de la ignorancia, de la superstición y del miedo”.

Dicha aparición, recordó el cardenal Ouellet, “fue el preludio de una sinfonía de manifestaciones en el continente”, nombrando entre otras, a Santa María la Antigua en Panamá, Nuestra Señora de Luján en Argentina, Notre-Dame du Cap en Canadá o Nostra Signora do Aparecida en Brasil.

Reconoció, en nombre de todos, que si bien cada uno ha tenido un encuentro con la Madre de Dios, aún “damos rodeos, evitándote a causa de nuestras preocupaciones y faltas”. A pesar de ello, manifestó la disposición de todos “a abrazar la misión” hoy confiada en tierra americana.

Y aseguró que una nueva visita de María en el corazón de cada cristiano, “es una invitación a la conversión, a vivir la caridad más ardiente, sobre todo hacia los más necesitados, a quien pide amar sin cálculos ni condiciones”.

En sus palabras dirigidas a la Virgen, invitó a los obispos a vivir con “emoción, entusiasmo  y ardor” el deseo de evangelizar” y de construir una Iglesia “que una a los hijos de Dios en una sola familia, alrededor de una misma mesa”.

El presidente de la Pontificia Comisión para América Latina terminó el Homenaje con una súplica a la Guadalupana: “pidamos a Dios que aumente nuestra fe, la purifique, la fortalezca, la haga más radiante, para que el mundo crea en el nombre de Jesús”.

Finalizada la Vigilia mariana, los participantes elevaron oraciones a la Virgen María, las cuales fueron escritas en las últimas décadas por los últimos papas desde Pío X hasta Francisco.

Jornada conclusiva

En la jornada conclusiva del Encuentro los participantes recibieron nuevos comentarios y líneas de trabajo a cargo de cuatro altos prelados, quienes expusieron sus experiencias y reflexiones.

Las intervenciones finales estuvieron a cargo del arzobispo de Gatineau, Paul-André Durocher, presidente de la Conferencia Episcopal del Canadá; Carlos Aguiar, arzobispo de Tlanepantla y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano; Joseph Edward Kurtz, arzobispo de Luoisville y presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos, y Leonardo Ulrich Steiner, OFM, obispo auxiliar de Brasilia y secretario general de la Conferencia Nacional de Obispos del Brasil.

Canadá 

Durante su intervención, monseñor Durocher detalló los grandes desafíos que plantea la realidad canadiense, entre las que se destaca el trabajo con la población nativa, ubicada en áreas remotas y con altos niveles de pobreza, hacia quienes se acerca la Iglesia en un espíritu de reconciliación por haber separado antiguamente a las familias, con el fin de integrar a los niños a la cultura moderna.

Por otro lado está la situación del mundo rural, que abarca a cerca del 20% de la población, especialmente agrícola. “Esta realidad corre el riesgo de desaparecer”, advirtió, por el ingreso de las técnicas industrializadas y la emigración de los jóvenes.

Ante esto, la Iglesia se siente exigida “a cubrir territorios más extensos, a fusionar parroquias y a salir de las estructuras tradicionales para ir hacia los otros en un espíritu de colaboración”.

Identificó también otro desafío como son los centros urbanos, entre las que mencionó a las ciudades de Montreal, Toronto y Vancouver, “que vienen cambiando con el progreso, la migración y la diversidad”. Explicó que más de la mitad de los pobladores de Toronto no nació en Canadá, y que muchos provienen de países donde la Iglesia católica es fuerte y comprometida con el Evangelio.

Hay ciudades donde se alcanza a celebrar misas en cincuenta idiomas, la mayoría asiáticas, “lo que cambia el rostro del catolicismo y la forma de organizar la evangelización”, declaró.

Ante esto, y en ciudades como Quebec donde la ola de secularización solo acepta a Dios como invitado, “la clave es la relación profunda con Cristo, y una relación sólida y duradera con otros discípulos que permita crecer en la fe”, concluyó.

Estados Unidos

Por su parte, monseñor Kurtz invitó a los presentes a observar la realidad con la mirada de Jesús.

Esto permitirá ver de modo diferente algunas cifras, como las que muestran que el 23% de los católicos en Estados Unidos participan de la eucaristía dominical semanal, pero a la vez un 77% de este porcentaje se siente orgulloso de ser católico, y quiere ser identificado con Cristo y con la Iglesia.

“Hay una sed de Cristo, los adultos jóvenes quieren algo más, y se les debe dar la bienvenida, recibirlos con el obsequio que es Cristo”, dijo.

Explicó que este interés por pertenecer, por ser amados, y por querer formar parte de una familia, “es el motor del mundo y de la historia, porque se puede experimentar desde allí el amor de Cristo”.

CELAM

En su turno, monseñor Carlos Aguiar explicó que las conferencias generales del Episcopado Latinoamericano “fueron una respuesta al Concilio Vaticano II”. Es en los documentos que emanaron del Concilio, como la Dei Verbum, Sacrosanctum Concilium y Gaudium et Spes, de donde Aparecida toma sus ejes concretos para diseñar y lanzar laMisión Continental.

El presidente del CELAM identificó algunos de estos ejes en los desafíos culturales, desde los cuales la Iglesia debe “renovar y replantear la misión”.

Un segundo eje se refiere a la “Conversión pastoral”, la cual significa que “se debe creer que el Reino ya está en acto y que, al ser la Iglesia la que prolonga el dinamismo de la Encarnación, esta debe tener un cambio de actitudes, una reforma de vida”.

Por otra parte –tercer eje–, ubicó “la vida discipular”, desde donde debe promoverse la vocación a ser discípulos, a vivir una comunidad de discípulos, y a la práctica del envío (misioneros).

Es por ello que el cuarto eje corresponde a laMisióncontinental, la cual le permite a la Iglesia y a sus miembros, “dejar de ser intimistas”. Esto es, no quedarse encerrados, sino “ir y trascender hacia el otro y hacia Dios”.

Esto es algo –continuó–, “que renueva y reforma  las estructuras internas de la Iglesia, que se organiza así para servir a todos, donde lo caduco da paso a lo nuevo”.

Amplió su análisis explicando que la misión de la Iglesia se apoya en la vida interna de las conferencias episcopales, las cuales podrían tomar en cuenta algunas acciones.

Una de ellas es “recuperar la autoestima institucional”, a través del trabajo misionero. Otra podría ser “la renovación de la parroquia”, a través de pequeñas comunidades en torno a la Palabra de Dios, propiciando así “una mayor conciencia e identidad”.

A nivel diocesano, continuó, es importante “articular y coordinar la ayuda a aquellas parroquias que por sí solas no pueden renovarse”, esto a través de instancias de formación, acción en conjunto entre parroquias vecinas, “especialmente para la pastoral familiar, juvenil o social”.

Invitó también a “valorar y aprovechar la capacidades de convocatoria de la Iglesia y su influencia cultural”, algo que aún entusiasma a las personas, abriendo los espacios que aún se tienen.

Finalizó con un llamado a “salir al encuentro de la sociedad en sus diferentes sectores, allí donde los obispos pueden abrir espacios al laicado, sea en el ámbito profesional o laboral”.

Brasil

En la última intervención, el arzobispo Ulrich recorrió las diversas iniciativas de la Iglesia en el Brasil, la cual ha venido ejecutando un plan pastoral “con el fin de incentivar un proceso de conversión pastoral”, expresado esto de una manera sistemática y orgánica.

“Todas las estructuras puedan expresar la vocación misionera y estar todos en misión”, acotó.

Insistió en que la participación del laico es fundamental en esta tarea, por lo que es necesario “promover el trabajo de formación articulada, con animación y una mayor consolidación”.

“Hay que concentrarse en la misión y no ser autorreferencial”, fue su reflexión conclusiva, e invitó a convertir a la Iglesia en “servidora y samaritana”, siempre atenta a los más necesitados.

Tomado de crónicas aportadas por la CAL