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Misionero Salesiano Martín Lasarte: «Hay que tener el coraje de anunciar siempre»

By 22/09/2016septiembre 23rd, 2016No Comments

lasarte

Digamos la verdad, no conocía nada sobre el Padre Martín Lasarte. Apenas un par de artículos, un par de fotos antes de reunirme con él y poca cosa más. Ah sí, sabía que era salesiano y que había compartido parte de su etapa de noviciado con el Cardenal Daniel Sturla. Nada más. Por eso en la mañana de aquel jueves en la entrada del Colegio Juan XXIII la espera se me hizo larga. Las recepcionistas no lo encontraban: que estaba con unos jóvenes, que lo vieron en una clase, que estaba dando una charla, en concreto nada… y los minutos pasaban. Hasta que desde una de las puertas que da al patio, una cara sonriente me sale al encuentro. Ante tal recibimiento cualquier rastro de impaciencia se disipó, y he aquí la primera nota de este sacerdote salesiano misionero: la sonrisa.

Me hizo pasar por el patio que estaba desierto en ese momento (algo extraño en un colegio salesiano pensé) buscando un salón para poder conversar tranquilos. Todo esto a una velocidad considerable y mientras nos íbamos presentando, segunda nota: no pierde el tiempo. Comenzamos hablar, prendo el grabador y largo la primera pregunta, de ahí en más casi 50 minutos de experiencias de un misionero en África, pero sobre todo de un sacerdote que entregó toda su vida a Dios. Tercera nota: toda experiencia es lugar de encuentro con Jesucristo.

El clima de familia
“Todo comienza con la familia”, así explica el Padre Martín su vocación. Una familia muy católica, ya desde sus abuelos, que le van dando sus primeras “semillas de vida cristina”. Luego de pasar por los Maristas en primaria y secundaria, el bachillerato lo realiza en el Colegio Juan XXIII, “no por grandes aspiraciones religiosas, sino porque mis hermanas venían acá”, relata. Y continúa “Un colegio de moda, chicas bonitas, motivaciones muy profundas”, bromea. Y destaca :“Pero realmente me impactó mucho el clima de familia, la personalización, la presencia de los salesianos con los jóvenes”.

Reconoce en ese acompañamiento al Padre Felix Irureta “Un hombre muy simple… El primer día que llego, ya en la puerta me saluda :“Martín, ¿cómo estás?”. Ya sabía todos los nombres, ya se había estudiado todas las caras, las fotos, todo ese tipo de detalles de presencia con los jóvenes” y además “tenía una gran profundidad espiritual ”.

Su vida como religioso no era tan clara; antes de entrar al colegio “Ni sabía lo que eran los salesianos”. Pero, nuevamente, las experiencias no son en vano “Justamente en el primer año pierdo a mi padre, pero también desde el colegio encuentro eso de Don Bosco esa paternidad de los salesianos. Son todos elementos que van marcando mucho”. Entonces, el momento decisivo: “ya en 6° año estaba haciendo ingeniería y llega un misionero Milan Zednicek que todavía está en Angola, y se hace una invitación para ir a las misiones. Ahí se despertó en mí un gran entusiasmo y comenzó todo un proceso”. El Padre Lazarte deduce que “ Tú le vas dando la mano a Dios, y Dios te va agarrando todo”, y sonríe nuevamente.

De esperas y concreciones
“En mí primero se despertó esa pasión por África y después entré en la congregación. Luego comencé con la formación”, dice el Padre Martín. Ya en la formación como salesiano “comenzamos esa experiencia linda, cuando estábamos en el noviciado con Daniel Sturla y Joselo, en el movimiento Tacurú. Después hice el tirocinio en Talleres Don Bosco, una experiencia muy linda de dos años duros, con los pupilos. De mis alumnos en los talleres ahora hay tres salesianos, una experiencia hermosa”.

Su espera cada vez se hacía más larga “yo siempre estaba esperando para irme de misión y la cosa no venía, hasta que en el periodo que debía estudiar teología me tocó hacerlo en Brasil (aunque empecé aquí en Uruguay y la terminé en Roma), precisamente para estudiar el portugués”. Tuvo que ser paciente para que “luego ya como diácono me mandaran, ahora sí, para Angola”.

Era un momento muy difícil para ese país que estaba en medio de una guerra que duró 27 años, pero el padre Lasarte cuenta cada momento, cada experiencia, como una realidad que le permite acercarse a Dios y a su vez trasmitirlo a los demás. “Me acuerdo que cuando llegué comíamos una vez por día, estábamos en Lwena, al este de Angola, una ciudad sitiada por la guerrilla. En ese momento el comunismo era muy duro. Interrogatorios en cualquier momento, porque pensaban que uno podía ser un espía sudafricano y además muchas restricciones”, rememora.

No quedarse quieto
Luego de un periodo en Roma para estudiar Sagradas Escrituras regresa a Luanda, capital de Angola, para pocos meses después volver a Lwena ya como párroco. Allí “me tocó el final de la guerra; atender los campos de desplazados internos, que la gente durante la guerra se iba junto a la ciudad para recibir ayuda humanitaria. Trabajábamos con las Naciones Unidas, con el plan Alimentar. Ya terminada la guerra teníamos también otros dos problemas: los campamentos de los ex militares de las guerrillas con sus familias (miles de personas en esos acuartelamientos) en un trabajo humanitario y pastoral”.

La zona donde trabajaba, su parroquia, tenía una extensión de 90000 kilómetros cuadrados y la población católica era apenas del 5%. Ante esa realidad “teníamos que cortar los árboles, hacer puentes en los ríos. Una experiencia muy linda de fundar comunidades rurales y en Lwena, la capital de la provincia de Moxico, muchas actividades (proyectos de saneamiento y agua, formación profesional, una red de escuelas, alfabetización, etc.)”. Como si fuese algo de todos los días, una tarea más, comenta “había que hacer una reconstrucción del país”.

De allí volvió a la capital angoleña, Luanda. Trabajó con “la pastoral juvenil, en las escuelas, enseñando en el seminario, acompañar al voluntariado (siempre teníamos unos 30 o 40 voluntarios internacionales). La pastoral salesiana en Luanda tenía mucha vitalidad, algunas parroquias tenían 5000 o 6000 chicos en la catequesis, grupos juveniles con 1600 o 2000 jóvenes”. Pero para el Padre Martín trabajar en la “pastoral universitaria y darle un sentido de transformación del país, desde el punto de vista profesional de estos jóvenes” fue muy gratificante.

Allá y acá
Le pregunto sobre los cambios, como es la sociedad angoleña respecto a la nuestra, su fe, su forma de encarar la vida. “Me acuerdo que cuando llegué, en el año 90, me paran los militares con ametralladoras que era una cosa muy común. Y uno de los militares me dice: “Padre, ¿tiene un Rosario?” Un pueblo profundamente religioso, entonces el primer choque es la religiosidad profunda de ese pueblo”. No puede evitar la comparación con nuestra realidad “una cosa que choca al llegar es cómo se habla de religión, el conductor del taxi te habla de la Iglesia a la que va como la cosa más natural. Aquí tenés que dar una vuelta “bueno, vamos a tocar el tema de la trascendencia… y no sé qué” y allá, a lo lejos, tirar alguna palabrita”.

Otro elemento es la alegría. En ese momento se descuelga con la siguiente frase “una cosa es sufrir y otra cosa es ser triste”. Y no puedo evitar reflexionar sobre la fe de este hombre, que tuvo que enterrar tanta gente, que vio a un país destruido, que seguramente lloró viendo inenarrables situaciones, y que te recibe con una sonrisa. Y no puedo evitar reflexionar sobre nuestra fe, nuestra forma de vivir nuestra cotidianidad, como mucho con una mueca. Entonces como una bofetada lo escucho decir “justamente una característica de nosotros los rioplatenses es la tristeza: el síndrome del tuvimos y eramos. La nostalgia, el pesimismo, el “y bueno…”. Te encuentras con una cultura en el sufrimiento, el hambre, la persecución, la muerte; pero con una capacidad de sonreír, llena de niños, de jóvenes, con un porcentaje enorme de gente joven. Se respira esperanza, futuro”.

También le pregunto por los desafíos terminada la guerra hace ya unos años, y el Padre Lasarte me habla de nuevos desafíos, tal vez aún peores que la guerra. “El tema de la invasión de sectas (tema que se da también en América Latina), la manipulación religiosa y claro el tema de las familias destrozadas por la guerra, que condicionan mucho el tema de la evangelización actualmente”, y a estos que ya de por sí darían para mucho se suma el consumismo. “Después que terminó la guerra, el país tenía tasas de crecimiento anual del 18%: las más altas del mundo. Entonces como en todo lugar, empieza el bienestar, uno ya empieza a pensar en otras cosas: cosas lícitas y cosas que son de estricto consumismo” nos comenta.

La misión es en todo lugar
Me quedaban pocos minutos y le pido que me cuente que experiencias de Angola nos pueden venir bien aquí: “una experiencia muy linda del catecumenado y un gran itinerario de la fe. Se hace un buen camino de catecumenado para adultos son cuatro años de preparación antes de recibir los sacramentos”. Y subraya “el Bautismo tiene que responder a la fe, y si falta la fe en una familia, en una comunidad; bueno, vamos a esperar que estén dadas las condiciones. Si no se banaliza algo que es muy precioso”.

Además el Padre Martín comentó que “otra experiencia, al menos nuestra salesiana, es el asociacionismo juvenil. Cuando los jóvenes están en el catecumenado, antes de recibir los sacramentos, tienen que estar en un grupo juvenil”. Argumentó que “lo qué pasa, es que los sacramentos de iniciación cristiana terminan siendo los sacramentos de finalización cristiana”.

Otra es la experiencia de los laicos. El Padre Lasarte afirma que ha “conocido comunidades que durante más de treinta años no conocieron sacerdotes; estaba la fe en la comunidad, estaba en las celebraciones del domingo, estaba en los bautismos. ¿Por qué? Porque estaban los catequistas, y los catequistas en África son una especie de diáconos permanentes de la comunidad, es el laico que la anima, la reúne para rezar. Es el protagonismo de los laicos en la evangelización. Lástima que se recogen pocos testimonios y se escribe poco. Pero los testimonios de santidad, de martirio, de fe” son enormes.

No se deja de asombrar de la centralidad de la familia en la realidad africana: La eclesiología africana es la Iglesia familia. Justamente en un contexto donde uno oye familia “y bueno, es un concepto cultural variable, que depende de mi opciones”. Precisamente el concepto de familia es la base de todo en África, la familia alargada más que nada”.

Por último resume. “El gran problema de la Iglesia muchas veces no es el secularismo que ataca de afuera, sino la Iglesia secularizada; el mal mayor es ese, nosotros mismos que no creemos en nuestras riquezas. Pedimos perdón por tener que anunciar el Evangelio, tenemos que dar cuarenta vueltas tartamudeando para decir algo de la Iglesia o de Dios”.

Suena el timbre del recreo, es como la señal: fin de la entrevista. Le agradezco por el tiempo, me saluda como si nos conociéramos de toda la vida, y no dudo que de alguna forma sea así. Con una sonrisa se ofrece para acompañarme hasta la entrada, pero veo que es muy requerido y enfilo solo hacia la puerta. Doy tres pasos y veo hacia atrás solo para corroborar una sospecha: el Padre Martín ya se perdió entre la multitud de jóvenes con una sonrisa, sin perder un segundo, buscando una nueva experiencia de encuentro con Jesús.

Por Camilo Genta para http://icm.org.uy/coraje-anunciar-siempre/

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