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En el cuartel superior derecho: la corona de la Virgen de los Treinta y Tres en oro, sobre campo de azur.

Representa a la Virgen María, madre, socia de Jesucristo y reina, agraciada por Dios, que por su inmaculada concepción y por su gloriosa asunción participa plenamente de la gloria de Jesucristo, El oro es luí y vida imperecedera, propia de Dios y de Jesucristo resucitado, y por gracia dada a María. Asimismo María personifica a la Iglesia Santa, Esposa inmaculada, llamada a las bodas eternas, en el ámbito celestial y divino significado en el color azul La Madre de Dios es invocada como patrona del Uruguay, con el histórico título de Virgen de los Treinta y Tres. A su servicio el nuevo obispo dedicó muchos años.

Con su título de Nuestra Señora de Guadalupe María es reconocida como patona de América y su imagen coronada es fundadora de la ciudad de Canelones y titular de su Iglesia Catedral.

En el cuartel superior izquierdo: una flor de Jacinto sobre campo de gules (rojo).

Representa al Siervo de Dios, Mons. Jacinto Vera, primer Obispo de Montevideo, modelo de santidad y de pastor fiel, padre v patriarca de la Iglesia en el Uruguay. A su vez los tres Colores indican la vida divina que el Espíritu Santo infunde en la Iglesia peregrinante, guiada por la luz de la fe (blanco), ardiente en la caridad hacia Dios y al prójimo (gules, rojo fuego) y sostenida en la perseverancia y las pruebas por la esperanza de Dios y en Dios (verde).

En el cuartel inferior: la Iglesia Catedral de Canelones sobre campo de plata.

Siendo Cristo luz de las naciones, como el sol sobre la luna, resplandece sobre el rostro de la Iglesia, que está congregada en esta Iglesia local de Canelones: en ella verdaderamente está y obra la única Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica v Apostólica; para ella el Obispo es consagrado sacramento de

Jesucristo, Sumo Sacerdote, Testigo de la Verdad, Cabeza y Esposo.

Timbre: la cruz gloriosa.

Hace presente a Jesucristo, muerto, resucitado, glorificado. La cruz es el símbolo de la bienaventurada pasión del Hijo y Siervo de Dios, que nos redime por su preciosa sangre. El oro, luz incorruptible, manifiesta a Cristo resucitado, entronizado a la derecha del Padre, que vive y reina como Señor, Salvador, Juez. Las cinco llagas en piedra, firmeza y luz, significan el carácter perpetuo del sacrificio de la cruz, que Jesús, Hijo de Dios, ofrece continuamente ante el Padre en el santuario de la Jerusalén celestial, al que une a la Iglesia en el Sacrificio de la Misa por medio del ministerio sacerdotal.

El lema: amicus Sponsi.

Jesús es el Mesías divino, que, como Esposo se entrega por la Iglesia, para hacerla su Esposa santa e inmaculada. La alianza nueva y eterna, entre Dios y los hombres, es una alianza nupcial, entre el I lijo do Dios hecho hombre y la humanidad convertida por la gracia en Iglesia, Esposa y cuerpo de Cristo. Esta alianza, a la que se entra por el bautismo, se actualiza en el banquete nupcial de la Eucaristía, participación del eterno banquete de bodas del Cordero.

Juan el Bautista, que no es el Mesías, se define a sí mismo como “amigo del novio-esposo”, que viene a desposarse con su pueblo: a el lo anuncia y se alegra plenamente de que Jesús posea a su esposa la Iglesia.

El Obispo hace presente a Cristo Esposo, y su ministerio está al servicio del desposorio virginal de la Iglesia con su Señor. Pero, a su vez, no es el esposo, sino el que lo sirve con amor, el amigo del novio, que se alegra de que se realice y viva el misterio nupcial del Esposo y la Esposa.