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Al inicio del Adviento Mons. Bodeant insta a estar «siempre» preparados aprendiendo a amar y a dar la vida

By 29/11/2019No Comments

 

Al inicio del Adviento, el Obispo de Melo, Mons. Heriberto Bodeant, insta a estar preparados: “No ahora. Siempre. No improvisando en el momento, sino buscando cada día aprender a amar y dar la vida”.

En su reflexión dominical que comparte vía WhatsApp y en su blog Dar y Comunicar, el Obispo explica que el Adviento, que comienza el Domingo, “no es una conmemoración nostálgica o romántica, sino el recuerdo de un acontecimiento que sigue marcando la historia de los hombres. La Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús. Sin ese recuerdo, se vacía de significado”.

Mons. Bodeant recuerda, asimismo, que “el Adviento nos pone también en otra perspectiva: los cristianos creemos que Jesús, el Hijo de Dios, vendrá de nuevo para juzgar a vivos y muertos y establecer un reino eterno. El Adviento nos pone también de cara a esa segunda venida”. “Finalmente, el Adviento nos llama a reconocer a Cristo que viene a nosotros hoy, en cada persona, en cada acontecimiento. No siempre es fácil reconocer esa presencia; precisamente por eso es necesario estar despiertos, estar atentos a las señales del camino”, señaló.

 

«Estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada» (Mateo 24,37-44). I Domingo de Adviento

Mucha gente tiene dificultades con el sueño. Hay quienes no pueden dormir y toman pastillas para poder hacerlo. Hay gente que necesita mantenerse despierta y recurre a diferentes estimulantes para permanecer en vigilia. Mantenerse en vela cuesta, cuando se está cansado y el cuerpo reclama el sueño reparador. El mate, el café, las bebidas energizantes ayudan a permanecer despiertos, pero no proporcionan al organismo la reparación que solo el buen descanso puede dar. Por otra parte ¿realmente es productiva esa vigilia producida artificialmente? ¿de veras estamos presentes con todos los sentidos cuando nos mantenemos despiertos a base de sustancias? Quien va conduciendo un vehículo debe estar bien despierto para atender los carteles del camino que anticipan la curva peligrosa o el puente angosto que aparecerán más adelante. Del mismo modo, el camino de la vida tiene sus señales, que es necesario atender. Algunas son fáciles de reconocer. A veces podemos equivocarnos al interpretarlas, pero, a la corta o a la larga, nos damos cuenta de su significado. Otras señales, en cambio, pueden aparecer en momentos oscuros, difíciles. Precisamente en esos momentos en que el dolor y la angustia nos oprimen, cuando se apagan las ilusiones, más necesitamos descubrir las señales de Dios.

Este domingo iniciamos en la Iglesia Católica el tiempo de Adviento. Adviento significa “venida”. Se trata de celebrar la primera venida del Hijo de Dios, la Navidad. Recordar, en su sentido más fuerte: volver a pasar por el corazón. No es una conmemoración nostálgica o romántica, sino el recuerdo de un acontecimiento que sigue marcando la historia de los hombres. La Navidad es la celebración del nacimiento de Jesús. Sin ese recuerdo, se vacía de significado. Pero el Adviento nos pone también en otra perspectiva: los cristianos creemos que Jesús, el Hijo de Dios, vendrá de nuevo para juzgar a vivos y muertos y establecer un reino eterno. El Adviento nos pone también de cara a esa segunda venida. Por eso, el evangelio de este domingo pone énfasis en las actitudes que debe tener quien espera el regreso de Cristo, y, de todos modos, de quien sabe que al final de su vida se encontrará con el Señor. Finalmente, el Adviento nos llama a reconocer a Cristo que viene a nosotros hoy, en cada persona, en cada acontecimiento. No siempre es fácil reconocer esa presencia; precisamente por eso es necesario estar despiertos, estar atentos a las señales del camino. En el evangelio escuchamos a Jesús anunciar su segunda venida. Jesús habla de sí mismo nombrándose como “el Hijo del Hombre”. Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. La gente seguía su vida normal. No pasaba nada, hasta que el diluvio los sorprendió. Después de esa referencia al libro del Génesis, Jesús continúa. Otra vez habla de la gente en su actividad diaria; pero ahora hay una diferencia, que Jesús no aclara, pero que podemos intentar interpretar. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre. De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado. De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada. Dos hombres trabajando en el campo, dos mujeres moliendo. Gente que sigue en su rutina; pero aquí no todos son sorprendidos. Uno de los hombres y una de las mujeres son dejados, es decir, no entran en el Reino que Jesús viene a establecer. La otra mujer y el otro hombre son llevados, entran en la presencia de Dios. No podemos dejar de preguntarnos qué es lo que hace la diferencia. Los dos hombres estaban haciendo lo mismo. Igualmente, las mujeres. Por fuera no hay diferencia. La diferencia está dentro, donde puede mirar y ver Dios, que sondea los corazones y los conoce. Es curioso (a veces, más que curioso, ha sido terrible) ver cómo algunas sectas, grupos de fanáticos, sobre todo en los Estados Unidos, se han preparado o se preparan para el final de la historia, construyendo bunkers, almacenando agua, alimentos y armas, aislándose del resto de la gente, llevando una vida con reglas muy severas… sin embargo, nada de eso pide Jesús. El hombre y la mujer que son llevados al Reino han seguido su vida normal, han seguido trabajando… El secreto está en que se han preparado: han sabido reconocer el paso de Dios en su vida y le han respondido, han cultivado su corazón. San Juan de la Cruz escribió una vez: «A la tarde te examinarán en el amor. Aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición» Con el tiempo fue apareciendo una interpretación de esas palabras, diciendo: “en el atardecer de nuestras vidas seremos examinados en el amor”, como si fuera ya el examen (o el juicio) final. En cambio, el texto original dice: “A la tarde”, porque es cada tarde y el examen no es un juicio; el examen sirve para constatar lo que se ha aprendido y lo que falta todavía aprender, porque de eso se trata: “aprende a amar”. El santo carmelita nos da también una pista para ese aprendizaje: “aprende a amar como Dios quiere ser amado”.

Recordemos los dos mandamientos más importantes, que Jesús nos presenta: amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. No es posible amar a Dios sin amar al prójimo. Así quiere ser amado Dios. El último consejo de san Juan de la Cruz dice “deja tu condición”. Deja todo lo que te condiciona, deja todo lo que te impide seguir a Jesús… todo lo que te devuelve al egoísmo, todo lo que te impide sufrir con el sufrimiento del otro, todo lo que bloquea tu capacidad de solidaridad y de servicio. Deja todo lo que te impide seguir a Jesús compasivo y misericordioso. Aquel hombre y aquella mujer del ejemplo de Jesús, esas dos personas que son llevadas al Reino, han sabido ser constantes, han sabido examinarse cada tarde, han buscado cada día seguir aprendiendo a amar. Han llegado a ir cambiando su condición, a abandonar viejas formas de pensar, de sentir y de actuar que los alejaban del camino de Cristo. Jesús nos deja su invitación final: Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.

Amigas y amigos, estemos preparados. No ahora. Siempre. No improvisando en el momento, sino buscando cada día aprender a amar y dar la vida.

Gracias por su atención.

Que el Señor los bendiga y hasta la próxima semana si Dios quiere.

Fuente: https://dar-y-comunicar.blogspot.com/2019/11/esten-preparados-porque-el-hijo-del.html