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«La tercera edad»: Mons. Galimberti agradece y reflexiona sobre esa etapa de la vida

By 07/12/2018diciembre 10th, 2018No Comments

 

Galimberti

En su columna semanal en el Diario “Cambio”, el Obispo emérito de Salto, Mons. Pablo Galimberti, reflexiona sobre la tercera edad y agradece a quienes lo ayudan en esa etapa vital. “Esta etapa de la vida es tiempo de agradecer y devolver incontables beneficios o  tanta `suerte´ dirán otros, o tantas manos solidarias”, destaca.

 

 La Tercera Edad

Mons. Pablo Galimberti

La especie humana, en nuestro planeta, es la única capaz no sólo de “vivir” biológicamente sino también de encontrarle un significado. Aunque a veces nos sorprenda estar “en una selva oscura”, podemos apropiarnos, en cierto modo, del propio devenir. Sin sentirnos víctimas de un destino irrevocable fijado de antemano. Sólo Dios conoce lo más recóndito de nuestros repliegues pero nos ha regalado libertad, inteligencia y compañías, para vivir con dignidad.

“Vivir” es “ex-sistir”, un vivir desde dentro, pudiendo tomar el timón del mero devenir biológico.

El ciclo de la vida “humana” recorre etapas a partir de la vida intrauterina. Allí ya se registran señales de hospitalidad o repudio.

Doy ahora un salto para situarme en la “tercera edad” donde me encuentro. La franja de mayor crecimiento en la pirámide de la población no sólo en nuestro país.

El cese, inmediato o gradual, de algunas tareas abre un abanico de oportunidades. Pero no conviene ocupar de inmediato todos los “casilleros” libres. Es bueno darnos tiempo para “imprevistos”, ocurrencias, sueños, recorrer y palpar el hilo invisible de la propia existencia, hacer memoria agradecida de rostros que inspiraron deseos de crecer superando timideces o temores y saliendo del propio encierro. O perdonar a quienes nos lastimaron. Nuestra vida no es sólo obra de uno. Manos y miradas, palabras y ejemplos, hechos previsibles o “casualidades” dan forma a los ocultos ríos que navegamos.

Nuestro tiempo no sirve sólo para sacarnos algunos gustos. Es cuestión de combinar lo propio y lo ajeno, que tampoco es tan ajeno. Seguramente hay gente que nos espera. Puede ser aquella mujer mayor aquejada de dolencias y ausencias. Que espera una operación y su futuro se vuelve penumbroso. Y qué bien que salgamos de nuestra zona de confort para llamar a su puerta, sorprenderla con una visita, escucharla y ayudar a reconciliarla con su propia historia. Y si hay una chispa de fe, soplar para que ilumine su camino.

 A veces irrumpen sueños, ocurrencias locas que llegan sin llamar a la puerta y como al anciano Zacarías (Capítulo I del Evangelio de Lucas) nos sorprenden. Otros días nos llega una visita, llamada o mensaje, como oportunidades de abrirnos a quien se cruza. Los milagros del Evangelio ocurren en el camino de la vida: un ciego sentado junto al camino se pone a gritar ten compasión, un centurión romano que suplica por su sirviente enfermo o los diez leprosos que impedidos de acercarse gritan pidiendo compasión…

Gritamos, nos enojamos, nos sentimos incomprendidos. Hasta que algo pasó. Reitero. Tantos buenos samaritanos nos han dado formidable ayuda para salir adelante. Esta etapa de la vida es tiempo de agradecer y devolver incontables beneficios o  tanta “suerte” dirán otros, o tantas manos solidarias. ¿Por qué me dieron aquella beca para estudiar si no me conocían? ¿Por qué aquel obispo Antonio Corso consiguió dos becas para mandarnos a estudiar a Roma? Mi compañero al año regresó. ¿Por qué yo seguí? Cada uno podrá leer su vida desde ángulos muy diferentes.

Es cierto que la memoria pierde agilidad y con esfuerzo recuerda nombres de personas cercanas. Cicerón, escritor romano clásico dedicó una obra sobre la vejez. Y una de las dificultades a que responde es que en ella se pierde la memoria. Es cierto, dice. Pero en parte la causa de esto  es porque no se la ejercita. Hoy muchos practican el Sudoku.

Y gracias a todos los que nos ayudan en esta etapa.

Columna publicada en el Diario «Cambio» de salto, el viernes 7 de diciembre de 2018