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“Mexicanos en Minas” protagonistas de “algo parecido a un milagro”

By 05/12/2013diciembre 13th, 2013No Comments

El Obispo de Minas. Mons. Jaime Fuentes, dedicó el último post de su blog (www.desdelverdun.org) a compartir una historia de “algo muy parecido a un milagro” en el que los protagonistas principales son las viejas y húmedas paredes de la Catedral de Minas y un grupo de obreros mexicanos.

«Esta historia me alegra mucho y, al mismo tiempo, me pone colorado de vergüenza», confiesa al inicio de su narración el Obispo.

Una historia imperdible que nos llama a la autocrítica y  la reflexión, especialmente en este tiempo de Adviento….

MEXICANOS EN MINAS

Esta historia me alegra mucho y, al mismo tiempo, me pone colorado de vergüenza.

La Catedral de Minas ya cumplió 120 años y se nota, sobre todo en las humedades, que no perdonan: carcomen paredes y columnas, y provocan unas tremendas caries en los revestimientos. Enfrentar el problema es difícil, sobre todo porque el gasto de reparación está fuera de nuestras posibilidades.

Como cantaba Nat King Cole, el estribillo de Quizás, quizás, quizás no deja de martillearme cada vez que entro en la catedral: ¡por lo que tú más quieras –así grita mi conciencia- hasta cuándo, hasta cuándo!… ¿Cuándo me vas a arreglar?

Hace cosa de dos meses, un día cualquiera, sucede algo bastante parecido a un milagro. Cinco obreros mexicanos llegan a la catedral y preguntan por el párroco, el P. Pablo. Le explican que están trabajando en la nueva planta de ANCAP, en las afueras de Minas, y que vinieron a visitar la iglesia. Le dicen que les llamó la atención el problema de la humedad y el estado de las columnas, y que varios de ellos (son 35) se han puesto de acuerdo y, si les dan los materiales, en las horas libres que tengan están dispuestos a arreglar todo lo que puedan…

Dicho y hecho: ya terminaron las cuatro columnotas de la izquierda del templo y esperan hacer algo más antes de irse, dentro de diez días.

Un sábado de tarde pude estar con tres de ellos mientras trabajaban. Son de un pueblo del estado de México, de difícil pronunciación: Tequixquiac.

Siento no haber grabado la conversación, porque no es frecuente encontrar tanto sentido común y tanto sentido sobrenatural.

–      Pero fíjese, Padre: entramos en la casa de Dios y vimos pero ¡qué maaal está esto, no puede seeer!… Y ¡ándele!, dijimos, pues tenemos tiempo liiibre y además hay hueeeelgas, ¡vamos a ayudar un pooco! Pues claro que sí Padresito, si todos nos quedamos asiiií, diciendo nomás que ¡qué feo estáaaa!…, pues no vamos a esperar que vengan del cielo a arreglarnos la casa de Diooos,¿no cree?

Me dijeron también que se irán de Minas muy contentos.

–    No es para menos, dije. ¡Con todo lo que han hecho!..

–   Sí, Padresito, pero lo importante no es eso… (y señalaba con el dedo a las alturas). Usted me entiende…

¡Claro que lo entiendo! Pero tuvieron que venir desde Tequixquiac a recordarme que es por Dios por quien hay que hacer las cosas, o sí o sí.

Fuente: http://www.desdelverdun.org/2013/12/mexicanos-en-minas.html