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Homilía del Nuncio Apostólico para la Fiesta del Papa

By 12/04/2015No Comments

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Catedral de Montevideo, 12 de abril de 2015

Después de Pentecostés, nació una pequeña comunidad de seguidores de Cristo. Los Hechos de los Apóstoles presentan en tres sumarios (2:42-47, 4:32-35; 5:12-16) la fe, la vida y el culto de esta comunidad de Jesús. La primera lectura de hoy constituye el segundo sumario. En 2:42, el libro de los Hechos nos da una síntesis de estos tres sumarios. Allí se lee: Perseveraron en la enseñanza de los Apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. De la enseñanza de los Apóstoles nació la fe de los fieles; ellos convirtieron esta fe en amor, viviendo en comunión de alma y corazón, y compartiendo también los bienes temporales. Su fe y su amor se reflejaban en la fracción del pan y en las oraciones. Estos cuatros aspectos definen las estructuras de la primera comunidad nacida del Espíritu del Resucitado. De esta comunidad de fe y amor, surgió el servicio a los demás. Y el servicio se convirtió en testimonio.
El tema de la fe resuena en el Evangelio de hoy; y en la segunda lectura, este tema aparece vinculado con el tema del amor.

El Evangelio de hoy nos narra los dos primeros encuentros del Señor resucitado con los discípulos. El primer encuentro tuvo lugar en la noche de la Resurrección. Los discípulos estaban con las puertas trancadas, por miedo a los judíos. Jesús entra y se pone en medio de ellos. Los saluda con las palabras: “La paz esté con ustedes”, que es la forma de saludo típica del Resucitado. Les muestra las manos y el costado, con las marcas de las heridas, signos de su muerte.

Los discípulos se alegran por su presencia. (De esta alegría en la primera comunidad habla también el primer sumario de los Hechos). De nuevo los saluda, diciendo: “La paz esté con ustedes”, y les confía su misma misión: “Como el Padre me ha enviado, los envío yo también”. Sopla sobre ellos, y dice: “Reciban el Espíritu Santo”. Este Espíritu del Resucitado es el que les otorga el poder para perdonar los pecados. En el segundo encuentro con Jesús Resucitado, ocho días después, está presente también Tomas, ausente en el primer encuentro. Tomás no quería creer en la Resurrección hasta haber visto al Resucitado y hasta haber tocado las marcas de los clavos en su mano y haber palpado su costado. Jesús entra de nuevo a través de las puertas trancadas, se pone en medio de ellos y los saluda: “La paz esté con ustedes”. Invita a Tomás a acercarse y tocar sus heridas. Y le dice que ya no desconfíe, sino que tenga Fe. Tomás, conmovido, confiesa: “¡Señor mío y Dios mío!”. Sus palabras son la primera confesión de Jesús resucitado como Señor y Dios. Jesús responde a Tomas: “Porque me has visto, tienes fe. Dichosos los que tienen fe sin haber visto”.

Este texto evangélico nos señala el camino. Necesitamos el encuentro con el Resucitado para salir de nosotros mismos, para encontrar la verdadera alegría en nuestras vidas, y para ser capaces de invitar a todo el mundo al encuentro con Él, que toma la iniciativa de encontrarse con nosotros. Él está en medio de los discípulos y continúa estando presente en su comunidad, la Iglesia de hoy. Él nos regala la paz. La paz que él adquirió reconciliando a la humanidad con Dios a través de su cruz y de su resurrección. La paz es un don de Dios y no un producto del hombre.

El segundo don que el Resucitado otorga a los discípulos es su Espíritu, motor de la vida del creyente. El Señor resucitado muestra a los discípulos sus heridas para enseñarles que es Él mismo, el crucificado. También este gesto del Señor nos señala el camino: “Conocer la fuerza de su resurrección y participar en su sufrimiento” (Fi 3:10). El Señor resucitado transmite a los discípulos su propia misión, la misión de anunciar la Buena Nueva.

La segunda lectura comienza con la fe; fe en Jesús, el Cristo. El creyente ha nacido de Dios y es, por tanto, hijo de Dios. Inmediatamente Juan habla sobre el amor a Dios, que es la base del amor hacia los demás. El amor a Dios se muestra en el cumplimiento de los mandamientos, y en el centro de los mandamientos está el amor. Juan añade que la fe es la victoria que triunfa sobre el mundo. Fe y amor están en el centro de la comunidad de Cristo.

Hemos hecho una retrospección, para observar a la primera comunidad de Cristo, formada por su Espíritu hace dos milenios. Nosotros somos hoy la continuación de esta comunidad de Cristo. Y desde hace dos años, exactamente desde el 13 de marzo de 2013, tenemos un Papa que nos conduce “a la raíz de nuestra existencia cristiana, es decir, a Cristo muerto y resucitado”; un Papa que nos guía en la luz de la fe y en la alegría del Evangelio. Recordamos bien la imagen del Cardenal Jorge Bergolio, quien, después su elección y antes de impartir su Bendición Apostólica, se inclinó ante el pueblo en la Plaza San Pedro, para pedirle su bendición. Desde entonces, él nos ha, literalmente, bañado, a nosotros y a toda la Iglesia, en la “misericordia de Dios Padre”. Un signo concreto de esto es el “Año Santo de la Misericordia”, al que nos ha convocado. Nos ha enseñado a poner a “Cristo en el centro de la vida” y “abrirnos al Espíritu del Resucitado”. Él ha mostrado que la “reforma de las estructuras de la Iglesia es posible y necesaria”. Ha querido una “Iglesia pobre” y “una Iglesia de los pobres”. Él nos ha guiado a las “periferias existenciales de la sociedad”. Él ha criticado duramente “las estructuras que no permiten a los pobres participar en las riquezas de la tierra” y “consideran a los vulnerables de la sociedad como descartables”. Él ha promovido una “cultura del encuentro” y “una revolución de la ternura”. Durante estos dos años, él nos ha hecho “caminar en la luz de la fe” y nos ha colmado con la alegría del Evangelio, suscitando en nosotros un profundo espíritu misionero.

Él es un pastor que habla el lenguaje del pueblo, y a través de signos sencillos, pero profundamente proféticos, transforma a la Iglesia y despierta la conciencia del mundo. La enseñanza de Papa Francisco es sencilla y directa, y abarca a todas las categorías de los fieles. El 23 de febrero de 2014, dijo a los nuevos Cardenales: “Un Cardenal… entra en la Iglesia de Roma y no en una Corte real. Dejemos entonces, y ayudemos a los demás a dejar, los hábitos y las maneras de actuar de una Corte”. Este año, el 15 de febrero, el Papa Francisco, en su homilía a los nuevos Cardenales, dijo: “No descubrimos al Señor, si no acogemos auténticamente al marginado”. Hablando sobre los Obispos, en una reunión de la Congregación para los Obispos, el día 27 de febrero de 2014, dijo: “El coraje de morir, la generosidad de ofrecer la propia vida por su rebaño, están inscritos en el ADN del obispo. Sean pastores cercanos al pueblo, padres y hermanos; sean gentiles, pacientes y misericordiosos; no tengan mentalidad de príncipes”. En su primer encuentro con los sacerdotes de Roma, el 16 de septiembre de 2013, el Papa dijo: “La Iglesia no necesita sacerdotes desinfectados, de laboratorio, bien limpios y brillantes. Hoy podemos pensar en la Iglesia como un Hospital de campo, en el que abundan las heridas que necesitan tratamiento. Muchas heridas…”. Sobre la vida consagrada, dijo el 2 de febrero de 2014: “Integralmente consagrados a Dios, están integralmente dedicados a los demás, para llevar la luz de Cristo allí donde las sombras son mas obscuras, para extender la esperanza a los turbados de corazón. Los consagrados son un signo de Dios en los diversos sectores de la vida, son levadura para una sociedad más justa y fraterna, son profecía del compartir con los pequeños y los pobres”. Después añadió: “¿Podemos pensar en una Iglesia sin las religiosas? Es impensable. Son el don, la levadura que lleva adelante al pueblo de Dios. Son grandes estas mujeres que consagran su vida a Dios, y que llevan adelante el mensaje de Cristo”. El 9 de febrero de 2014, en el Ángelus, el Papa Francisco habló de los fieles católicos: “El cristiano tiene que ser una persona luminosa, alguien que lleva la luz. No es la luz suya, sino un don de Dios, un don de Jesús. Llevamos esta luz. Si un cristiano apaga esta luz, su vida no tiene sentido. Es cristiano solo de nombre… Tenemos que ser luces encendidas y brillantes”.

Esta homilía no estaría completa si no mencionara los dos importantes Documentos Pontificios del Papa Francisco: la Encíclica “Lumen Fidei” (Luz de la Fe), del 29 de julio de 2013, y la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” (Alegría del Evangelio), del 24 de noviembre de 2013.
Ya en el introducción de la Lumen Fidei, el Papa escribe: “…cuando la llama de la fe se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo… la característica propia de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre… La fe nace del encuentro con Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor… Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos…y se nos abre la mirada al futuro… (N.4). La fe es un bien común, que crece en la familia y transforma la sociedad (NN. 50-55).

Cada número de “Evangelii Gaudium” – Documento que comienza con las palabras: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús” – nos colma de verdadero gozo, nos libera de nosotros mismos y nos invita a compartir nuestra alegría con los otros (NN.1-2). Todo el pueblo de Dios anuncia el Evangelio y lleva al mundo paz y alegría (11, 134). La resurrección de Cristo no es algo pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo, y cada evangelizador es instrumento del dinamismo que crea la resurrección. Nuestra vocación es llevar a todo el mundo la verdadera alegría del Evangelio (N. 276).

En dos años, el Papa Francisco ha dado a la Iglesia una nueva cara, que refleja el rostro de Dios revelado en la persona de Jesús de Nazaret. Por este Pastor Bueno, con corazón de Jesús, ofrecemos hoy esta Eucaristía.
Amén.

AUDIO

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