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En Navidad Mons. Galimberti recuerda que en la vida “no corremos solos” y anima a ayudar a otros

By 23/12/2015diciembre 31st, 2015No Comments

galimberti

En su Mensaje con ocasión de la Navidad, el Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti recuerda que en en medio de las dificultades “no corremos solos” e invita a agradecer a Dios “que lleva los destinos del mundo, del universo y de cada suspiro de nuestra vida” y a ayudar a otros.

“No somos perfectos. Pedaleamos, nos cansamos, tiramos la toalla y volvemos a la carrera. Pero no corremos solos. Es el soplo de Jesucristo Resucitado que nos levanta cada día del barro y nos dice `cuento contigo, no estás solo, no desesperes, confiá en mí`,  tenés una tarea en la vida, mirá a tu alrededor, ayudá a otros que están a tu lado…”`, destaca el Obispo.

Mons. Galimberti sostiene en su mensaje que “la vida biológica cumple un ciclo, se agota y desaparece del escenario”, empero, “llevamos dentro un grito de rebeldía, una sed de ´algo más`, algo distinto, algo que perdure no sólo en un libro, foto, monumento o un recuerdo amarillento`”. “Los cristianos somos esos locos, que también nos embarramos en este mundo con ilusiones pasajeras, nos fabricamos rincones de efímera felicidad, hasta que nos llegó el día feliz en que aceptamos a Cristo como el tesoro escondido debajo de mucha tierra y basura. Y le dijimos que queríamos seguirlo”, expresa el Pastor.

“Agradezcamos porque aceptando con fe este acontecimiento nos hemos ganado el cinco de oro. Y podemos administrarlo en el día a día y también ayudar a otros”, animó el Obispo de Salto.

“El mundo está triste; aportemos una sonrisa. El mundo está tenso y enfrentado; regalemos gestos de paz. El mundo está enfermo; colaboremos sanando heridas”, exhorta Mons. Galimberti.

NAVIDAD 2015

Saludo del obispo de Salto Pablo Galimberti

¿Quién no alimenta sueños de una vida mejor? Pero otra cosa es acertar y encontrar los caminos que nos llevan en esa dirección.

La vida biológica cumple un ciclo, se agota y desaparece del escenario. Pero llevamos dentro un grito de rebeldía, una sed de “algo más”, algo distinto, algo que perdure no sólo en un libro, foto, monumento o un recuerdo amarillento. Si no lo encontramos habría que concluir que no están locos los que afirman que la vida es un absurdo, o con palabras del tango en los años 30 del siglo pasado, “la vida es y será una porquería”.

Cada uno guarda una sed de “más”. O al menos intuimos que esto se terminó o que aquello no satisface. Lo probé y tiene gusto a poco.

Los cristianos somos esos locos, que también nos embarramos en este mundo con ilusiones pasajeras, nos fabricamos rincones de efímera felicidad, hasta que nos llegó el día feliz en que aceptamos a Cristo como el tesoro escondido debajo de mucha tierra y basura. Y le dijimos que queríamos seguirlo.

No somos perfectos. Pedaleamos, nos cansamos, tiramos la toalla y volvemos a la carrera. Pero no corremos solos. Es el soplo de Jesucristo Resucitado que nos levanta cada día del barro y nos dice “cuento contigo, no estás solo, no desesperes, confiá en mí”,  tenés una tarea en la vida, mirá a tu alrededor, ayudá a otros que están a tu lado…”

Navidad invita al agradecimiento a Dios que lleva los destinos del mundo, del universo y de cada suspiro de nuestra vida. En una hora inesperada para muchos y ansiada por el pueblo elegido, esa promesa se plasmó en el rostro del Niño Dios, Jesús, hijo de las entrañas purísimas de María Virgen.

Agradezcamos porque aceptando con fe este acontecimiento nos hemos ganado el cinco de oro. Y podemos administrarlo en el día a día y también ayudar a otros.

El mundo está triste; aportemos una sonrisa.

El mundo está tenso y enfrentado; regalemos gestos de paz.

El mundo está enfermo; colaboremos sanando heridas.