Skip to main content
Mons. Pablo GalimbertiNoticeu

«Justicia y Misericordia»: Mons. Galimberti elogia decisión de juez que ofreció camino alternativo a la cárcel a joven infractor

By 18/11/2016marzo 18th, 2017No Comments

galimberti1

El Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, elogió la decisión de un juez al ofrecerle a un joven infractor un camino alternativo a la prisión. “Bienvenidos estos gestos en la línea de una justicia, que además de buscar reparar a las víctimas, pretende también rehabilitar al  infractor. Errar es humano, perdonar es divino, rectificar es de sabios”, subraya el Obispo en su columna semanal del Diario “Cambio”.

Mons. Galimberti narra su visita (junto a 4 personas más) a la Universidad del Trabajo de Salto, donde se encontró con el responsable de unos de los centros, Miguel, quien le confesó que “un día un juez le pidió si podía hacer algo por un muchacho que había cometido una rapiña”.  Así lo hizo y «hoy ese joven, salvado de caer en la seguidilla de entradas y salidas de la cárcel, tiene veinte años y no olvida aquel buen consejo y espaldarazo que un hombre, con talante educador, le brindó en un momento crítico».

Asociado a este comentario, el Obispo aludió a una ‘buena noticia’ que encontró días atrás en la prensa: “Un juez de los que no se limitan a cumplir rutinas, tenía delante a un joven acusado de haber cometido un delito. No era uno más. Con paciencia, tiempo y algunas preguntas adivinó un camino diferente para este joven”.

Al concluir su reflexión, el Pastor reveló que Miguel, el responsable de unos de los centros de la UTU le contó haber sido educado por los salesianos. “¡Llevo a Don Bosco en la sangre!”, le confió.

Justicia y Misericordia

Mons. Pablo Galimberti

Ayer visitamos la Universidad del Trabajo. Los cinco que concurrimos queríamos conocer de primera mano la propuesta para jóvenes que ofrece UTU.

Miguel, responsable de uno de los centros, me contó que un día un juez le pidió si podía hacer algo por un muchacho que había cometido una rapiña.

Miguel se acercó y encontró buena madera en este joven. Le vio condiciones y lo encaminó hacia Montevideo, donde un hijo suyo, militar de carrera, se desempeñaba como jefe.

Hoy ese joven, salvado de caer en la seguidilla de entradas y salidas de la cárcel, tiene veinte años y no olvida aquel buen consejo y espaldarazo que un hombre, con talante educador, le brindó en un momento crítico.

Hace unos días encontré una buena noticia en la prensa escrita. Un juez de los que no se limitan a cumplir rutinas, tenía delante a un joven acusado de haber cometido un delito. No era uno más. Con paciencia, tiempo y algunas preguntas adivinó un camino diferente para este joven.

El camino alternativo que vislumbró salió de los sueños del propio muchacho. Abrigaba ilusiones de ingresar en el ejército. Quizás soñó con integrar un día una misión de paz en un lejano país. Y el juez se la jugó. Es probable que esa escena la había vivido muchas veces antes. Y seguramente influido por una nueva visión del derecho penal, que antes que el castigo procura la rehabilitación, salió de su esquema habitual.

Es probable que no era la primera vez que tenía delante a un joven con ese perfil. Pero en lugar de ver a uno más, dejó aflorar otra dimensión de su ineludible función judicial. Es probable que ese juez sea también padre de familia o con hijos a quienes procura educar, corrigiendo y alentando sueños.

Seguramente ese juez no era la primera vez que protagonizaba esa escena y esos dilemas. Son frecuentes los reincidentes que vuelven al juzgado marcados por un destino que los condena de antemano a quedar atrapados en el laberinto delictivo.

Pero es sorprendente admirar gestos nuevos. Me recuerdan la obra Los Miserables de Víctor Hugo. Jean Valjean, prisionero durante casi 20 años sale con una libertad condicional. Camina con la carga de un pasado sobre sus espaldas y vuelve a caer, desesperado, porque ya nadie le abre las puertas.

Pero hay uno, un viejo obispo jubilado, que en su primera noche oscura le abre su casa y le ofrece comida y hospedaje. El ex presidiario carga un pasado de violencia y encono. A medianoche escapa furtivamente guardando en una bolsa los cubiertos de plata. Los gendarmes lo detienen y por las iniciales lo llevan ante el propietario.

Emocionante. ¡Le traemos lo que es suyo! dicen al religioso. Pero si se los regalé yo!!! Ah, y además, -añade dirigiéndose a Jean Valjean -te olvidaste de los candelabros!!! Tómalos también!!!

Los ojos del anciano obispo se claven en los del fugitivo mientras le dice: alguien pagó por ti. En adelante podrás caminar con la garantía de este perdón que te acompañará. A partir de ese instante el prisionero experimenta por primera vez un baño de libertad y confianza. Y empieza la nueva etapa de su vida perdonada.

Bienvenidos estos gestos en la línea de una justicia, que además de buscar reparar a las víctimas, pretende también rehabilitar al  infractor. Errar es humano, perdonar es divino, rectificar es de sabios.

Miguel, de UTU, al despedirnos, me confió un secreto: fui educado por los salesianos. “¡Llevo a Don Bosco en la sangre!”