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La fiesta de la Fe en la Arquidiócesis de Montevideo en clave de «Creyentes, discípulos, misioneros»

By 17/10/2013octubre 25th, 2013No Comments

En este Año de la Fe, la Arquidiócesis celebró , el domingo 6 de octubre, «La fiesta de la fe”. En el Colegio Maturana, a partir de las 15 hs, se concentraron las comunidades de la  Iglesia de Montevideo para compartir y celebrar la alegría de ser Iglesia, para dar gracias por el don de la fe.

La fiesta estuvo animada por el grupo musical Kerygma y por el cantante y catequista argentino Daniel Poli, quienes compartieron la fe a través de su música y de sus palabras. Durante toda la tarde se podían visitar los distintos stands que presentaban distintas obras de la Iglesia, carismas y testimonios de fe. Una tarde de verdadera fiesta y encuentro, donde el solo hecho de encontrarse y compartir se vuelve experiencia renovadora de la fe y la esperanza.

Un protagonista especial de esta fiesta fue el siervo de Dios, Mons. Jacinto Vera, primer Obispo del Uruguay, quien desde el cielo intercede por nosotros, y será siempre un testimonio misionero digno de ser conocido e imitado, además de ser un auténtico padre de la Iglesia en el Uruguay. Con las palabras deMons. Daniel Sturla, la Dra. Laura Álvarez Goyoaga y el himno que compuso el P. Jorge Martínez sdb, Don Jacinto el misionero santo, se hizo presente una vez más como un auténtico testigo de Jesús resucitado en la historia y la vida de nuestra Iglesia.

Finalmente, se celebró la Eucaristía, presidida por el Arzobispo de Montevideo,Mons. Nicolás Cotugno,, quien en sentidas palabras invitó a los presentes a vivir como verdaderos creyentes-discípulos-misioneros, como auténticos testigos de la fe en Cristo resucitado, como instrumentos del amor de Dios en medio de nuestros hermanos.

Compartimos a continuación algunas palabras de su homilía durante la celebración, transcriptas en el Quincenario “Entre Todos”.

HOMILÍA DE MONS. NICOLÁS COTUGNO

Aleluya! Es una exclamación de gozo, de alegría. Lo primero que queremos hacer es darle gracias al Señor por el estupendo día que nos ha regalado en esta fiesta. «Alaben al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia», decimos con el salmista.

Hoy, como Iglesia de Montevideo, celebramos la fiesta de la fe, animados por la Palabra que acabamos de escuchar: «El justo vivirá por su fidelidad»  -en la profecía de Habacuc-, y hacemos nuestra la oración de los apóstoles: «Auméntanos la fe».

¡Qué consolador es escuchar a Jesús que nos dice!: Si ustedes tuvieran fe como un granito de mostaza, le dirían a esa morera, levántate de aquí y arrójate al mar, y sucedería.

Pero también, ¡todos nos merecemos ese reproche que le hizo Jesús a Pedro!  «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?»

Estamos aquí para dar gracias a Dios por el don de la fe. No creeríamos si no hubiéramos recibido este don, por eso siempre daremos gracias al Señor.

Y en este año de la fe, me pregunto: ¿qué nos quiere decir al Señor a toda la Iglesia de Montevideo que celebra agradecida, y qué nos pide respondiendo a su palabra?

Estamos tan contentos con el Papa Francisco, y yo aprendo mucho de él. Y hoy retomo del Papa Francisco tres palabras: creyentes, discípulos, testigos.

Creyentes: Damos gracias al Señor por el don de la fe y porque creemos. La fe es un don personal, es una adhesión personal a ese Dios que se me brinda, se me dona, y establece conmigo una relación de amor y me interpela, para que yo pueda adherirme a él con todo mi ser. Y Jesús quiere todo.  ¿Acaso no somos todos el cuerpo de Cristo, acaso no somos todos el Pueblo de Dios, acaso no somos todos ese instrumento eficaz que Jesús utiliza para hacerse realmente presente para que los demás lo puedan percibir?

Y no hay fe personal sino es al mismo tiempo una fe comunitaria, la fe de la Iglesia. Somos Iglesia creyente, todos, juntos y siempre. Y porque creyentes, somos discípulos.

Discípulos: Nos encontramos con Jesús a través de la fe, y vamos detrás de él, y somos sus discípulos. Cada uno de nosotros, por el simple hecho de ser bautizado, es su discípulo. Y nos encontramos como cuerpo, como Iglesia, como Iglesia discípula de Cristo. Y porque somos discípulos, somos misioneros.

Misioneros: Si hemos recibido el don de Jesús, y si hemos establecido una relación de amor con él, a través de la cual nos dona su propia vida, entonces somos alcanzados por la vida divina. Es el Hijo de Dios el que nos abraza y se une a nosotros. Todos formamos su cuerpo, y por más que seamos peregrinos en este tiempo, y en esta tierra, de verdad, el bautismo real y eficazmente nos ha hecho nacer de nuevo como nuevas creaturas. Y característica de esta nueva creatura es comunicar esta vida nueva que gratuitamente hemos recibido y gratuitamente compartimos con los demás. Todos somos pues llamados a ser discípulos misioneros.

Al celebrar la fiesta de la fe quisiera dejarles estas tres palabras: creyentes, discípulos, misioneros.

Que cada uno de nosotros pueda preguntarse en lo íntimo de su corazón: ¿cómo soy en mi situación de vida verdaderamente creyente, verdaderamente discípulo, verdaderamente misionero?

Y esta pregunta nos la hacemos como Iglesia de Montevideo, que como tal está llamada a ser el sujeto de esta perenne evangelización. Estamos en un proyecto misionero de una Iglesia en perenne estado de misión.

Y miren lo que dice la segunda lectura que hoy escuchamos: «No te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni tampoco de mí que soy prisionero. Al contrario comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por él… animado por la fortaleza de Dios. Y toma como norma las saludables lecciones de fe y de amor a Cristo Jesús que has escuchado de mí».

Hermanos y hermanas muy queridos: no pensemos que esto lo dice Pablo a Timoteo, sino que le pertenece a toda la Iglesia, que es apostólica, pueblo de discípulos. Esta palabra es para cada uno de nosotros, y como Iglesia hemos de sentir esta palabra dirigida a cada uno de nosotros. Iglesia de Montevideo: «¡no te avergüences del testimonio de nuestro Señor!». El testimonio evangelizador es siempre martirial… para que el evangelio prenda en los corazones y en la sociedad.

Miremos también a la perfecta discípula misionera, Madre de la Iglesia, la auxiliadora del Pueblo de Dios, que está a nuestro lado siempre, y siempre unida a Jesús. Y Jesús está aquí, en cada uno de nosotros, y nosotros en el corazón de Cristo Resucitado. Es Él quien nos hace amar como él ama, perdonar como él perdona, hablar como él habla, pensar como él piensa…

¡Cuánta necesidad de amor hecho perdón en nuestra sociedad! ¡Cuánta necesidad de un amor efectivo! Pidamos al Señor hoy como los apóstoles: «aumenta nuestra fe», para que seamos capaces de desaparecer nosotros y así aparezca el Señor, con su palabra, con su cariño, con su presencia, con su paz, con su perdón, con su alegría.

Y no nos olvidemos que siempre serán verdaderas esas palabras de Jesús que al pie de la cruz nos mira en el discípulo y nos dice: «Hijo, he ahí a tu madre», y a su madre, «He ahí a tu hijo». María, ven con nosotros a caminar.

Pidamos también la intercesión del siervo de Dios Mons. Jacinto Vera, nuestro querido primer Obispo del Uruguay, para que podamos fortalecer nuestra fe con su testimonio, mirándolo a él que nos precede como misionero, y en el Reino de los cielos como intercesor.