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«Hagamos nuestro el deseo de la Paz», augurio de Francisco al Mundo

By 27/12/2013febrero 7th, 2014No Comments

RADIO VATICANO |

Puntualmente, al mediodía del miércoles 25 de diciembre, el Obispo de Roma se asomó al balcón central de la Basílica de San Pedro (conocido como balcón de las bendiciones) para saludar e impartir su bendición a todo el mundo. “Hoy ha nacido el Salvador, Cristo el Señor”, proclamó Francisco. «No pasemos de largo ante el Niño de Belén. Dejemos que nuestro corazón se conmueva, se enardezca con la ternura de Dios; necesitamos sus caricias. El amor de Dios es grande; a Él la gloria por los siglos». Recordándonos los actuales conflictos en diversas partes del planeta, el Papa insistió en que Dios es nuestra paz: «pidámosle que nos ayude a construirla cada día, en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero. Dejémonos conmover por la bondad de Dios». Deseando a todos una feliz Navidad, el Santo Padre pidió que Jesús, que vino a este mundo por nosotros, consuele a los que pasan por la prueba de la enfermedad y el sufrimiento y sostenga a los que se dedican al servicio de los hermanos más necesitados.

Texto completo del Mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco

«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama » (Lc 2,14).

Queridos hermanos y hermanas de Roma y del mundo entero, ¡Buen día y feliz Navidad!

Hago mías las palabras del cántico de los ángeles, que se aparecieron a los pastores de Belén en la noche en la cual nace Jesús. Un cántico que une cielo y tierra, elevando al cielo la alabanza y la gloria y saludando a la tierra de los hombres con el deseo de la paz.

Les invito a todos a unirse a este cántico. Este canto es para cada hombre y mujer que vigila en la noche, que espera un mundo mejor, que se preocupa por los otros, intentado hacer humildemente su propio deber.

Gloria a Dios

A esto nos invita la Navidad en primer lugar: a dar gloria a Dios, porque es bueno, es fiel, es misericordioso. En este día les deseo a todos que puedan conocer el verdadero rostro de Dios, el Padre que nos ha dado a Jesús. Les deseo a todos que sientan que Dios está cerca, estar en su presencia, amarlo, adorarlo.

Y que todos nosotros demos gloria a Dios, sobre todo, con la vida, con una vida entregada por amor a Él y a los hermanos.

Y Paz a los hombres

La verdadera paz, nosotros lo sabemos, no es un equilibrio de fuerzas opuestas. No es pura

“fachada”, que esconde luchas y divisiones. La paz es un compromiso cotidiano, pero la paz es artesanal, que se lleva adelante a partir del don de Dios, de su gracia que nos ha dado en Jesucristo.

Viendo al Niño en el pesebre, niño de Paz, pensemos en los niños que son las víctimas más vulnerables de las guerras, pero pensemos también en los ancianos, en las mujeres maltratadas, en los enfermos… ¡Las guerras destrozan y hieren tantas vidas!

Demasiadas ha destrozado en los últimos tiempos el conflicto de Siria, generando odios y venganzas. Sigamos rezando al Señor para que el amado pueblo sirio se vea libre de más sufrimientos y las partes en conflicto pongan fin a la violencia y garanticen el acceso a la ayuda humanitaria. Hemos podido comprobar la fuerza de la oración. Y me alegra que hoy se unan a nuestra oración por la paz en Siria, también los creyentes de diversas confesiones religiosas. No perdamos nunca el coraje de la oración. El coraje para decir: Señor, concede tu paz a Siria y al mundo entero. También a los no creyentes invito a desear la paz. Con su deseo, el deseo que agranda el corazón, todos unidos: con la oración o con el deseo, pero todos por la paz.

Concede la paz, Niño, a la República Centroafricana, a menudo olvidada por los hombres. Pero tú, Señor, no te olvidas de nadie. Y quieres que reine la paz también en aquella tierra, atormentada por una espiral de violencia y de miseria, donde muchas personas carecen de techo, agua y alimento, sin lo mínimo indispensable para vivir. Que se afiance la concordia en Sudán del Sur, donde las tensiones actuales ya han provocado demasiadas víctimas y amenazan la pacífica convivencia de este joven Estado.

Tú, Príncipe de la paz, convierte el corazón de los violentos, allá donde se encuentren, para que depongan las armas y emprendan el camino del diálogo. Vela por Nigeria, lacerada por continuas violencias que no respetan ni a los inocentes e indefensos. Bendice la tierra que elegiste para venir al mundo y haz que lleguen a feliz término las negociaciones de paz entre israelitas y palestinos. Sana las llagas de la querida tierra de Irak, azotada todavía por frecuentes atentados.

Tú, Señor de la vida, protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre. Alienta y conforta a los desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y en el este de la República Democrática del Congo. Haz que los emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda. Que tragedias como las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa, ¡no sucedan nunca más!

Niño de Belén, toca el corazón de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad. Dirige tu mirada sobre los niños secuestrados, heridos y asesinados en los conflictos armados, y sobre los que se ven obligados a convertirse en soldados, robándoles su infancia.

Señor, del cielo y de la tierra, mira a nuestro planeta, que a menudo la codicia y el egoísmo de los hombres explota indiscriminadamente. Asiste y protege a cuantos son víctimas de los desastres naturales, sobre todo al querido pueblo filipino, gravemente afectado por el reciente tifón.

Queridos hermanos y hermanas, en este mundo, en esta humanidad hoy ha nacido el Salvador, Cristo el Señor. Detengámonos ante el Niño de Belén. Dejemos que nuestro corazón se conmueva.

¡No tengamos miedo de esto! ¡No tengamos miedo de que nuestro corazón se conmueva! Tenemos necesidad que nuestro corazón se conmueva. Dejémoslo enardecer con la ternura de Dios; necesitamos sus caricias. Las caricias de Dios no hacen heridas, nos dan paz y fuerza. Necesitamos de sus caricias. Dios es grande en el amor. A Él la gloria por los siglos. Dios es paz: pidámosle que nos ayude a construirla cada día, en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestras ciudades y naciones, en el mundo entero. Dejémonos conmover por la bondad de Dios.

Saludo navideño del Papa Francisco

A todos ustedes, queridos hermanos y hermanas, venidos de todas partes del mundo a esta Plaza, y a cuantos desde distintos países se unen a nosotros a través de los medios de comunicación social, les deseo Feliz Navidad. En este día, iluminado por la esperanza evangélica que proviene de la humilde gruta de Belén, pido para todos ustedes el don navideño de la alegría y de la paz: para los niños y los ancianos, para los jóvenes y las familias, para los pobres y marginados. Que Jesús, que vino a este mundo por nosotros, consuele a los que pasan por la prueba de la enfermedad y el sufrimiento y sostenga a los que se dedican al servicio de los hermanos más necesitados. ¡Feliz Navidad!

(RC-RV)