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Mons. Alberto Sanguinetti evocó al Dr. Jorge Batlle por su laicidad abierta y positiva

By 04/11/2016No Comments

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El Obispo de Canelones, Mons. Alberto Sanguinetti, en el día en que se conmemoró a los Fieles Difuntos, evocó al  expresidente Jorge Batlle resaltando su concepción de laicidad abierta y positiva, “coherente con su pensamiento y su personalidad”.

En su blog  ”Amicus Sponsi” el Obispo trae a colación sus impresiones acerca de las expresiones del Dr. Batlle en ocasión de la discusión parlamentaria en torno al monumento recordatorio de la visita del Papa Juan Pablo II en Uruguay, recogidas en un artículo y libro de su autoría.

“Hay posiciones encontradas, acerca de tolerancia, laicidad y religión, desde una concepción clásica, fijista y cerrada de laicidad, hasta un concepto positivo, abierto, que acepta relecturas históricas. En este segundo grupo el Dr. Batlle desplegó su capacidad intelectual y su comprensión del alma de la nación”, subraya Mons. Sanguinetti.

En su post, a modo de “pequeño homenaje”, el Obispo recuerda que el Dr. Batlle defendía “la necesidad de que se expresen las opciones” entendiendo la laicidad “con un significado de respeto, pero no de negación, una actitud con la que y desde la que se exprese la manera de pensar”.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

EVOCANDO A JORGE BATLLE y SU LAICIDAD ABIERTA

Muchas cosas buenas, lindas y verdaderas se han dicho estos días acerca del Dr. Jorge Batlle, como persona, como político, como estadista, como pensador.

Yo quisiera agregar un granito de arena, recordando su concepción de ‘laicidad’, coherente con su pensamiento y su personalidad. Su postura fue de una laicidad abierta y positiva. Sea dicho en un sentido filosófico – de reconocimiento del valor espiritual y su importancia en la sociedad – sea en un sentido histórico – de valoración crítica de los distintos momentos – sea en una visión de la realidad de la composición de nuestra convivencia ciudadana.

Yo escribí un largo artículo analizando las actas del Parlamento en la discusión acerca del monumento de la cruz recordatoria de la visita papal. Fue publicado primeramente en la revista Soleriana, 1995, año XIX, 1-2, pp.203-239, con el título La conciencia uruguaya se confiesa ante Cristo. Discusión parlamentaria sobre la cruz del Papa. Luego formó parte del libro Alberto Sanguinetti Montero, Amor, verdad, gratuidad, Buenos Aires 1997, p.279-319, como capítulo 11, con el título más amplio Religión y laicidad a fines del siglo XX.

Allí aparecen citas de muchos parlamentarios (Los textos citados están tomados de : 1) Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, Tercer período ordinario de la XLII Legislatura, Nº 180 – Tomo 305,  (14 de mayo de 1987), p.391-433 (citamos Senadores)  2) Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, Tercer período ordinario de la XLII Legislatura, Nº 1940 – Tomo 628 (9 de junio de 1987) p.542-596; Nº 1941-Tomo 628 (10 de junio de 1987) p.614-698; (citamos Diputados).

Hay posiciones encontradas, acerca de tolerancia, laicidad y religión, desde una concepción clásica, fijista y cerrada de laicidad, hasta un concepto positivo, abierto, que acepta relecturas históricas. En este segundo grupo el Dr. Batlle desplegó su capacidad intelectual y su comprensión del alma de la nación.

Como pequeño homenaje a sus aportes en tantos órdenes de la vida, sigue a continuación lo que escribí presentando su postura en las páginas 306-309 del mencionado libro.

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El senador Batlle continúa en la línea anterior. Señala que el artículo 5º es interpretado hoy, por él y por otros, en una realidad política y social distinta del año 17. «Entiendo la laicidad de una manera distinta a como se la ha concebido en el pasado o tradicionalmente en el país»[67].

Batlle desideologiza la discusión que quería -por parte del laicismo opositor- plantearse en un nivel de principismo abstracto: identidad entre laicismo y no sostener el Estado una religión, identificado con una total prescindencia, encerrando la religión sólo en el ámbito privado, por lo cual no puede aparecer ningún  símbolo religioso determinado en la vía pública [68].

Él desideologiza: primero con un tratamiento histórico del tema. No es igual en el siglo XIX, en el año 17, y ahora. Y ve las consecuencias positivas y negativas de la solución del 17 ahora.

Desideologiza en segundo término la afirmación de que la igualdad para todas las posturas, incluidas las religiones se vea de un modo abstracto desconociendo la realidad: aquí concretamente la mayoría se reconoce en el símbolo de la cruz, porque nuestras raíces son cristianas y, aún más, una buena mayoría es católica

El reconoce la actitud que deben mantener los organismos y acciones del Estado, en cuanto no sostener religión alguna, ni estar en condición de dependencia o influencia de una determinada creencia religiosa. Pero, afirma, «ese sentimiento de laicidad, que prevalece en la vida nacional, se ha transferido o transformado en una actitud que extendida a todas las formas de la actividad no creo que haga bien ni que sea buena para ninguna sociedad”.

Y describe la situación cultural – ya no jurídica- de laicidad: «La laicidad consiste, para algunos en limitar su manera de pensar, en no exhibir su forma de sentir o de creer. En realidad, a lo largo del tiempo las filosofías que han prevalecido y las ciencias y tecnologías que las han acompañado, han transformado la laicidad en un profundo escepticismo y por ello la laicidad se ha vuelto un instrumento de carácter, digamos, negador de la fuerza espiritual, de la razón o de la raíz espiritual de cada uno de nosotros”[69]

Defiende esta postura la necesidad de que se expresen las opciones y entonces, entiende la laicidad, con un significado de respeto, pero no de negación, una actitud con la que y desde la que se exprese la manera de pensar [70].

Entonces, consecuente con su primera distinción de carácter histórico -entre su lectura actual y la del año 17 – continúa viendo el sentido histórico de lo que se debate. Más allá de la visita del Papa, la permanencia de la Cruz en ese lugar reconoce que «este es un país de origen católico, dado que esa fue nuestra primera emigración y todos nuestros héroes de la independencia profesaban esa religión».

Sitúa el liberalismo posterior no como contrario al sentimiento religioso, sino en contra de determinadas prácticas y actitudes políticas del centro de poder que representó siempre la religión católica, en el discurso político coyuntural… de forma que aún en aquello opositores decimonónicos  ve -con Octavio Paz- a participantes de una especie de ‘tibia religión filosófica de católicos disidentes’ que al final lo fuimos todos [71].

Con audacia, dentro del debate, acepta «que se trata de un homenaje a un símbolo de una religión (la cruz). Sin embargo esto no quiere decir que el Estado la asuma, sino que reconoce la existencia de una religión  y no está en contra de que se rinda un homenaje porque  entiende el sentimiento no sé si mayoritario porque no lo he medido,… » [72].

Con el mismo realismo histórico y cultural se afirma y se acepta que la cruz de alguna manera expresa el sentimiento cristiano de una civilización de la cual todos formamos parte y de la que hemos heredado los valores fundamentales de nuestra conducta cotidiana y, moral, que están por encima de las ideologías, de los partidos…[73].

Luego de agregar otros posibles simbolismos, agrega: «la presencia de ese símbolo de carácter espiritual, que tanto representa en la vida de nuestra civilización, de nuestro país y de todos de cuya historia formamos parte – esto es también importante – contribuye a que el país comience a no discutir -porque ¿por qué tenemos que hacerlo? ¿por qué controvertir? – sino, a sentir las cosas del espíritu como algo que tiene que volver a tener importancia primera en la vida de los seres humanos”[74].

También enfrenta el Senador Batlle el prejuicio de una igualdad aséptica, que dice: debe ser para todos iguales, aún con igualdad hipotética; entonces tendría iguales derechos de presencia -no de ser respetada- un adepto solo de una religión que la Iglesia Católica. Con gran realismo acepta que en nuestra cultura, con muy diferentes adhesiones, la ampliamente mayoritaria es la católica: el respeto por las demás no implica la falta de respeto por la realidad de esta mayoría:

«En función de esto (el párrafo aludido anteriormente) es que estamos a favor de que la Cruz permanezca en ese lugar, tal como si yo estuviera donde se profesa el islamismo aceptaría que allí hubiera símbolos de esa religión y si mañana los armenios o los judíos, o cualquier otro grupo que profese alguna religión, quisieran hacer un homenaje al hombre que los representa y que llega al Uruguay, en Montevideo, lo aceptaría. Entonces me preguntarían, ¿por qué no en tal lugar? y estaría de acuerdo porque en medio de las religiones que se profesan en la actualidad en el país con toda libertad, el catolicismo es, sin ninguna duda, aun para aquellos que no somos católicos, la que representa el sentimiento enormemente mayoritario de la población del Uruguay. ¿Acaso nos distinguimos por el islamismo? No; nos distinguimos porque estamos embarcados y provenimos de una corriente cristiana. Algunos profesan activamente esa religión, otros no la practican o como el señor senador Senatore han sido bautizados, que no es mi caso».

Y luego de recordar la ausencia de sacramentos en su familia, agrega: «Pero reconozco que en la vida del país prevalece el sentimiento cristiano y si algún símbolo de espiritualidad nos puede representar, no para confrontarnos, sino para reclamar por esa y otras vías que esos temas vuelvan a tener presencia en la vida de los pueblos, quizás éste es el más apropiado, porque alrededor de él cada uno puede identificarse con su pensamiento».

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[67] Senadores, p.419. Sturla: «En el año 1929 se interpeló al Ministro de Relaciones Exteriores de la época por haber mandado a un subordinado suyo a asistir a un Te Deum en la Iglesia Matriz. Hace un mes escaso el señor Presidente de la República se hizo presente en la ceremonia litúrgica celebrada en Tres Cruces y cinco o seis Ministros de su Gabinete comulgaron públicamente de manos del Santo Padre. ¿Quién duda que eso es un progreso sustancial en las costumbres y en las prácticas del país? Hace setenta años se censuraba acremente a un ciudadano por haber acompañado a su hija hasta el altar en la ceremonia religiosa de un casamiento. En cambio, setenta años más tarde, se admite que el Presidente de la República concurra a un acto de este tipo. ¿Quién duda, repito, que esto es un avance sustancial en nuestras costumbres y en nuestras prácticas? Esto es un síntoma de tolerancia. No debemos flaquear ante la tolerancia” (Diputados, p.593).
[68] Daverede, para destrabar esta concepción estrecha de laicismo, adelanta la distinción entre Estado y Nación: «Sabido es que en las democracias el concepto de Estado no comprende toda la amplitud que tiene el concepto de Nación; de lo contrario caeríamos en un totalitarismo. Aunque el Estado esté comprendido en la Nación, ésta abarca una extensión conceptual mucho más amplia… Se sobreentiende que se declaran monumentos públicos no, precisamente porque expresen los valores del Estado -como si esos valores fuesen su patrimonio exclusivo- sino más bien porque ponen de manifiesto los valores de la Nación» (Diputados, p. 583).
[69] Senadores, p.419.
[70] Lescano: «… porque ése es el sentido último de un Estado laico: admitirlas (las ideas) no sólo en la intimidad o en la reserva, sin ser también capaz de crear las condiciones para que no se violente la conciencia ni -por supuesto- la Constitución, cuando esas ideas asumen el carácter de un símbolo visible en un lugar público, y aún de particular relevancia, como admito que es el que en este momento está levantada la cruz» (Diputados, p. 651).
[71] Cf. Senadores, p.419.
[72] Senadores, p.419.
[73] Cf. Senadores, 419.
[74] Senadores, p.420.

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