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“Dios nunca se olvida de nuestras necesidades y Él siempre llega a tiempo” recuerda Mons. Orlando Romero en su saludo navideño

By 23/12/2015diciembre 31st, 2015No Comments

romero

“Dios nunca se olvida de nuestras necesidades y Él siempre llega a tiempo, no a nuestro tiempo, si no en Su tiempo”, asegura el  Obispo emérito de Canelones, Mons. Orlando Romero, en su saludo para la Navidad 2015.

El Obispo enmarca su saludo navideño en la celebración del Año de la Misericordia y admite que “a veces como que se nos debilita nuestra confianza en el Dios de la misericordia, por el agobio de las situaciones negativas, por la impotencia ante tantos desafíos que enfrentamos, nuestros brazos caen, nos copa el pesimismo y nos exponemos a culpabilizar a los otros”. Sin embargo, Mons. Romero anima a mantener despierta la esperanza y a reavivar los sueños.

“La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. El se siente responsable de nuestro bien y de nuestra  felicidad, de nuestra alegría y de nuestra serenidad: `Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré´ (Mt.11,28)”, enfatiza el Obispo emérito de Canelones.

En su saludo, el Obispo recuerda el “sueño” compartido por el Papa Francisco al convocar la Celebración del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.

NAVIDAD: TIEMPO DE DESPERTAR NUESTRA ESPERANZA

“¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!” Es el sueño del Papa Francisco al convocar  la Celebración del Jubileo Extraordinario de la Misericordia en este año.

Alguna vez hemos escuchado la historia de la resurrección de Lázaro en el Evangelio de San Juan. El relato dice que Lázaro y sus hermanas Martha y María mandaron a llamar a Jesús enviándole este escueto mensaje: “Señor, el que tú amas, está enfermo”. Se percibe una relación muy familiar entre ellos. Martha, María y Lázaro conocían muy bien a Jesús ¡cuánto habían compartido  con Él en la intimidad de su hogar!; eran sus amigos. Probablemente estaban seguros que Jesús vendría de inmediato al tener esta noticia.

Lejos de lo que podrían haber creído, Jesús deliberadamente demoró y llegó cuatro días después de que Lázaro había muerto. Es lógico pensar en la decepción de aquellas hermanas pensando que Jesús era un mal amigo o que no le importaba realmente lo que ellas sentían pero, no es así, más adelante, continúa el relato que Jesús se conmovió y lloró al ser conducido al sepulcro donde había sido sepultado su amigo; él tenía una sorpresa más grande para sus amigos que les mostraría algo que nunca se habían imaginado.

Cuando Jesús llegó al lugar, Martha salió a su encuentro y le reprochó cariñosamente: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto”. A veces creemos que hemos llegado al final de nuestros esfuerzos, de nuestras situaciones: tal vez enfrentando una grave enfermedad, o quizás una situación económica extrema en la familia resignándonos  al abandono de  nuestros sueños e ilusiones; y la reacción es parecida a la de Martha y decimos: “Señor, si hubieras estado aquí, si hubieras llegado a tiempo, si me hubieras escuchado…”

A veces como que se nos debilita nuestra confianza en el Dios de la misericordia, por el agobio de las situaciones negativas, por la impotencia ante tantos desafíos que enfrentamos, nuestros brazos caen, nos copa el pesimismo y nos exponemos a culpabilizar a los otros. Para Martha y  María cuatro días no daban lugar a dudas de que Lázaro estaba definitivamente muerto. Dios nunca se olvida de nuestras necesidades y Él siempre llega a tiempo, no a nuestro tiempo, si no en Su tiempo. Martha y María pudieron celebrar lo que ya no creían que fuera posible: la resurrección de su hermano.

El eco de las palabras de Isaías, el profeta del Adviento,  despierta nuestra esperanza y reaviva nuestros sueños: “No tengan miedo, porque yo los he redimido, los he llamado por su nombre. Ustedes son míos” (Is 43,2)

La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros. El se siente responsable de nuestro bien y de nuestra  felicidad, de nuestra alegría y de nuestra serenidad: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré” (Mt.11,28).

. Amigos, es en esta onda en que se reavivan nuestras esperanzas y se orienta el amor misericordioso de los discípulos de Jesús. Como ama el Padre, así aman sus hijos.

En este Año de gracia y bendición ¡Feliz Navidad! ¡Bendecido Año 2016!
+Orlando Romero, Obispo emérito

Canelones, 25 de diciembre de 2015